Después de pasar un poco la vergüenza frente a Dante, me quedo mirándolo fijamente, luchando contra las ganas que siento de desviar la mirada y concentrarme en el piso de la piazza. Los ojos de Dante me miran atentos y es evidente que le divierte el hacerme sentir tan incómoda porque la sonrisa pícara en su rostro no se borra. —¿Me contestarás lo que te pregunté? —me dice levantando una ceja y ya no tiene sentido seguir negándolo. —Solamente es sexo sin compromiso —contesto y tuerzo la boca porque al decir esas palabras, siento algo incómodo dentro de mí. —Davvero? (¿De verdad?) —clava sus ojos en los míos y un nudo en la garganta no se hace esperar. —No podemos tener nada más… —levanto los hombros y sé que mi cara es de tristeza. —Tu ami Franco? (¿Quieres a Franco?) —me