Coqueteo

1682 Words
(Diez años después) —¡Diablos, Ricci!— le grito a mi amigo para que se apure en llegar al lugar donde me encuentro. —Por esa maldita escalera, rápido. —¡Ay! Ya voy— contesta estresado. —Shhhh— lo hago callar porque escucho un ruido en la habitación de mis padres. Ambos nos quedamos inmóviles esperando si sucede algo, pero un ronquido de mi padre me tranquiliza. —Muévete que no quiero que nos vean— lo afano. —¿Y Nicolette?— pregunta por mi prima y contengo una risita.   —Nos está esperando allá y tú no te apuras— le contesto fastidiada, por lo que mi amigo de tantos años, camina rápido hasta debajo de mi ventana.   Empiezo a sacar con cuidado mi cuerpo fuera de la ventana de mi habitación y espero que estabilice la escalera contra la fachada para poder bajar con cuidado.   —Francis, no te vayas a caer que la que estudia medicina es Nicolette— me advierte Ricci. Yo bajo rápidamente por la escalera, ya que no es la primera y dudo que sea la última vez que lo haga. —Jajaja, ya quisieras tú caerte y que ella sea la que te atienda— me burlo y veo como sus mejillas se ponen coloradas.   Me acomodo bien la ropa, asiento y sin más, salimos caminando hacia su carro que como en ocasiones anteriores, lo deja parqueado a la vuelta de la esquina. Nos subimos como si nos estuvieran persiguiendo.   Ricci va conduciendo con la mirada fija en el camino, mientras que yo observo por la ventana las luces de la ciudad y el bonito paisaje nocturno. —¿Cuándo le vas a decir que te gusta?— le pregunto a mi amigo. —No tengo la menor idea de lo que estás hablando— responde él y yo suelto una carcajada. —Creo que todos nos damos cuenta de que te gusta Nicolette, menos tú— le digo con obviedad y volteo los ojos. —No, simplemente es una amiga al igual que tú— responde intentando parecer desinteresado, pero es tan mal actor que se me hace imposible creerle. —Bueno, entonces perfecto para que Massimo la invite a salir— tiro el anzuelo, esperando que el pez caiga. Lo veo tragar saliva pesadamente. —¿Quién es Massimo?— pregunta intentando sonreír, pero más parece una mueca. —Es un compañero de la universidad de Nicolette, el cual la busca para invitarla a salir— le respondo y aunque pareciera que sigo viendo la ciudad, lo que hago es ver el reflejo de su rostro en mi ventana. —Francis, ¿Y a ella le gusta?— me pregunta con un dejo de preocupación. —Pues no le parece feo— respondo y subo los hombros.   Veo como Ricci aprieta la mandíbula y me río internamente porque sé que está celoso, pero es que de verdad que ese par me tienen cansada… de niños éramos amigos y hasta nosotras nos burlábamos de las ocurrencias con las que él salía, pero con el paso de los años mi prima empezó a defenderlo y ya dejó de ser divertido reírme de él sola, así que cuando fui creciendo empecé a entender los comportamientos entre ellos dos, entonces el caso es que se gustan, pero no hacen nada, por lo que es el momento de intervenir.   Después de varios minutos de recorrido y silencio, llegamos a la casa de Massimo que el día de hoy tiene una fiesta organizada para los de su facultad y aunque yo no hago parte de ese grupo, mi prima siempre me tiene en cuenta para todo y por eso es por lo que participo en sus fiestas y reuniones.   Ricci camina detrás de mí cabizbajo, así que siento un poco de remordimiento por lo que le dije, pero ya es hora de que haga algo o de lo contrario me voy a desesperar. Toco el timbre y se escucha un revuelo dentro de la casa, la música alta y gritos, risas…   —¡Llegó la administradora!— grita uno de los amigos de Massimo y yo suelto la carcajada porque ese es el apodo que todos los amigos de mi prima me tienen, ya que estudio Administración de empresas. —Hola, doctor— saludo a Andrey con una sonrisa coqueta. —Hola, Francis preciosa— se acerca a besar mi mejilla y luego me guiña un ojo. Toma mi mano y me lleva dentro de la casa.   Admito que es un chico muy guapo y siento cierta tensión entre los dos desde hace un tiempo, aunque no me atrevería a decir que lo quisiera como novio… podría ser un chico con el cual pasar un buen rato y divertirnos.   —Oye, ¿y Nicolette?— le pregunto a Andrey. Él mira hacia todos lados y luego me responde. —¡La vi hace un rato con Massimo por el lado de la cocina!— me grita porque la música suena muy fuerte.   Apenas Ricci escucha la respuesta de mi guapo acompañante, pasa como un bólido por mi lado rumbo a la cocina, lo que me hace sonreír de medio lado.   —¿Y a este qué le pasó?— pregunta Andrey disgustado cuando Ricci lo choca, pero yo solo levanto los hombros haciéndome la que no sé lo que está pasando.   Andrey me toma de la mano nuevamente y me lleva hasta uno de los sillones de la gran sala, pero primero me hace una seña para que nos detengamos en una mesa que está llena con bebidas y algunos pasabocas. Cojo papas, unas galletas y una cerveza, ya con eso nos vamos a sentar y empezamos a hablar.   El tiempo se pasa volando sin darnos cuenta y es que entre los dos hay una cierta química que nos hace sentir bien, de repente se levanta para invitarme a bailar y con gusto lo hago. La música cambia a una más sexy, por lo que nuestros cuerpos se pegan más y su rostro está tan cerca al mío que siento su aliento, muerdo mi labio y es ahora o nunca… lo beso porque me moría de ganas y pues no soy de quedarse pensando en lo que hubiera sido.   Nuestras bocas se mueven aceleradas y su lengua entra con fuerza dentro de mi boca, pero la experiencia no es tan placentera como la había imaginado, me siento decepcionada porque pensé que la química entre los dos iría más allá de hablar y reírnos, pero me equivoqué completamente. Ahora solo pienso en cómo despegarme y no darle el chance de volvernos a besar, sin herir sus sentimientos porque sí quiero seguir siendo su amiga.   De repente alcanzo a ver que Massimo pasa abrazado con otra chica que no es mi prima y ahora que caigo en cuenta desde que llegamos, no la he visto y a Ricci tampoco, así que esta es mi oportunidad de separarme de Andrey e irla a buscar.   Voy hasta la cocina esperando encontrarla ahí, pero nada, entonces sigo buscando por todo lado… creo que dentro de la casa no está, así que solo me queda buscarla en el patio trasero de la casa, por lo que camino hacia la puerta y antes de abrirla me interrumpe uno de los chicos. —Ay, administradora, yo de ti no abriría para no interrumpir— comenta con picardía y me guiña un ojo. La curiosidad me gana, pero para no interrumpir lo que sea a lo que el chico este, del que no recuerdo el nombre, se refería, abro la puerta lentamente y me asomo con cautela.   Arrugo la nariz al ver la forma en que mi Nicolette y Ricci se besan, pareciera que se están succionando las almas, pero en el fondo me alegra que por fin se hayan dado la oportunidad de hacerse saber lo que sienten… espero.   (4 años después) —¿Francis y si después me estoy arrepintiendo?— me pregunta Nicolette a lo que la miro de mala manera. —¡Ni tú, ni él tienen porqué arrepentirse!— la regaño y jalo con fuerza el cordón del corsé de su vestido. —¡Ay!— se queja y después suelta una risita. —Tienes razón… solo son los nervios hablando, pero hoy es el día más feliz de mi vida— dice sonriente y me emociona tanto verla feliz que la abrazo fuerte.   A mitad del abrazo llega mi tía junto con mi mamá y ambas lloran emocionadas al ver a Nicolette vestida de novia y de paso me halagan por lo bella que me veo con el vestido de dama de honor, el cual estoy que me quito desde el minuto siguiente al que me lo puse.   “Definitivamente si algún día me llego a casar, será con un pantalón cómodo, una camisa blanca suelta, el cabello agarrado en una coleta alta y unos tenis”, pienso y me empiezo a reír porque no creo que ni siquiera el novio esté de acuerdo con que yo me aparezca así y con eso cada vez confirmo más que el matrimonio no es algo para mí.   Llega mi tío al salón y nos pide a todas que nos vayamos a nuestros lugares porque ya va a empezar la ceremonia, entonces una nueva ronda de abrazos con la novia se adueña del momento.   Antes de salir completamente del lugar, me giro desde la puerta para decirle unas palabras que sé la pondrán ansiosa. —Te amo— ella me responde con una sonrisa —y a la próxima que hablemos ya serás la señora Nicolette de Russo— me saca la lengua y yo me río porque una cosa que ella siempre ha odiado es que las mujeres se pongan el apellido del esposo, como si fuera de su propiedad. —Pronto te tocará a ti— dice mi padre sonriente cuando me lo cruzo caminando hacia la Iglesia, lo miro extrañada porque no entiendo su comentario ya que ni novio tengo. 
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