Emma observó con inocencia a Rebecca, quien hacia un rollito con una hoja y lo llenaba de marihuana. -¿Quieres? – preguntó Rebeca. –¿Está permitido aquí? –Por supuesto que no, ¡Dah! – hizo un gesto de obviedad – ¿Por qué crees que me asusté tanto cuando llegaste? De hecho, no vuelvas a hacer eso, te enseñaré la clave para que a la próxima te anuncies. –Seguro… – susurró Emma, mientras veía la habitación, era pequeña, demasiado para compartirla con otra persona, tenía barrotes en la ventana y parecía demasiado sucio para lo que ella estaba acostumbrada, este último defecto era culpa de Rebeca, quien, a decir verdad, jamás fue una chica muy aseada. –¡Joder! – el cigarrillo improvisado que estaba haciendo Rebeca se desarmó, haciendo que toda la hierba se escapara y volará regándose a