Capítulo 1
Más de lo mismo.
POV Dominick Black
Seis meses después…
Poner en práctica lo que he aprendido no ha sido nada fácil. Las propuestas han venido por doquier, las mujeres se me ponen en bandeja de plata con ansias de complacerme, pero lo cierto es que no he encontrado lo que necesito.
Nadie tiene el perfil que deseo para ocupar ese lugar, las personas pueden llamarme exigente o lo que sea, pero si no encuentro lo que quiero, para qué malgastar mi tiempo y energía en algo que no funcionará.
Si es por ganas de tener sexo, hay infinidad de posibilidades para obtenerlo sin tener que adquirir un compromiso con la otra persona. Porque sí, hacer a alguien mi sumisa, es un compromiso que va n dos vías.
—¡Dominick! Apúrate que sabes que odio la impuntualidad, no podemos llegar tarde— escucho la voz de mi padre, quien interrumpe mis pensamientos-
Está fuera de la cocina y no puedo creer que ni siquiera me deje tomar el desayuno en paz, resoplo un tanto porque la presión que él ejerce sobre mí tiende a cansarme más que a cualquiera.
Y sí, aunque sé perfectamente que ya es momento de comenzar a asumir tareas más importantes en la empresa, porque es mi legado y debo tomar las riendas, para él, el simple hecho de llegar un minuto tarde lo pone histérico, parece olvidársele por un momento quien jodidos es en realidad y que, sin él, ninguna reunión empezaría. Pero su maldita actitud ante todo, me pone algo histérico.
Tomo la taza de café, n***o y sin azúcar, tal como me gusta para quitar un poco la pesadez que traigo encima, aunque soy consciente de que para quitarme eso que siento, esta taza de café no es lo que quiero ni lo que necesito.
«Necesito hallar a la adecuada, aunque una parte de mí cree que quizá ya la encontré, sinceramente no lo sé, es que ella…» me reprocho a mí mismo.
Paso las manos por mi cara para tratar de alejar el sueño, no he dormido más que una hora, y la verdad es que no puedo quejarme, la cena de anoche con espectáculo incluido fue maravillosa, pero una vez más, eso simplemente no cubre todas mis necesidades.
Lo que sucedió después de eso… eso sí que es algo digno de recordar y el motivo de mi trasnocho y de mi inquietud, incluso, justo ahora, no puedo dejar de pensar en cada jodido detalle y en agradecer a quien sea por cómo se dio todo.
Unas horas antes…
La noche está siendo aburrida, mañana es un día importante en la oficina porque al fin mi padre ha decidido hacerme parte de las decisiones prioritarias que se toman en la empresa, ya que al fin y al cabo, él pronto se retirará y todo quedará en mis manos.
Estoy ansioso.
Caminando de aquí para allá en mi habitación como un estúpido, porque no puedo esperar que al fin llegue ese momento. Necesito calmarme de alguna forma, pero no se me ocurre nada hasta que veo encima de la mesa de noche, la invitación que recibí hace días y no tomé en cuenta.
Me acerco a ella y tomo el sobre por mera curiosidad, lo detallo, es n***o, sencillo y elegante.
Lo abro y me sorprende encontrar una invitación a una cena que aparentemente no tiene ningún trasfondo, solo trae escrita la dirección de un restaurante y menciona una cena especial de tres tiempos, con entretenimiento incluido.
Simple para las personas que no saben apreciar los detalles, cómo, por ejemplo, el nombre del lugar, que no me pasa desapercibido.
Siluetas Nocturnas. Un lugar bastante conocido por mí, al que solía ir hace unos meses en compañía de otra persona.
Me lo pienso dos veces, porque no quiero cruzármela, pero he ido algunas veces y no la he encontrado. No creo que tenga tan mala suerte como para que hoy sea esa noche.
«Además, no pierdo nada con ir a pasar el rato», pienso en mi interior.
Decido darme una ducha y me pongo un traje sencillo, tomo la invitación y salgo de casa, sin que nadie note mi ausencia.
Subo a mi auto y recorro las calles de la ciudad pensando en cuál será el entretenimiento de la noche, espero que este valga jodidamente la pena, porque no voy a ir tan lejos solo para que todo sea un desastre, porque la última vez fue más que decepcionante.
Llego al lugar, el cual como siempre, en apariencias, parece un restaurante común y corriente, aunque esto es solo una fachada. Bajo de mi auto y le entrego las llaves a un valet parking el cual está muy emocionado para mí gusto apenas lo ve, sí, sé que mi auto llama la atención, pero al menos debería contenerse.
—Con cuidado —le advierto y él solo asiente, mientras recibe mis llaves.
Camino hacia la recepción y el hombre que me recibe me pregunta si tengo reservación, basta solo que muestre la tarjeta de invitación para que su actitud cambie por completo.
—Lo siento señor, ya vendrá alguien a guiarlo al área VIP —asiento y no pasan dos segundos cuando una mujer en un uniforme un tanto diferente al de los demás aparece, para guiarme por el restaurante por un pasillo que me es conocido.
Abre una cortina negra y solo deja el espacio suficiente para dejarme pasar, apenas la traspaso la tela gruesa y sedosa y tengo ante mí una puerta de metal que abre con una combinación, apenas la cruzo, noto el cambio evidente de un lugar a otro… El ambiente es notoriamente diferente, tiene un aire más privado, más oscuro y menos inocente.
Me guían hacia una de las mesas que están ubicadas en el centro del lugar, muy cerca del escenario, por los altavoces puedo oír música instrumental que ameniza el ambiente.
Me siento a esperar y al principio llega una mujer completamente desnuda, a servir el primer plato, no me sorprende que no me hayan dado a elegir porque esa es la temática de este lugar, incluso el mismo menú es parte de la experiencia y no puedes elegirlo.
Ella se acerca a mí, pero no lo suficiente para irrespetar mi espacio personal, puedo apreciarla, lo hago sin ningún tipo de vergüenza porque ella está aquí para eso.
Me fijo en que si, tiene buena figura, pero el collar que tiene en su cuello me indica que no es una persona libre, que tiene dueño y eso la hace intocable, a menos que su señor decida compartir, alquilar o vender sus servicios, o tal vez, estaría interesado en un intercambio, claro, si yo tuviera algo de su interés. Cosa que no tengo… al menos no aún.
Me detengo en el primer plato, que tiene por nombre gemidos.
Es algún tipo de almeja, obviamente algo afrodisíaco para comenzar a dominar el ambiente, cubierta con algún tipo de salsa picante, según me llega el aroma.
Cuando comienzo a probarlo y me doy cuenta de que unas luces rojas detrás de mí se encienden. Puedo apreciar una pared de cristal que muestra una habitación y dentro de ella, está una puesta en escena interesante.
Un trío… buen comienzo.
Hay una mujer puesta en cuatro en medio de la cama, una posición que no puedo negar, me fascina, pero no está sola, mientras un hombre la embiste, practicando sexo anal, ella le hace una felación a otro.
Veo el gesto del hombre y ¡Joder! Sí que está disfrutando de ese oral, el muy cabrón.
Sé que esta escena debería causar algo en mí, pero lo cierto es que, si no soy yo el que está disfrutando, si no está dirigido a mí, no me causa nada en lo absoluto.
Veo como el hombre que la embiste desde atrás la toma del cabello y tira de él, acción que la obliga a detener la felación al otro tipo, porque su cuerpo reacciona arqueándose perfectamente.
Desde mi posición puedo oír sus gemidos, aunque el cristal los esté amortiguando. Su rostro me dice que está a punto de venirse y yo no dejo de divertirme con la escena que tengo ante mis ojos.
El segundo hombre, al verse desprovisto de los labios de la mujer, toma sus pechos y comienza a hacerle una paja rusa, que puedo ver qué le encanta. Mi vista se desvía hasta ella, está más cerca de venirse de lo que creí, y justo en el momento que creo que lo hará, las luces se apagan y todo vuelve a ser oscuro.
«¡Maldición!, arruinan la diversión». Maldigo en mi fuero interno.
La misma mujer que vino hace unos minutos, me trae una nueva copa de vino.
—¿Se siente a gusto señor? ¿Desea algo más? —pregunta en un tono de voz bajo y calmado.
—Gracias, así estoy bien —la despacho rápido, porque no deseo a nadie merodeando alrededor de mí.
Ella se da media vuelta mientras yo saboreo mi vino tinto y me doy cuenta cuan detallistas son en esta ocasión, en comparación de la última vez, porque que la uva está en el punto perfecto de fermentación.
El plato fuerte llega, es un salmón grillado, acompañado de mariscos y espárragos asados. Lo llaman "Satisfacción".
A un lado del lugar, otra luz se enciende apenas los meseros abandonan sus lugares después de dejar el plato, esta vez es una escena un poco más preparada.
En una cruz de San Andrés, tan común para mí cómo para muchos de los que estamos aquí, en ella, está atada una mujer, de manos y pies, completamente desnuda.
Un hombre camina lentamente alrededor de ella, puedo notar que está descalzo y le doy crédito por eso, sonrío porque sé que lo hace para que ella no pueda detectar desde qué posición vendrá, porque tiene los ojos cubiertos y de esta forma no puede oír sus pasos.
Corto un trozo de salmón y lo llevo a mi boca, una explosión de sabores se desata dentro de ella justo en el momento que el hombre levanta una vara y le da de lleno en uno de sus muslos. El sonido que emite contra la piel, aunado a la explosión de sabores en mi boca, es una completa satisfacción para mí, y es hasta ahora que entiendo el nombre del platillo y la combinación del entretenimiento.
Los minutos pasan y veo como ese hombre hace con el cuerpo de la mujer lo que le viene en gana, y sonrío al ver cómo ambos disfrutan cuando él echa un poco de cera caliente entre sus pechos mientras que con la otra mano introduce tres dedos de golpe en su coño.
No creo que la mujer resista demasiado, sus piernas tiemblan y si no es porque las ataduras la sostienen, ya estaría tirada en el suelo.
La música cambia y las luces cambian en toda la habitación, de blanco pasan a ser rojas, un rojo tenue nos envuelve mientras que una voz seductora se escucha por todo el lugar.
—Damas y caballeros, ha llegado el momento de disfrutar el postre, todos podrán apreciar con su vista, pero solo uno de ustedes tendrá la dicha de disfrutar con el tacto lo que se avecina.
Hay silencio absoluto en el lugar, todos tienen la vista puesta al frente y me doy cuenta de que me encuentro ansioso por saber lo que viene a continuación.
La noche está siendo mucho más divertida de lo que pensé.
I put a spell on You, en la voz de Annie Lennox, una canción que conozco bien, comienza a sonar por los altavoces cuando desde arriba del escenario comienza a bajar lentamente una jaula de metal, y en ella viene alguien muy distinta a las mujeres que se presentaron anteriormente, porque ella sí cubre su rostro en comparación con las demás y tiene ropa, en comparación a sus antecesoras.
Sus movimientos lentos y al compás de la música me hipnotizan de inmediato, presto atención a su cuerpo, el cual se balancea como si de una serpiente se tratara, una cobra astuta que atrae a su presa antes de devorarlo.
Y es que así me siento, cómo si hubiera perdido mi voluntad y no pudiera dejar de mirarla, aunque quisiera.
La jaula aterriza suavemente en el suelo y ella la abre tomando una de las sillas vacías y llevándola al centro de la misma.
Comienza a pasearse por el lugar, la música cambia sutilmente y la voz de The Weekend inunda el lugar.
Puedo sentir la creciente erección que se ha formado entre mis piernas con tan solo su presencia, cosa que no había ocurrido antes en esta noche.
Paseo mi mirada por el lugar y puedo ver qué todos, hombres y mujeres tienen la mirada puesta sobre ella. El deseo es palpable en los ojos de todos. Ella es la pieza más preciada del lugar, la cereza del postre. Por el altavoz anuncian que su presencia es algo especial, ya que es la primera y última vez que se presentará en el club y por eso, escogerá solo a un afortunado para que vaya a la jaula con ella.
Las probabilidades de que esa persona sea yo, disminuyen cuando veo la cantidad de personas que hay, una vez más, pero no pienso pasar desapercibido.
Cuando pasa por mi lado, me yergo para que me note y sí que lo hace, porque desliza sus dedos por mi hombro.
Ese simple movimiento hace que mi v***a se sacuda de placer y, el deseo de llevarme a una nueva presa a la cama esta noche para disfrutarla, aumenta.
Mientras la música suena, ella sigue recorriendo el lugar y regalando sonrisas y caricias. Mi semblante se endurece al darme cuenta de que no piensa regresar hasta donde estoy, porque no he llamado su atención en lo absoluto como lo creía.
Simplemente fui una persona más en este jodido bar para ella.
Se para en otro escenario más pequeño, un poco más alejado de mí y comienza a bailar en un tubo.
«¡Maldición! La quiero en mi cama, atada para jugar con ella un rato y después follarla cómo me plazca hasta que esté satisfecho y saciado de su coño».
Ella baja de la tarima y comienza a caminar una vez más por el lugar, desvío mi vista hacia mí copa y me bebo el resto del vino tinto de un trago, para pasar la frustración que se me acumula en el pecho en este momento.
Siento que una mano se posa delicadamente en mi hombro y me sobresalto un poco, ella la desliza por mi brazo hasta llegar a mi mano, se agacha hasta mi altura y me susurra al oído.
—Ven conmigo.
Ni siquiera lo pienso. Pongo mi copa a un lado y dejo que ella me guíe al escenario, en este momento me importa una mierda las miradas que hay sobre nosotros, porque ella me ha elegido a mí y no a ellos.
Mientras camino, me doy cuenta de que me encuentro envuelto en una nube de éxtasis, que siento como sí aquí solo existimos esta mujer que tengo enfrente y yo, nadie más.
Ambos entramos juntos a la jaula de dónde salió y ella me empuja hacia la silla con fuerza hacia la silla.
Al ver que cedo, una pequeña sonrisa se le forma en los labios y a mí, se me escapa un gruñido.
Humecto mis labios mientras deslizo mi mirada por su cuerpo, la erección entre mis piernas me incomoda, porque ya ansía su liberación.
Lo peor de todo es que no estoy ni remotamente seguro de que pueda hacer algo por eso esta noche y sé, que, de alguna forma, debo conseguirlo o no tendré paz alguna.
La música sigue sonando y ella se para frente a mí y guía mis manos por su cuerpo, puedo sentir su piel a través de la delicada tela de encaje que la cubre.
Fija sus ojos directamente en los míos y noto que son de un color caramelo con un toque verdoso, muerde su labio inferior mientras se va agachando y tocando mi cuerpo, mientras yo me dejo hacer, para terminar de rodillas frente a mí.
Las ganas que siento de someterla, de dejarla a mi merced, se están saliendo de control. Y yo, no suelo perder el puto control.
Ella me da la espalda y queda con su perfecto culo en pompa para mí.
«Si tan solo pudiera marcarlo»… pienso en lo que deseo.
Se da la vuelta y sube lentamente por mi cuerpo, colocando su rostro tan cerca de mi erección que, si estuviéramos solos en una habitación, ya le estaría follando la boca hasta hacerla llorar.
Mientras tengo ese pensamiento en mente, ella alza su mirada y ¡Mierda! Eso es todo lo que necesito para perder el control.
Enrosco su cabello en mi mano, y allí, delante de todos, la acerco hasta mi rostro, tan solo a escasos centímetros de mi boca.
Ella no se inmuta, lo disfruta, incluso sonríe cuando lo hago, aunque en su mirada puedo ver algo más, ¿Temor?
Con mi mano libre acaricio su rostro, primero los pómulos o al menos, lo que su antifaz me permite y luego paso mi pulgar sutilmente por sus labios.
provocándola, incitándola a jugar conmigo, y por su mirada, no me sorprendo cuando ella cede, abriendo su boca.
Introduzco dentro de ella mi pulgar y siento el calor de su aliento cuando lo succiona. Haciendo que mi v***a esté a reventar en este momento.
Tiro de su cabello aún más y de su boca sale un pequeño gemido que me desespera.
«¡Vamos, Dom! Mantén el control». me recuerdo a mí mismo.
Me acerco lentamente hacia su rostro, aun teniendo un firme agarre de ella y paso mi nariz por su mejilla mientras inhalo profundamente.
—¿Te gustaría jugar con la gente adulta y dejarte de jueguitos de niños pequeños? —susurro mientras la miro a los ojos.
Siento como su respiración se hace más pesada y en su mirada hay algo más que ese temor, podría decir que hay…curiosidad, sí, y es esa curiosidad la que nos llevará a explorar los gustos del otro esta noche.
—No temas, no te haré daño… al menos no mucho —admito con una sonrisa—, solo tienes que decir que sí— la aliento.
Baja su mirada, evitando la mía, evidentemente, pero y cuando vuelve a mirarme…
¡Demonios! Allí está otra vez esa mirada sumisa y tierna que puede llegar a enloquecerme si la dejo.
—Sí quiero —susurra solo para mí.
De su boca salen las dos únicas palabras que necesitaba, para saber que esta noche será más satisfactoria de lo que ya ha sido.
De mi bolsillo saco una tarjeta, la cual la llevará directamente hasta mí, justo a donde quiero tenerla y mientras me pongo de pie, se la meto justo en el espacio que hay entre sus tetas.
—Búscame al terminar esto, no tardes o te juro que no te irá muy bien.
Antes de salir de la jaula le doy una última mirada, es un riesgo lo que acabo de hacer, uno, que estoy dispuesto a correr aunque me salga caro, porque le acabo de dejar la puta tarjeta que debe entregar para retirar mi auto, si ella quisiera, simplemente se larga con él y me deja aquí tirado, pero yo, espero que su deseo y su curiosidad, sea más grande que su ambición.
Dejo unos cuantos billetes en la mesa para pagar la cuenta, mientras camino hacia la salida.
Salgo del restaurante y me dirijo al valet parking.
—¿Puedes llevarme al lugar donde estacionaste mi auto? — él frunce el ceño confundido, pero al final obedece sin decir nada.
Caminamos un poco, hasta llegar al lugar, él me tiende las llaves y yo lo abro, pero le pido que espere. Estoy a punto de cometer otra locura, pero necesito saber si es ella y espero que esto funcione. Podrán cuestionar mis métodos, pero no mis resultados.
—Una chica vendrá con la tarjeta para retirarlo, tráela hasta aquí y dale las llaves, pero no le digas absolutamente nada de mi presencia. ¿Puedo contar contigo? —lo miro fijamente y el chico palidece ante mi mirada, intimidado seguramente.
—Por supuesto, señor ¿Algo más que desee? —. Niego y él toma las llaves y se da media vuelta para marcharse.
—Espera —busco en mi cartera una buena propina y se la entrego, por hacer bien su trabajo y apoyarme en mi locura—. Así como sé castigar cuando algo no está bien hecho, también sé recompensar un buen trabajo, toma —veo como su rostro cambia al ver la cantidad exorbitante de dinero para ser una propina, vuelve a agradecerme y se marcha.
«Ahora sí, desde este momento comienza mi diversión».
Me subo al auto y me doy cuenta tarde que ni siquiera puedo encender el aire acondicionado, así que cada jodido minuto que pase aquí, esperándola, será una completa tortura de la que me voy a desquitar.
Las luces están apagadas, me acomodo en el asiento de copiloto y enciendo el cronómetro en mi celular, viendo los segundos pasar.
Por cada minuto que se tarde, le daré un maldito azote en ese delicioso culo e imaginarlo sonrosado, con las marcas de mis manos por cada nalgada, hace que mi excitación crezca.
Me fijo en los números moverse y el tiempo avanzar muy lento, mientras yo me aso de calor aquí dentro. Aunque soy impaciente y deseo que llegue ya, para acabar mi tortura, mi lado sádico se despierta y espera que se retrase lo más que pueda, para poder marcar su delicada piel.
Al cabo de trece minutos aparece, minutos que se hicieron eternos, pero los cuales sabré cobrarme.
Aún trae el antifaz puesto, viene acompañada del chico, pero parece nerviosa cuando él le señala el auto antes de irse.
Activa la alarma a distancia y se acerca a abrir la puerta del piloto, encontrándome en el asiento de al lado.
—¿Por qué aún usas el antifaz? —es lo primero que sale de mi boca.
—¡Mierda! —exclama asustada, porque la tomo desprevenida, pero veo que se recompone con rapidez—. Además, eso lo hace más interesante —sin el ruido de la música su voz suena un poco más aguda de lo que pensé—. Y si le sumamos el hecho de que esto será algo de una sola vez, no tienes porqué saber quién soy.
Niego.
—No te confundas. No creas que tienes el control, aquí las reglas las pongo yo —declaro.
—Y los límites yo —sonríe nerviosa, pero bastante firme en lo que dice.
Lo que me permite darme cuenta de que ella es diferente a cualquier mujer que puedas conocer en algún bar swinger, en alguna red social de la comunidad o en cualquier fiesta en la que me hayan invitado para ofrecerme a sus mascotas… Sí, creo que ella tiene el conocimiento, pero quizá no la experiencia.
—¿Es la primera vez que haces esto? —la pregunta se me escapa de la boca antes de que pueda detenerla.
—¿Salir con alguien que acabo de conocer en un bar? Sí —admite, pero yo niego.
—¿Sabes lo que vamos a hacer? ¿Lo que te he ofrecido? —La mirada tímida vuelve por unos segundos hasta que evita mis ojos para asentir y mi m*****o palpita de solo imaginar esos mismos ojos cuando me corra en su boca y la haga tragarse hasta la última gota de mí—, entonces me aseguraré de que disfrutes esta sesión —Prometo—. Tu conduces, sigue el GPS hasta nuestro destino, te llevaré a mi lugar secreto.
Ella asiente y toma el mando del automóvil, lo enciende y sale del estacionamiento. No conducir es una estrategia para mí que funciona para hacerle creer que ella es quien maneja los hilos de forma momentánea, aunque deseo tener el control todo el tiempo, estar de este lado me permite apreciarla por completo y jugar con su cuerpo desde ya para medir sus reacciones.
Enciendo la música, aunque el trayecto no es muy largo y la voz sensual de Julia Michaels sale por los altavoces.
Estiro mi mano y tomo un mechón de su cabello, para enrollarlo en mi dedo índice. Me río internamente al notar como se acelera su respiración con tan solo este gesto.
Deslizo mi dedo por su rostro, para luego bajarlo por su cuello y clavícula, muevo mi dedo índice con deliberada parsimonia. Desde aquí, a pesar de la oscuridad, puedo ver como su piel se eriza y como junta sus piernas, presionándolas un poco, en un fatal intento de ocultar lo que mi caricia le produce.
«¡Mierda! quiero arrancarle esa ropa ahora mismo».
Me fijo en el camino y no hace falta demasiado, hago uso de todo mi autocontrol para no obligarla a detenerse y follarmela aquí mismo, porque quiero disfrutar, quiero tomarme mi tiempo, quiero desquitarme esos malditos trece minutos que me hizo esperarla. Eso sin contar el rato que pensé que no iba a elegirme a mí.
Llegamos al edificio y le hago un gesto con la mano para que avance por el garage subterráneo, desde allí tendremos más privacidad ya que ella rehúsa a quitarse el antifaz y podremos subir por el ascensor que lleva directo hacia mi lugar.
Se estaciona dónde le indico y nos bajamos del auto al mismo tiempo, el sonido de sus tacones resuena por todo el estacionamiento y yo camino directamente hacia el ascensor para no tener que esperar demasiado. Cuando estas se abren, no me relajo cuando veo que ella entra justo detrás de mí, la tensión sigue dominando mi cuerpo y sé que debo hacer algo.
Espero que las puertas se cierren para hacer mi primer movimiento.
Con una de mis manos tomo su muñeca y con la otra rodeo su cuello, estrellándola contra la pared de metal con fuerza, haciendo que se le escape un poco el aliento.
La aprieto un poco y veo como su pecho sube y baja rápidamente, en sus ojos no hay más que excitación y deseo, al igual que en los míos.
—Acabas de venir sola, al departamento de un completo desconocido, a hacer cosas que pueden poner en riesgo tu vida si no sé manejarlas —hablo entre dientes, mientras aprieto más mi agarre en su garganta—, ¿qué sabes tú si disfruto haciéndote sufrir? ¿Dónde está tu instinto de supervivencia? ¿Crees que no te haría daño? Porque créeme, de cierta forma, soy capaz de hacerlo.
Le suelto todo con un poco de rabia, por lo fácil que, a la vez, fue tenerla justo donde quiero.
—Confío en que eso suceda —habla con dificultad gracias a la falta de oxígeno y sus palabras me sorprenden a tal punto que suelto un poco mi agarre en su cuello, permitiéndole respirar mejor—. No te tengo miedo, no sé por qué, pero me inspiras confianza y tengo curiosidad, así que no vas a intimidarme.
Niego, un poco exasperado y vuelvo a acercarme a ella, pegando aún más su cuerpo al mío, no doy crédito a sus palabras, en definitiva, ella es diferente, lo inexperta y arriesgada la hacen distinta, ella no es más de lo mismo, joder.
«¡Maldición! estamos tan cerca que puedo sentir el latido errático de su corazón».
—No sabes lo que puedo ser capaz de hacerte pequeña —susurro en su oído con ganas de tragarme todos los gritos y gemidos que planeo arrancar de su boca.
—Por eso estoy aquí, porque planeo averiguarlo.