5

1372 Words
Santiago A pesar de tratar de llegar lo antes posible, estaba tardándome demasiado. No era sencillo encontrar un lugar para estacionar a esta hora. Estábamos cerca del campus, por lo que la mayoría se había hecho con los mejores lugares. Motivo que me llevaba a continuar buscando. Cuando finalmente lo encontré, me pregunté si Leticia seguiría esperando o se habría marchado, cansada de esperar. Gracias al cielo, al llegar a Jerry, no tarde en vislumbrarla, sentada en una de las mesas que se encontraban fuera de la cafetería. Me acerqué sin llamar mucho la atención, aunque ella se encontraba perdida entre las páginas del libro en sus manos, tanto, que dudaba que logrará alejar su mirada de allí. —¿Yo antes de ti? —pregunté, leyendo el nombre en la portada, atrayendo su atención del libro hacía mi. —¿Qué puedo decir? Soy una romántica incurable. —colocó un separador y lo cerró, sonriendo, de una manera que parecía que nada nunca podía perturbarla. —Lo siento mucho por retrasarme, a esta hora es demasiado complicado encontrar donde estacionar. —No hay problema, la verdad es que ni siquiera había notado que el tiempo paso. —la vi encogerse de hombros, restándole importancia. Me sorprendió su actitud, con Rebeca todo era diferente. No toleraba las tardanzas, si llegaba a atreverme a dejarla esperando, seria motivo de pelea. Ella esperaba que llegará temprano y la esperará, sin importar que demorará una o dos horas. No importaban las excusas, con ella era blanco o era n***o, los términos medios podías reservártelos y como solía decir, guardártelos y utilizarlos con alguien a quien le importará. —De cualquier manera  no es correcto, estas haciéndome un enorme favor… —Ya deja de agradecerme, no estoy donándote un órgano, solo estoy pasándote unos apuntes y estoy segura de que tú también lo harías por mi. —Ella volvió a sonreír, antes de llevar el vaso a sus labios y beber un poco. — ¿Llegaste a tiempo? —¿Al entrenamiento? —ella asintió. —Apenas. No es común, el horario habitual es a las seis de la tarde, pero tenemos un juego en cuatro días, lo que tiene un poco nervioso al entrenador. —Imagino que no se los habrá puesto sencillo. ¿A qué juegas?  —Baloncesto, desde hace un par de años. Este era el momento en el que me preguntaría cómo un tonto deportista planeaba ser un abogado. Esa maldita pregunta, con la que la chica que amaba terminó conmigo. Todos pensaban lo mismo, creían que no podría conseguirlo, pero me subestimaban. No se daban cuenta que todo el esfuerzo que ponía en cada juego, también lo pondría para conseguir lo que quería, y ahora quería demostrarle lo mucho que se había equivocado. —Bueno debí imaginarlo, definitivamente tienes la altura. Sin embargo, no entiendo nada de ese deporte, si hablásemos de futbol, estarías frente a una fanática. —¿No vas a decirme que solo soy un tonto deportista, que nunca lograré graduarme? —no pude evitar preguntar. —¿Por qué diría tal cosa? Créeme no trato de ser agradable, pero de los dos, tú eres quien tiene más posibilidades de graduarse. —¿Por qué lo dices? —Solo piénsalo, me acabas de decir que practicas un deporte desde hace unos años, por lo que estas acostumbrado a crear estrategias. No solo eso, eres capaz de reconocer las fortalezas y debilidades, no solo tuyas, sino de los demás. Esto sin duda juega a tu favor, a la hora de prepararte. Al principio solo la observe, tratando de comprender si lo decía de verdad o solo estaba bromeando conmigo, pero luego de considerarlo, encontré bastantes verdades en sus palabras. —Eres una de las pocas personas que así lo cree. —Tú también deberías hacerlo. —tenía su mirada clavada a la mía, como si intentará hacerme comprender que no mentía. —Yo lo creo y me esfuerzo para demostrarles a todos que puedo hacerlo. —Estoy segura de que lo lograras. También estoy segura de que habrás pasado el tiempo de la clase prestando atención a todo. —ella no tenía idea de que lo único en lo que pensaba, era en la resaca que me estaba matando. —¿Tú no? —Para nada, no podía concentrarme, en todo lo que pensaba era en el parecido que el profesor tenía con un dibujo animado. —no pude evitar reírme de eso, ni siquiera había mirado bien al hombre. —¿Con cual? —No recuerdo su nombre, pero es idéntico al cazador que perseguía a Bugs Bunny. —¿Sam bigotes? —No recordaba muy bien esa cualidad en el viejo calvito. —No él no, el otro. El que tú dices es el que siempre andaba a los balazos. —Entonces no lo recuerdo. —la vi tomar su teléfono y teclear rápidamente algo. —¿Lo estas googleando? No podía creerlo, después de todo el caos que había tenido en la mañana, estaba divirtiéndome con las locuras de esta chica. —Obvio no. ¿Quién necesita google cuando tiene un tío con buena memoria para estas cosas? —respondió demasiado segura de si misma. —Si tú lo dices. —No creía que fuera tan sencillo, de hecho, podría apostarle que terminaríamos recurriendo al buscador. Cuando su teléfono sonó, pocos segundos después, agradecí no haber abierto mi boca. —Elmer Gruñón, te lo dije, es mejor que google. —Negué mientras reía. Estaba pasando un muy buen momento, tanto que quería alargarlo y no tener que dejar de bromear. —¿Acaso es un friki o algo así? —El “Algo así” lo define muy bien. Es un personaje, le encanta apodarnos y una vez que lo hace olvídate de que te lo quite. —¿Tú tienes un apodo? —Lo tengo. —¿Y cuál es? —No pienso decírtelo. —¿Por qué no? Con solo mirarte podría creer que sería algo como Blanca nieves. —no pude evitar decirlo, aunque hubiera deseado no hacerlo. Ella me agradaba, era fácil para conversar, simpática e interesante, pero no quería que piense que estaba tratando de coquetear. —¿Por qué ella? Creo que me parezco más a uno de los enanitos. —No, tienes el cabello oscuro, la piel muy blanca, los labios tan rojos y sin dudas eres muy hermosa. No hay posibilidad que fueras alguien más que ella. —Pues déjame decirte que te equivocaste. Pero estuviste cerca. —¿Aún así no me lo dirás?. —No hay ninguna posibilidad. —No seas aburrida. —hice una pequeña pelota con una servilleta y se la lancé, mientras escuchaba como mi teléfono comenzaba a sonar. —Oye, eso es motivo de sanción amigo. —me señaló, antes de mirar al aparato frente a mi. —¿No atenderás? Aún con una sonrisa surcando mi rostro, desbloquee la pantalla y comencé a leer. Solo dos palabras bastaron para que la alegría se borrará y una sensación amarga se instalara dentro de mi. El mensaje era de Flavio, pidiéndome que llevara mi trasero al apartamento y sacará a la hiedra del lugar. Y eso solo significaba una cosa: Rebeca había vuelto a beber y ahora estaría gritando frente a nuestra puerta. —¿Malas noticias? —levanté mi mirada y vi la preocupación en ella. —Debo ir a solucionar unos problemas. —no quería hacerlo, pero Rebeca era mi ex, no podía pedirles a Flavio o Drew que carguen con ella. —Espero que no sea nada grave. —Metió la mano en su bolso y sacó de allí un par de hojas. —Ten, saqué copias así que puedes quedártelas. —Gracias de nuevo, en serio estoy odiando tener que irme, me estaba divirtiendo. —Entonces llámame, me vendría bien un amigo en esta ciudad. —No debería dudar en que mi número sería frecuente para ella. —Lo haré, nos vemos Leti. —Adiós. —ella volvió a abrir su libro, mientras me alejaba. Fue bueno tener un respiro, principalmente porque ahora me dirigía directamente hacia alguien que creía que aún tenía su correa en mi cuello.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD