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1393 Words
Leticia Me sentía como si hubiera sufrido un accidente, mi cuerpo dolía, mi cabeza parecía que podría explotar, pero sentía que tenía que ponerme de pie. Aquí todo olía delicioso, olía a Santiago, pero no podía ser. Forzándome a abrir los ojos, me di cuenta de que no estaba en mi habitación, a menos que alguien haya pintado las paredes blancas de este tono azul cemento. Pasé mi mano por mi rostro, encontrándome con algo demasiado frio y húmedo en mi frente que no tarde en quitar. Mientras observaba el paño ahora en mi mano, no dejaba de preguntarme qué había sucedido. Con dificultad me senté en la cama y observé todo lo que se encontraba a mi alrededor. Las paredes estaban llenas de posters de jugadores de básquet, los cuales no tenía ni una sola idea de quienes eran, pero el uniforme y la pelota eran demasiado evidentes. También habían muchos trofeos, acomodados perfectamente en los estantes. Tenía una leve sospecha sobre el dueño de esta habitación, entre el delicioso olor, los posters y los trofeos, de seguro Santiago estaría por aquí. Con dificultad y aún sintiéndome un poco mareada, me levante de la cama y comencé a caminar hacía fuera. Llegué hasta lo que parecía ser la sala, lo observaba todo, tratando de encontrar a mi compañero, pero terminé encontrándome con un sillón, desde el cual solo podía ver tres cabezas. Aclaré mi garganta, llamando la atención de los tres, quienes no tardaron en clavar su mirada en mi. Pero fue Santiago, quien no dudó en ponerse de pie y venir a mi. —Leticia ¿Por qué estas fuera de la cama? ¿Te sientes bien? —era tierna su preocupación, pero estaba bien. Estaba lista para decírselo, cuando otro de los chicos se puso de pie y empujó un poco a Santiago, para quedar frente a mi. —Hola, soy Drew. Ven, siéntate que necesito comprobar tu temperatura. —él no preguntó, simplemente me guio hasta el lugar donde estaban sentados y corrió hacia uno de los cuartos. Era un poco atolondrado a mi entender, pero aún no lo conocía muy bien. —Mmm… estoy un poco perdida, ¿Qué me paso? Tenía que preguntarlo, no podía simplemente aceptar la idea de estar aquí, de que me vieran mal. —Ayer te encontré sentada en el suelo de la universidad y no parecías sentirte bien, así que cuando me pediste que te saque de allí, no lo dudé. —todo el aire dentro de mi parecía haberse quedado atorado allí. — Te hubiera llevado a tu casa, pero te quedaste dormida en el auto y no tenía tu dirección. —¿Ayer? —¿Había estado dormida durante tanto tiempo? —Sí, ayer en la tarde lo encontré cargando contigo por los pasillos, desde entonces se la ha pasado cuidándote. —Comentó el chico sentado a mi lado, el que hasta el momento no había dicho nada. —Por cierto, soy Flavio. —Leticia. —Sí, lo sé. Saber que Santiago se había preocupado por mi y que me cuido mientras estuve mal, hizo que dentro de mi todo se encendiera. Era un árbol de navidad andante. Sin embargo, también estaba la preocupación que no dejaba de pinchar en mi interior. Los lobos no nos enfermábamos y si lo hacíamos, no era a este punto. Recuerdo haberme enfermado con anterioridad, pero fue mucho antes de mi transformación. Por lo que esto, no tendría que estar sucediendo. —En serio lamento mucho las molestias que pude provocar. No era su responsabilidad hacerse cargo de mi, sin embargo, me acogieron y cuidaron. —No fue ninguna molestia, lo único que hiciste fue dormir. —dijo Flavio, con una sonrisa en sus labios. —De todas maneras, debió generarles trabajo. —Olvídate de eso Leti, tú hubieras hecho lo mismo. —claro que lo hubiera hecho, pero eso no reducía la culpa que sentía dentro de mi.  —Además lograste sacar a Drew de su proceso de hibernación, lo que es algo bueno. —Cállate imbécil, a diferencia de ti, solo descansaba antes de que comenzaran los parciales. —se defendió este, volviendo con un termómetro en las manos. —A ver Leticia, debo comprobar si la fiebre terminó. Coloqué el termómetro debajo de mi brazo y miré hacía el lugar.  Todo parecía encontrarse demasiado ordenado y limpio, para ser que solo viven tres chicos solos. Incluso las plantas parecían tener mucha más vida, que aquellas que estoy cuidando en casa de mi padre. Cuando le devolví el termómetro a Drew, este sonrió y comenzó a sacudirlo nuevamente. —Me complace decirte que ya no tienes fiebre, sin embargo, deberás continuar tomando la medicación por unos días más. —medicación…los lobos no estábamos acostumbrados a ella, solo en casos extremos, donde se trata de una herida grave, o en caso de cachorros que no se han transformado aún. —Claro que lo haré, trataré de que sea a horario. —Intenta que así sea. —¿Tienes hambre Leti? Solo dormiste, por lo que no comiste nada. —Miré a Santiago y negué lentamente. —No, creó que ya he dado muchas molestias, lo mejor es volver a casa. Además necesito tomar un baño. —Yo te llevo. —estaba lista para negarme a aceptar la oferta de Santiago, pero él continuó hablando. —Te traje en mi auto, por lo que el tuyo aún esta en el estacionamiento del campus. Lo debatí conmigo misma por unos minutos, antes de finalmente asentir. De nada servía negarme, él seguiría insistiendo y lo único que lograría hacer es que creyeran que intentaba hacerme la interesante, intentando que siguieran insistiéndome. Permanecí un rato más allí, mientras Santiago se preparaba, por lo que conocí un poco más a sus compañeros. Flavio, además de jugar baloncesto con Santiago, también estudiaba periodismo deportivo. Por su parte Drew, estaba estudiando Medicina, por lo que comprendía mejor su obsesión con que fuera cuidadosa con los horarios de mis medicinas. Ambos tenían personalidades tan diferentes, mientras Drew se veía relajado e imperturbable, Flavio parecia demasiado serio, pero una vez que entraba en confianza, parecía haber consumido bastantes red bulls a la vez. Cuando Santiago apareció y me preguntó si ya nos íbamos, no tarde en despedirme de los chicos y seguirlo hasta su auto. El viaje nos lo pasamos, yo tratando de disculparme y él diciéndome que me olvide de eso y que no fue nada. Sin embargo al llegar a la casa, ambos entramos y aunque le ofrecí algo para beber, él solo se negó y me preguntó si quería que se quedará a cuidarme. —Ya has pasado un día entero haciéndolo, debes descansar. —No podía seguir aprovechándome de esta manera. La verdad es que me encantaría que se quedará, pero no podía pedirle algo así. No me caracterizaba por ser alguien abusiva. —Podría descansar y cuidarte. —¿Y ser castigado por tu entrenador al no ir al entrenamiento?. —Flavio me había dicho que se había saltado el de ayer, no podía hacer que hiciera lo mismo hoy. —O’Donnell solo nos amenaza, pero nunca nos hace trabajar muy duro. —De todas maneras, no me sentiría bien con hacerte salir de tu rutina. —De acuerdo, no voy a insistir, solo con una condición. —¿Cuál? —no estaba haciendo nada, que luego pudiera meterme en problemas. —Prométeme que si te sientes mal no dudaras en llamarme, no importa la hora. Solo si me prometes eso me iré tranquilo. —Lo prometo. —era tan dulce al decirme esas cosas, que no podía negarme. Mientras lo acompañaba hasta la salida, él volteó, luego de cruzar la puerta. La mirada divertida y la sonrisa coqueta, deberían haberme dado una advertencia de que diría algo para avergonzarme, pero solo pude mirarlo embobada. —Por cierto Leti, eres libre de probarme cuando quieras y solo para que quede claro, tú también hueles delicioso. —soltó, guiñándome un ojo. Completamente abochornada cerré la puerta de un fuerte portazo y me apoyé contra ella. Lograba escuchar su risa y no sabía si estaba burlándose o lo decía de verdad, pero ahora mismo solo maldecía a la fiebre. No podía creer que haya dicho algo así, sentía que podría morir en cualquier momento.
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