Hombres de Lujo

En aquel país de frío ambiente un orfanato era visitado por unas personas muy diferentes al estatus social del lugar. La mujer era alta y refinada, el hombre a su lado era pulcro y serio. La Cuna del Ángel era un centro que albergaba a cerca de quinientos niños esperando ser adoptados, entre ellos había un pequeño de sólo seis años. Tenía el cabello claro y los ojos violeta, además de su peculiar apariencia físca tenía una gran habilidad con los números, las letras y los acertijos. Por lo que esta familia de alto estatus social decidió adoptarlo y darle una nueva vida en Émiratos Árabes, lugar de donde eran oriundos. El pequeño tenía un lindo nombre por lo que decidieron dejárselo dándole el apellido de sus nuevos padres, Eirian Futtaim. Aquel niño no se comunicaba mucho con las personas, sólo quería sumergirse en libros interesantes con imágenes coloridas. En el orfanato no tenía amigos y la mayoría de las veces se le veía en la pequeña biblioteca del lugar. Su llegada a Émiratos estuvo marcada por su nueva familia, una hermana mayor y un hermano dos años mayor que él. Sus nombres eran Linsai y tenía diez años, y Nicholas de ocho años. La niña no lo miró con buenos ojos, Eirian no tardó en darse cuenta que su hermanastra no sería fácil de llevar. —Él es su nuevo hermanito, Eirian— les presentó Suyen la madre de los niños. La niña lo miró con rostro serio, no así el pequeño Nicholas que lo miraba con ojos tímidos. —Hola— le dijo apenas, pero Eirian no le respondió. —Deben darle tiempo a que se adapte— sonrió Rynold, el padre de familia. —Parece un salvaje— dijo Linsai, tomó su muñeca y se fue a su habitación. Suyen llamó a las niñeras, a una de ellas le encargó el cuidado especial de Eirian. Antonella asintió y se llevó al pequeño para darle un baño y alimentarlo. Sofia la otra niñera se haría cargo solo de los dos hermanos. —Es un placer conocerte— le dijo Antonella mientras llenaba la bañera con agua. Le sacó las ropas y se las botó a la basura—Me llamo Antonella y seré tu niñera, cuidaré de ti, te alimentaré, incluso te haré dormir si te hace falta— sonrió la amable joven de cabellos castaños. Eirian como era habitual no dijo nada, pero tenía una mirada expresiva como si dijera más palabras de las que debía. —Los señores nos dijeron que eres muy inteligente. Estuvieron buscando hace tiempo un niño como tú, ¿sabías que eres especial?— le dijo Antonella. Eirian la miraba con ojos inexpresivos, ¿era una broma?. ¿Qué podía tener él de especial si sólo era un huérfano?. Tal vez la única gran diferencia era su magnífica mente, ¿quién habrá sido el inteligente?. Tal vez su madre, o tal vez su padre, o quizás ninguno y los dos eran unos perdedores como los malditos pedófilos del orfanato. Tuvo suerte de ser un niño inteligente, tal vez nunca lo habrían adoptado. Su pequeña mente se centró de pronto en aquellos amargos recuerdos, pero luego regresaba en sí viendo esos amables ojos almendrados. Antonella terminó de bañarlo, lo sacó después de largos minutos. Incluso le cortó el cabello. Luego se dirigieron a la habitación que ocuparía. Al entrar al lugar Eirian se quedó pasmado, en ese enorme dormitorio cabrían todos sus compañeros. La niñera lo ayudó a secarse y lo vistió. —Esta será tu nueva habitación, tiene su propio baño. En ese clóset estarán tus ropas y esa puerta de ahí da al cuarto de juguetes— le dijo Antonella. Eirian la quedó mirando, en sus ojos habían agradecimiento por todo aquello pero también había algo más. La niñera supo entonces lo que quería. —Apuesto a que quieres un buen libro— sonrió la joven—Bien, iré por algo de lectura y comida, vengo enseguida. Eirian sólo vio a Antonella perderse tras la puerta. Creyó en un momento que estaba soñando, pero se dio cuenta que era real. Se asomó por la ventana de su habitación viendo la belleza del lugar, se encontraban en el último piso de una enorme torre de cristal. Abrió los ojos admirando la belleza de los Émiratos Árabes, es ahí donde comenzaría con su brillante futuro. Los días y meses fueron pasando, Eirian poco a poco se acostumbraba a la nueva vida que le dieron, además de las refinadas costumbres que debían tomar. Obviamente en el orfanato le enseñaban lo básico para que pudieran ser adoptados, nadie les habló de como debían comportarse en un lugar lujoso. Pero Antonella y Nicholas se convirtieron en sus aliados y le enseñaron varias cosas. Eirian era como una esponja y absorbía rápidamente todo lo que le enseñaban. Sus padres no tardaron entonces en comenzar a educarlo con profesores particulares. Debían aprovechar que el chico estaba en su crecimiento y tenía una mente fresca. Después de sus clases por la tarde hacía esgrima con Nicholas y karate. Cada día los Futtaim estaban convencidos de que la adopción de Eirian había sido una gran idea.