La condición del abuelo

1505 Words
Capítulo 1 Alexandro Sotomayor Me pongo un Rolex, me acomodo el cuello de la corbata y salgo de la recámara, al llegar a la planta baja, tomo las llaves que se encuentran en el llavero, y me subo a mi Audi n***o. Manejo a toda velocidad, con la música sonando fuerte. Llego a mi destino, estaciono el auto, y me bajo. Me encamino hacía el yate privado donde se encuentran mis amigos para celebrar la despedida de soltero de uno de ellos. Saludo a los amigos con un fuerte abrazo. —¡Hey, ya llegó el rey de la fiesta! —gritan mis amigos. Me río. Bebo un trago de whisky. Disfrutamos de la música y el paisaje, mientras conversamos alegremente. Un par de mujeres aparecen con bandejas de botanas, la que se acerca a mí me deja cautivado, esos ojos avellana, su piel blanca, carita de muñeca, sus labios delgados carnosos, que ganas de probar esos labios. —¿Gusta? —me pregunta con amabilidad. Si supieras lo que me apetece. Carraspeo discretamente. —Gracias —tomo un par de bocadillos. Se retira junto con las otras dos mujeres la sigo con la mirada, “qué mujer”, pienso. La fiesta sigue su curso, bebemos y comemos, hablamos de mujeres, éste aguafiestas de Mateo, no quiso estar con ninguna de las chicas que se encuentran aquí, un acostón antes de casarse no le hace daño a nadie, si estuviera en su lugar si me hubiera aventado a esa mujer de ojos encantadores. La noche llega junto con el viento fresco que aumenta nuestro estado de ebriedad, Paul y Santiago presas del alcohol empiezan a coquetear con las chicas, uno de ellos toma la iniciativa de hacerla sentarse en sus piernas, rápidamente él otro imita la acción. Confieso que deseo hacer lo mismo con la amiga de estas dos mujeres, sin embargo, me detengo, hay algo en ella que me hace querer ser más cuidadoso en mis insinuaciones, pero me siento cautivado. Llego a mí pent-house, me encamino como puedo a mi habitación, me quito el saco, mientras que con los pies me deshago de los zapatos, me desfajo la camisa, me siento bien mareado, tenía mucho que no tomaba de esta manera, mañana tendré una buena cruda. Mi cuerpo cae sobre la cama, mis ojos pesan, cerrándose por completo. Al día siguiente me levanto con un fuerte dolor de cabeza espantoso, maldijo por dentro. Escucho sonar mi celular en mi bolsillo de mi pantalón, «estaba tan mal que me quedé dormido con la ropa de ayer», pienso soltando un suspiro. Veo que es mi abuelo, y vuelvo a soltar otro suspiro antes de responder. —Hola, abuelo. —Alexandro, te necesito aquí en la casa en una hora, y más vale que vengas —dicho eso me cuelga. «De seguro me va a regañar por algo», dejo salir un largo suspiro. Una vez que salgo del baño con la toalla enredada a la cintura me pongo desodorante, me visto y salgo rumbo a casa de mis abuelos. Llego a la lujosa residencial, pongo la clave para poder entrar y me dirijo hacia la casa de mis viejitos. —Hola joven, Alex —me recibe Gloria. —Hola, Gloria, qué gusto verte —le doy un beso en la mejilla. Veo a mis abuelos y a la familia en la sala de estar, mi abuelo me mira serio. Me acerco a ellos, saludo. Me siento enfrente del viejo, su mirada me incomoda demasiado, y esa sonrisita idiota de Vladímir, mi primo me irrita, que ganas de borrarle esa sonrisa con un puñetazo, desde chicos nos hemos llevado mal, se cree mejor que yo, todo lo mío se ha encargado de arrebatármelo, como lo hizo con… Carraspeo despacio, desecho ese pensamiento, porque me causa rabia. —Bien abuelo, ya estoy aquí, ¿por qué tanta urgencia? —le cuestiono. Estar aquí me irrita, odio estar en esta casa y más convivir con éste miserable. Mi abuelo me lanza una seria mirada, bufo irritado —Los cité aquí para que hablemos —comienza en tono serio. Mirándonos a mi primo y a mí. ¿Por qué siento que esto no me va a gustar para nada? Una inquietud comienza a pasar por mi cuerpo, irritándome con fuerza. Vladímir y yo nos miramos, desafiantes, ambos no nos soportamos, nos detestamos. —Como saben debo poner un presidente en la empresa, pero para eso hay ciertas condiciones —no puede ser, sabía que esto no era nada bueno, el señor Alejandro Méndez, el patriarca de la familia ya salió con sus cosas. Niego disimuladamente. —¿Qué condiciones son esas, abuelo? —pregunta Vladímir, con mucho interés. Nos mira por un buen rato. —Qué en unos dos meses, tú —me mira —, y tú —voltea a ver a Vladímir —. Deben contraer matrimonio. Me sobresalto de golpe. —¡¿Te volviste loco?! Mi abuelo me fulmina con la mirada, no me inmuto. —¡Siéntate! —ordena. Vladímir suelta una pequeña risa burlona, lo aniquilo con la mirada. —No voy a permitir esas faltas de respeto, ¿entendiste? Niego enojado. —¡¿Entendiste?! Exhalo frustrado. —Sí, abuelo, sí entendí. Mi abuela le soba el brazo con cariño. —Amor, tranquilízate, eso te puede hacer daño. Mi abuelo suaviza la mirada al escuchar a mi abuela, suspira despacio. —Eso lo hacemos por su bien, para que sienten cabeza, ya tienen 34 —me mira para después dirigirse a mi primo —, y tú 33, están a punto de llegar a los 40 y no han formado una familia, deben tener descendencia, para que el día de mañana sus hijos se hagan cargo de la empresa familiar. Vladímir me echa una mirada burlesca, para después mirar al abuelo. —Yo ya tengo con quien casarme, es una mujer maravillosa, a la que amo. Todos nos quedamos en silencio, analizando lo que acababa de decir. Mi abuelo lo mira directamente a los ojos, si quisiera darse cuenta de que no le estaba tomando el pelo, solo para recibir la presidencia. —¿De qué estás hablando? ¿Por qué no la conocemos? ¿De dónde salió? —lo interroga. Vladímir deja salir una risita ladeada. Antes de que volviera a hablar, suena el timbre. Vladímir se acomoda el saco con tranquilidad y le regala una amplia sonrisa al abuelo. —Ya llegó. Volteo y la veo, está aquí. Bárbara. Camina hacia nosotros con pasos firmes haciendo sonar sus tacones en el piso. Le doy una rabiosa mirada a Bárbara, para después pasar mi mirada a Vladímir de la misma manera, éste sonríe. —¿Qué significa esto, Vladímir? —brama mi abuelo. Bárbara y se detiene en seco al escuchar el grito. Vladímir se pone de pie con mucha calma, su rostro relajado. —Es la mujer que amo, abuelo. Bufo sonriendo irónico. —¿Cómo puedes amar a la mujer que engañó a tu primo? —espeta mi abuelo, enojado —. Esta es una arpía que solo busca la herencia de la familia, no te ama, te está utilizando, no permitiré esté matrimonio —vocifera. —Lo siento abuelo, pero es la mujer que amo, y me voy a casar con ella —se acerca a Bárbara y la toma de la cintura —, le acabo de proponer matrimonio, hoy iba a darles la noticia, por eso está aquí. Mi abuelo los mira mal, y más a ella, sus ojos están inyectados de furia. Mi tía interviene. Se acerca al abuelo, le pone una mano sobre su hombro. —Tranquilízate papá, esas cosas pasan, los jóvenes se enamoraron, fue inevitable —mi abuelo la aniquila con la mirada, mi tía Lorna, da un paso atrás, asustada por la mirada que le lanzó hace un momento. Mis papás y yo cruzamos nuestras miradas, mis padres están bastante molestos. Mi madre le da una mala mirada a mi tía, esta le rodea los ojos, para luego verse sus uñas perfectamente arregladas. Siento que voy a explotar, mi sangre hierve de rabia. No debe sorprenderme, Vladímir siempre ha querido ser superior a mí, siempre está compitiendo conmigo desde que éramos niños. —Me voy —me levanto y camino hacia la salida, no sin antes pasar a un lado de estos traidores. Salgo de la casa hecho una furia, me dieron ganas de romperle la cara ese imbécil, desenmascararlo con mis abuelos, decirles que fue él con quien Bárbara me engañó hace tres años. *** Llega la noche y me veo con Paul en el bar de siempre, nos habíamos puesto de acuerdo después de salir de casa de mis abuelos. Tomamos asiento en una mesa cerca de la barra. Conversamos lo sucedido en casa de mis viejos, cuando de pronto se acerca ella, la de los ojos encantadores. No puede ser. Y una idea se me viene a la mente. Ella, podría ayudarme. Una sonrisa sale de mis labios.
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