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Más que Amigos

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Vivian Montalbo había conocido a sus dos mejores amigos muchos años atrás, en la escuela. El pelinegro, un chico alegre y hasta torpe llamado Joaquín Garza; que se había ganado el corazón de su amiga Isadora Robles y luego estaba el otro; un pelirrubio de ojos verdes, con quien era aún más inseparable: Josh Palacios. Una noche de fiesta el sábado y un juego típico de "¿verdad o reto?", fue suficiente para encender una chispa que no estaba dispuesta a apagarse, por más que quisieran olvidarlo o intentar pasar por alto. Algo que comenzó como un juego… un reto aceptado y un beso que lo cambió todo entre ellos, aunque al despertar al día siguiente, todo debía volver a la normalidad, ¿cierto?¿Los mejores amigos se besan? "No, claro que no", se respondió a sí misma Vivian, sacudiendo la cabeza una y otra vez. ¿Ahora qué haría? No podía hacer como si nada hubiera pasado, aunque… Josh parecía estar bastante bien y hasta normal.¿Podría un beso arruinar la amistad más firme y de años? Entra y averígualo…

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Fiesta el sábado
Estaba parada frente al espejo del baño de mi habitación. Hacía mucho frío, tanto como para arroparme entera. Era época de invierno y caían pequeños copos de nieve por la ventana. Vi mi reflejo en el cristal. No sabía cómo había llegado a esto. Hacía tan pocos días que las cosas estaban tan bien, para que de un momento a otro se tambalearan, dejando una sensación de desconcierto y de no saber qué pasaría. Todo, absolutamente todo había pasado tan rápido, como si el destino hubiera querido burlarse de la vida que manejaba. Mis sentimientos estaban revueltos No tenía idea de cómo sentirme en esos instantes. Todo mi mundo se puso jodidamente al revés desde aquella fiesta… La pijama mal puesta, el pelo despeinado y sobre todo, una angustia infinita reflejadas en mis ojos eran las imágenes que retransmitía mi propio reflejo. ¿Es que he sido siempre tan tonta? ¿Es que está mal sentirme tan confundida como lo estoy? ¿Es malo que mi corazón lata como loco descontrolado cada vez que pienso en su sonrisa? "Sí", dijo mi voz interna, que en vez de ayudarme, me hace sentirme peor de lo que ya me siento. —Maldita sea —espeté frente a mi silueta, que se dibujada a la perfección en aquel vidrio frente al que estaba parada. La imagen de mis ojos decaídos solo reflejaba la confusión y tristeza que sentía en esos momentos. Hoy se suponía que tengo que ir a clases, pues nos toca una práctica muy importante y el profesor sé que me reprobara si vuelvo a faltar, pero la verdad no deseo para nada ir… Es que pensar en lo que pasó el sábado en la noche, me hace estremecerme y me tiene bastante confundida, además, no quiero verle la cara después de lo que pasó, porque mis sentimientos están totalmente revueltos y no sé qué pensar. No sé por qué cada vez que lo recuerdo, en vez de ponerme dubitativa se me dibuja una sonrisa en el rostro. Pero no, no puede ser es algo absurdo que piense así… Flashback: Eran las 8 de la noche del sábado. Josh y Joaquín, como siempre, demasiado puntuales diría yo, estaban tocando la puerta de mi casa y me pedían que bajara. No sé porque no pueden entender los sentimientos de una chica que tiene que arreglarse muy bien para ir a una fiesta… o bueno, al menos estar presentable en su aspecto, ¿no? Me miré al gran espejo que había en mi guardarropa, llevaba un vestido color blanco con un estampado floreado y un ancho cinturón color verde, unos tacones altos color negro y un cintillo con una flor en el costado. Me maquillé, tratando de parecer lo más simple, apliqué un poco de sombra oscura en mis ojos para que el color resaltara y un poco de labial color durazno. Cuando ya estaba lista, me miré nuevamente en el espejo y satisfecha por mi aspecto, salí de mi habitación. Bajé las escaleras de mi casa y al primero que vi fue a Joaquín; estaba tirado en el sofá en una pose de una total comodidad confianzuda. Rodé los ojos. Es tan… Joaquín. También estaba él, mirándome fijamente, hasta que Joaquín empezó a silbarme y a decirme que todos lo envidiarían si iba con una chica tan hermosa tomado de la mano a la fiesta. Josh puso los ojos en blanco y yo le dediqué una sonrisa de complicidad. Lo que no sabía Joaquín es que yo tenía de plan de esa noche que Isadora nos acompañaría, le dije que primero tendríamos una parada rápida, este hizo un puchero y salimos de mi casa, mamá me dijo que volviera antes de las 2am, yo asentí e ingresé al auto de mi castaño amigo. Llegamos a casa de Isadora en 15 minutos, estaba con su primo Nelson, un chico que tenía casi la misma popularidad que Josh, pero era más maduro que él, puesto que después de Tatiana dejó de ser el típico chico popular y algo mujeriego que era Josh. Aunque él llamaba a sus encuentros sin compromiso como agarres o arranques de una noche. Ni bien nos vio, Isadora enrojeció y saludó a Joaquín. ─ Hola, Isadora ─saludó mi amigo. ─Hola Joaquín, qué gusto verte ─ devolvió el saludo, alzando su cara para mirarlo. Su cara estaba enrojecida. Josh sólo saludó con un hola a secas. Yo lo miré y estaba conteniendo la risa que le causaba la pobre de mi amiga, cuando Joaquín se le acercó y le quiso dar un beso en la mejilla a modo de saludo. Isadora subió al coche y fuimos a la fiesta en casa de Nigel. Llegamos a su residencia y ni bien nos vio, nos invitó a pasar. El volumen estaba muy alto y casi no podíamos escucharnos hablar. La fiesta estaba bastante buena; había trago por todos lados, buena comida y lo más emocionante: muy buena música. Joaquín tomó a Isadora y la sacó a bailar, ella con una tímida sonrisa fue con él y ambos se perdieron entre la multitud de chicos eufóricos. Josh y yo simplemente sonreímos y fuimos al pequeño bar de la casa de Nigel; pedimos algo de beber, él nos pasó un poco de vodka mezclado con refresco, creo yo. Ni sé, a final de cuentas, solo quería algo de beber para vencer un poco el miedo y ponerme a bailar. Iba por el quinto trago, mi castaño amigo y yo estábamos un poco mareados cuando Isabel –la hermana de Nigel– gritó: —¡Chicos, propongo un juego, todos siéntense en un círculo! —ordenó a los reunidos. Todos asistieron y se sentaron en un círculo… bueno, en realidad ya era un poco tarde y la mayoría de muchachos se había ido, solamente quedábamos Nigel, Nelson, Reynaldo, Tatiana, Gilbert, Luis, Teresa, Carlos, Raquel – ex de Josh–, Raul, Joaquín, Isadora, Josh y yo. —¿Qué tipo de juego? —inquirió Nelson. —Vamos a jugar con cartas —respondió Isabel, haciendo una mueca de risa socarrona con su cara. —¿Qué tipo de cartas? —otra voz cuestionó. Esta vez Reynaldo. —Unas muy especiales —concretó Isabel rápidamente. —Bueno, en fin, ¡juguemos! —sugerí finalmente. La curiosidad era muy grande. Isabel nos explicó que ella repartiría una carta a cada uno, una mitad específica para chicas y una mitad específica para chicos. Había dos cartas rojas y ella tenía un tablero de castigo, a la pareja que le tocara una carta roja, debería hacer algo del tablero de castigo para lo que iban a restar los días de cumpleaños de cada uno de los participantes castigados. En la primera ronda les tocó a Nigel y a Teresa, restaron los cumpleaños de los dos y les tocó darse un beso apasionado. A Raquel ya se le salían los ojos de la desesperación porque le tocara con Josh, pero le toco con Gilbert, que este último le diera una mordida en el cuello, a lo que ella gritó cuando sintió al pelirrojo hincarle con los dientes en el cuello, dejando una marca rojiza. Yo moría de ganas porque me tocara, quería experimentar y además, tenía curiosidad con quien me tocaría. Isabel dijo: —Volteen sus cartas —casi me dio un infarto cuando vi que me tocaba con él; con mi mejor amigo. Sinceramente no podía creer que algo así esté pasando, yo no lo veía nada más como eso; alguien que era casi un hermano para mí, a quien tenía un lugar muy especial en mi corazón. Con una cara de asombro, asentí cuando ambos dimos nuestros días de cumpleaños, entonces Isabel dijo: —Bueno, bueno; creo que según lo que dice aquí les tocará darse un beso de 5 minutos en la boca —la hermana de Nigel estaba con una sonrisa maliciosa en el rostro. A Raquel casi se le cae la mandíbula de tanto abrir la boca y bueno, yo quería meterme en algún lugar donde nadie pudiera encontrarme. Asentí, un poco avergonzada. Él se acercó lentamente. Su mirada nerviosa me puso aún más nerviosa a mí, pero había algo, nosotros quisimos jugar ese juego y teníamos que cumplir la penitencia, así que en un movimiento que me estremeció, tomó mi rostro con sus manos y me plantó un beso en la boca que me hizo temblar. No era como si no hubiera besado a un chico, pero ese beso era diferente. Yo lo sentí diferente. Sentí como mi respiración se agitaba al entrar en contacto con su cálido aliento y descubrí algo muy placentero en cada movimiento de sus delgados labios en cada movimiento del otro. Volví del paraíso cuando me di cuenta de que todos nos miraban. La mirada maliciosa de Isabel sólo traería problemas. La hermana de Nigel era una loca en muchos sentidos, pero lo más peligroso era que ella no conocía el significado de la palabra vergüenza y bochorno. Llevábamos 30 segundos besándonos, cuando empezó a gritar: —¿Qué? ¿Eso es un beso? —rió, tratando de avergonzar a mi mejor amigo—. Josh, has tenido un montón de enamoradas, ¿y es así como besas a una chica? No seas tímido —lo picó—. ¿Qué esperas dale un beso con lengua? —a su vez, todos de la reunión empezaron a gritar que me lo diera de esa forma. Josh, abochornado y creo que con el efecto del alcohol en la sangre, lo hizo. Metió su lengua en mi boca y profundizó el beso. Yo me quedé estupefacta, pero solo transcurrieron 3 segundos para que yo también siguiera ese vaivén y nuestras lenguas empezaran a jugar la una con la otra. Terminando los 5 minutos nos separamos y nos vimos, teníamos los labios enrojecidos por el beso, Josh se puso a mi lado y me dio un beso que al parecer tenía que ser en mi mejilla; pero chocó gran parte de mis labios, a lo que yo enrojecí. El juego siguió y las penitencias cada vez daban más risa. Pero de un momento a otro, a Josh le tocó besar a Teresa y luego no sé qué sentí cuando los vi, menos mal que el beso de ellos solo fue de medio minuto, porque sentí que iba a estallar si seguía viéndolos así. Luego, pasaron a la siguiente ronda y nuevamente me tocó con Josh; sentí que mi corazón iba a estallar. Como ya nos había tocado antes, Isabel dijo que iba a restar un número a nuestra penitencia anterior. Ambos asentimos y cuando nos dijo qué íbamos a hacer esta vez, me sonrojé bastante. Según la penitencia, Josh tenía que besarme en cruz y luego bajar lentamente por mi cuello, dejándome marcas hasta casi rozar mis senos. Al principio me negué, pero al final, terminamos cediendo. Él miró con suma determinación, se acercó a mi oído y me dijo si estaba segura, yo asentí y empezó a darme un beso, primero en la frente, luego uno en cada mejilla, uno en la barbilla, para luego darme un beso que se suponía que era un piquito en los labios. Esta vez no duró mucho en mis labios, porque luego tuvo que descender y sentí cómo con sumo cuidado apretaba con sus labios la piel de mi cuello, para luego bajar hasta mi pecho. Realmente no sé qué sentí cuando lo hizo, me estremecí con un pensamiento un tanto oscuro; me imaginé a él quitándome el vestido, pero esa imagen salió de mi cabeza e Isabel dijo su famoso "reto cumplido". Pasaron 3 rondas más después de nosotros. Mamá llamó, así que tuve que ubicar a Joaquín, que casualmente no sabía dónde se metió. Lo había visto en las 4 primeras rondas antes de que me tocara el beso de 5 minutos con Josh y luego desapareció, lo busqué por toda la casa y di con él que estaba en el patio con Isadora, besándose. —¡Wow! —exclamé perpleja—. Ese Joaquín se las sabe todas, después de todo no es tan idiota.” —Hablando sola otra vez, tonta —una voz me habló. —Shhh, sólo observa —lo callé. Josh salió detrás de mí y me dio uno de esos abrazos que siempre me daba y casi se le cae la mandíbula de asombro, cuando vio lo que mis ojos estaban viendo. Sonrió de lado y me dijo que me llevaría a mi casa, llamamos a Joaquín y tuvo que despegarse de Isadora, la tomó de la mano y subió con ella al coche. Dieron las 3 en punto, mamá estaba furiosa y me despedí de Joaquín, de Josh con un beso en la mejilla, pero cuando tuve que dárselo a mi amigo, él se volteó un poco más de lo debido y terminé dándole uno de media luna. Subí rápidamente las escaleras, no quería una escena dramática de mi madre; además, tenía miedo de que viera las marcas que me había dejado Josh en el cuello. Me encerré, le puse seguro a la puerta y me caí de espaldas sobre el colchón. Estaba pensando en todo lo que sucedió esa noche, hasta que el sueño se apoderó de mí, no sin antes cepillarme los dientes y ponerme el pijama.

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