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Andrés Corro a toda la máxima velocidad que me dan las piernas. El frío me congela las articulaciones, la calle está húmeda y embarrada y las veredas rotas me dificultan el paso. Llego tres horas tarde a la cafetería, me quedé dormido como un tronco, ¡ni siquiera escuché el despertador! Y eso que sonó como cinco veces. Lo peor de todo es que me dormí tarde porque no podía parar de componer canciones. Abro la puerta del negocio, Celeste me ve con una mueca de disculpas anticipadas y la morocha me dedica una mirada asesina. Me acerco a ella esbozando una sonrisa inocente, cosa que no me devuelve en absoluto. Suspiro y levanto mis manos en son de paz. —Perdón, perdón, llego como mil horas tarde, ya lo sé, me quedé súper dormido y el despertador brilló por su ausencia —expreso antes de q

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