Camila Noto como Andrés se apoya contra una mesa y traga saliva. Lo veo bastante pálido y respira con dificultad, dejo de escuchar a Celeste para prestarle atención a él, que nos dedica una mirada inquisidora. Un instante después, sus ojos se ponen en blanco y cae de cara al piso. Corro hacia él y tomo sus mejillas, sin dejar de llamarlo, pero no sé si me escucha. Le doy palmadas en sus cachetes para reanimarlo, pero sus ojos comienzan a cerrarse de a poco. Mi corazón late con fuerza, no sé qué hacer, y mi prima llama a la ambulancia que sé que va a tardar horas en llegar. —Andrés se desmaya seguido, no te preocupes —dice Merlina—. Se desmayó una vez que salimos a correr porque le agarró un golpe de calor y deshidratación, seguro que hoy no comió nada y le bajó la presión. —Es un floj