Dante Edwards. —Dante… —su voz ronca y sus ojos llorosos me indican que quizás estaba llorando, aunque no me extrañaría porque seguramente escuchó de nuestra intensa reunión con mis padres y mi abuelo. —¿Qué haces aquí, Lissy? —pregunto atontado cuando se acerca por completo a mí, uniendo su frente y la mía. —¿Cómo lograste entrar? ¿Desde cuando estás aquí encerrada? —Quería hablar contigo y llamé a Ariel —contesta colocando sus brazos por encima de mis hombros. —Me dijo que estabas aquí y le pedí que me ayude a entrar sin que nadie se dé cuenta. Aprovecho que ella misma se acerca a mí y la rodeo con los brazos para atraerla por completo a mi cuerpo. Sentir su aroma y su calor es el aliciente que necesito para mermar mi desazón de todos estos días que no estuve cerca de ella. —Tengo m

