Elizabeth Collins. Verlos nuevamente no es tarea sencilla. Me remuevo impaciente en mi asiento, incómoda y aburrida. Este juicio ya se ha extendido demasiado y lo único que quiero ahora es irme a casa. Solo deseo que termine de una vez. Odio admitirlo, pero algo de lo que dijo la abogada de Alissa ayer en la mañana viene a mi mente, realmente se la ve demasiado demacrada, no ha quedado nada de aquella mujer elegante y arrogante de la cual me sentí impactada cuando la conocí, aunque después, conociendo la verdad, me decepcioné. —¿Estás bien? —Ale me saca de mi ensoñación. —No. Quiero irme a casa —respondo en un suspiro. —Esto me tiene aburrida. —El juez ya va a dar la sentencia —dice mi abogado interrumpiéndonos. En eso, el secretario judicial entra con una carpeta cerrada en la

