—¿A dónde vamos? —cuestiono. —¿Por qué eres tan preguntona? —¿Y tú porqué eres tan imbécil? —No lo sé, eres la única que me lo ha dicho, yo no me había dado cuenta. Salimos de la habitación sonriendo y al bajar, no hay nadie en la sala. —Déjame avisar a mi madre —digo mientras volteo a todas partes, buscándola. —No es necesario, están con mis padres desayunando, saben que vine a curarte las manos. —Si, pero no saben que vamos a salir. —Les avisáremos después, con la suerte que tenemos, ahorita nos detienen a desayunar y después a comer y muy seguramente hasta a cenar. Sonrío porqué sé que tiene razón. Salimos y ya tiene su camioneta lista, me abre la puerta y en cuanto me subo, me pone el cinturón, se queda un momento observándome. —¿Pasa algo? —Eres muy hermosa Ava. —No creo