Capítulo 1

2179 Words
—Eres gay. El tono acusatorio y a la vez burlón de Franco, a mi parecer no es para nada divertido. Sin embargo, esbozo una enorme sonrisa, agito una mano y bato mis pestañas de manera coqueta, dejándolo desconcertado y a la vez confundido. Seguramente no se lo esperaba. —Yo antes era, pero eso duele mucho –me encojo de hombros, haciendo a la vez una mueca de incomodidad. A mi lado, Carlson lanza una sonora carcajada–. No te lo recomiendo, las hemorroides comienzan a incomodar luego de un tiempo. Mi colega aprieta los labios en un intento de contenerse, aunque no parece estar funcionando mucho. Estoy a punto de rodar los ojos con fastidio pero solo alzo una ceja en su dirección, que es suficiente para que mire hacia otro lado para no estallar en risas. Franco me mira alternativamente a mí y a Carlson y rasca su cabeza confuso. Por dentro hiervo de rabia porque se le haya ocurrido insinuar algo tan absurdo como eso. ¿No andar de chica en chica siempre tenía que significar que bateaba para el otro equipo? Franco Cooper es idiota, eso lo sabía bien y también la mayoría de los compañeros de trabajo con quienes frecuentaba en el crucero. Un mujeriego empedernido que seguramente tendría alguna enfermedad de transmisión sexual, producto de sus noches de desenfreno con esas prostitutas que encima tenían estúpidos nombres de joyas. Ruedo los ojos y sacudo la cabeza cuando veo que se ha tragado la broma por completo. Parece mirarme con aversión y la verdad me importa un soberano cacahuate.  Que le den por imbécil, no tengo ganas de seguir con esta conversación. Carlson vuelve a su actitud seria y profesional (aunque no lo parezca a veces) y pone de inmediato en manifiesto su sentir, sabiendo bien el motivo de mi actitud pedante, que francamente no me interesa ocultar. —No seas cabrón, Franco –espeta con molestia, mirándolo fijamente con ironía–. ¿En serio crees que Peter anda de culo alegre simplemente porque no es un follador como tú?  —Pues yo... –rasca su nuca, que pronto es golpeada por Steven, uno de los ayudantes de cocina del aclamado crucero–. ¡Oye! ¿Por qué me pegas? —Quizás seas tú el afeminado aquí –ríe a carcajada limpia, sometiéndolo rápidamente bajo su brazo. Ruedo los ojos y me levanto del sitio, dándoles por completo la espalda–. ¿Querías ver si Peter estaba disponible para ti, perra? Franco sigue quejándose como una niñita molesta y yo dirijo mis pasos a la salida sin siquiera mirar atrás.  La brisa marina golpea mi rostro apenas abro la puerta que da hacia la cubierta del barco. Siento pasos detrás de mí y estoy a punto de voltearme para decirle de mala manera a mi compañero de trabajo que no necesito que me siga a todos lados como un maldito perro faldero. —¿Quieres uno? –ofrece un cigarrillo y de inmediato niego con la cabeza–. Vamos hermano, necesitas relajarte. No seas marica. Le lanzo una mirada aburrida y él sonríe con sorna como un maldito demente. Podría mandarlo a la mierda y quedarme a solas con mis pensamientos, pero ya estaba allí y sabía que era más difícil echarlo que lanzarme por la borda. Suelto un suspiro y tomo el cigarrillo que sigue en su mano, encendiendo de inmediato la punta con el encendedor que me ofrece. Le echo una calada profunda y suelto el humo mirando el cielo.  Dentro de unos días volvería a casa y la verdad no era algo alentador para mí. Pensar en mi hermano me ponía de buen humor pero no con todos los pensamientos que me invadían de vez en cuando y solo me causaban desazón. —No le hagas caso al idiota de Franco –comenta con voz dura, sacudiendo la cabeza con reprobación–. No tiene ni puta idea de lo que es la vida.  —Casi nadie la tiene –me encojo de hombros con desdén, porque esa era una verdad que a edad temprana había comprendido–. Que piense lo que se le pegue en gana, no tengo que demostrarle nada a nadie. Tomo otra calada de mi cigarrillo, pensando en la conversión pendiente que tenía con Evan. A pesar de que me había asegurado no involucrarse más con la tal Leilah, no lo había visto del todo convencido y eso me tenía preocupado.  Sabía que algo más pasaba, algo más que no quería contarme y eso me enojaba en cierta manera. ¿Qué acaso no éramos hermanos? Desde siempre Evan había tenido la confianza de contarme lo que fuera, incluso sus aventuras. Tal parece que ahora parezco un psicópata celoso y francamente en cierta forma lo estaba. Siempre habíamos sido él y yo, nunca se había involucrado con una mujer en serio y yo… bueno, no estaba con ninguna del todo simplemente porque no me interesan.  Al menos la mayoría del tiempo. ¿Que suena a marica? Pues sí, pero me importa una mierda. Tengo mis gustos definidos, no quiero complicaciones en mi vida y podía tener una que otra aventura si quería, sin ataduras de ningún tipo y sin tener que andar de mujer en mujer todos los días como si fuese una máquina sexual. No soy marica, simplemente mi vida privada era sólo eso: privada. El que mi hermano se metiera con su alumna, me parecía la peor idea que se le pudo haber ocurrido y de inmediato había manifestado mi descontento, cosa que había desdeñado, para mi disgusto y desconcierto. —¿Qué te tiene tan pensativo? –comenta Carlson dándome un codazo, ruedo los ojos y él se carcajea–. ¿Acaso una chica te tiene nostálgico?  Resoplo porque precisamente hable de eso, porque tengo que admitir que sentía que no debía involucrarme con una chica de esa manera y ahora él saca el maldito tema a colación, como si quisiera vivir esa jodida situación que nada bueno podía traerme. Le saco el dedo del medio y él muy cabrón sonríe divertido, sabiendo claramente que eso era tan probable como que un meteorito cayera en estos momentos en el barco. —Ninguna chica ha logrado ponerme de esa manera –alzo una ceja con suficiencia, satisfecho por ese hecho–, y créeme que no existe una que pueda hacerlo. —Quizás se encuentra en otro país, ¿no se te había ocurrido? –Carlson lanza algo al agua que no logro ver y luego chasquea la lengua–. Tal vez aún no la conoces, hombre. —Y espero no conocerla –sonrío de medio lado, esta vez siguiéndole el juego. Mi colega me mira con una mueca que me causa gracia–. ¿Para qué? ¡Las mujeres no son más que un buen entretenimiento! Tener a una por un rato está bien, pero algo serio... –me estremezco de la cabeza a los pies–, no va conmigo, no va a pasar. —Un día una chica va a captar tu atención de esa manera –me señala con un dedo–, y ese día tendrás que morder tu lengua y meterla por tu c... ¡Oye! Golpeo su brazo harto de su perorata y sus estúpidas palabras de “un día encontrar a la chica” que francamente ya me tiene aburrido.  ¿Era muy difícil de entender que no busco eso para nada?  No conozco a una persona que no sufriera por una relación, que no tuviera que sacrificar su propia felicidad y comodidad por un tercero que a veces ni siquiera llegaba a apreciar tal gesto. No, no había nacido para las relaciones de esa índole y por eso más de una vez había sido acusado de ser homosexual. ¿Quién dice que no puedo ser un lobo solitario sin deseos de atarse a una molesta mujer que seguramente solo sería un incordio en mi pacífica vida? —Eres un maldito cretino –resoplo luego de esbozar una sonrisa maliciosa, al ver que en serio lo había lastimado–. Ya te dije que eso de agarradas de mano y llamar a una chica, andar detrás simplemente por hacer de idiota no va conmigo. Carlson sacude la cabeza descontento pero no dice nada más.  Sé lo que piensa; que un día llegará una chica “diferente” que sí va a soportar mi manera de ser, que será como una santa o algo así y que yo estaría babeando y viendo luces en el cielo por ella.  Casi me echo a reír por ese hecho, pero una mueca de mi colega me hace fruncir el ceño extrañado. Lo miro con curiosidad y él suspira largamente, de inmediato me pregunto a qué se debe su repentino cambio de humor. —¿Qué pasa? –pregunto directo, luego de dar otra calada al cigarrillo–. Ahora el nostálgico parece ser otro. Carlson frunce los labios y de inmediato hago una mueca, imaginando de qué se trata y resoplando por no poder escapar de algo que era en parte mi culpa por haber aceptado.  Las consecuencias de las malas decisiones es algo que repercuten a veces por demasiado tiempo.  —Ella preguntó por ti de nuevo, Peter –su voz titubea y yo aprieto los dientes con frustración–. Ya le dije... —¿Que me morí? –espeto con ironía, imponiendo un tono hosco que me sale a pedir de boca cuando tratamos ese tema–. Ya te dije que no quiero saber si pregunta por mí o si se le cayó una maldita uña, Carl. —Oye, amigo… sé que en parte es mi culpa también, pero ella en verdad te necesita –pone una mano sobre mi hombro que sacudo de inmediato de un tirón–. Quizás si la ves una vez más... —En estos momentos no estás siendo un amigo, Carl –ruedo los ojos, arrojando el cigarrillo hacia el mar. Me siento completamente frustrado–. No quiero tener más nada que ver con ella, involucrarme en ese mundo de mierda no fue nada de provecho para mí y encima que diga que ahora está enamorada, solo hace peor el asunto. —Ya sé que no la quieres y que nunca lo harás, Peter –Carlson resopla, sacudiendo la cabeza–. Pero ella no está nada bien, dice que tu presencia será el único remedio que necesita para salir de toda esa penumbra en la que está envuelta. —No soy un jodido remedio, no soy la cura de nada ni de nadie –a medida que hablo, el enojo comienza a invadir mi sistema, pero también el miedo y la preocupación–. ¡Yo no quería involucrarme de esa forma y lo sabes, Carl!  —¡Ya lo sé! –exclama desesperado, tratando de asirme. Me echo para atrás de inmediato como si sus manos quemaran–. Peter, no sabía que sería de esta manera... —Todo por tus estúpidos retos y yo de imbécil por aceptar –hablo entre dientes, sintiendo mi enojo mermar–. Pero no es tu culpa del todo, yo acepté en parte por estar envalentonado por el alcohol y por creerme más rudo que ellos. —Ya sé que ambos somos culpables, pero el asunto ahora es más peliagudo de lo que pensaba –hace  una mueca, parece descontento con lo que me dirá–. Me dijo que Evan se podía enterar y que debías tener cuidado, porque ellos eran capaces de irse de la lengua si no hacías lo que decían. —¡¿Se atrevieron a amenazarme?! –espeto de mal humor, dándole una patada a la silla que estaba cerca–. ¡Que me maten si eso les complace, pero no voy a caer en sus jodidas provocaciones!  Estoy fuera de mí. Si Evan llegara a enterarse... Sacudo la cabeza porque esa probabilidad además de causarme desazón, me asusta.  Mi hermano no aprobaría mi estupidez y yo mismo me lo reprocho día a día. Había pagado todo lo que querían y habían quedado satisfechos por un tiempo. ¿Por qué mierdas volvían a incordiar mi vida de esta manera?  —¡Maldita sea, no dejaré que vengan con su maldito veneno a mortificarme, mucho menos a Evan! –siento mi sangre hervir y en estos momentos lo que quiero es tomar un arma y agujerear sus cuerpos dejándolos como un colador. Carlson me mira con preocupación, quizás entendiendo lo que pasa por mi mente–. Si quieren jugar rudo, bien; pero que se atengan a las consecuencias entonces. Carlson no dice nada, más sus ojos lo reflejan todo. Él también había sido parte de su juego y aún lo era, pero yo había decidido abandonarlo por completo.  Aunque como dije antes: las consecuencias a veces repercuten por demasiado tiempo. Ahora no sé cómo saldré del hoyo en donde yo solito me había hecho enterrar. —¿Qué le diré a Jazmín? –pregunta mi colega en un tono de voz bajo, tragando saliva con preocupación. —Pues esta vez dile que se ha metido con la persona equivocada –espeto entre dientes, apretando mis puños a los costados–. ¡Y que se puede ir derechito a la mierda!  Me doy media vuelta y me alejo de allí, sintiendo mis manos temblar y mis ojos arder. Tengo que alejarme nuevamente de toda esa basura y la única razón por la que me mantengo en pie es seguir adelante por mi hermano; a pesar de esa parte oscura de mi vida que el propio Evan ni siquiera sabe y espero nunca llegue a saber. ¿Que suena hipócrita que quiera saber de sus secretos cuando yo no le había revelado los míos? Es cierto, pero nadie puede saber en todo el lío que me había envuelto por andar escuchando a mi compañero de trabajo, por una de esas malditas “noches de encanto” donde me creía el ser más invencible del mundo. Sacudo la cabeza con frustración porque solo quiero respirar nuevamente, sólo quiero salir de esa pesadilla que me persigue sin contemplación, como el jodido juego del gato y el ratón. Sólo quiero volver a vivir en paz. *"*"*"*"*"*
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