Con el corazón en la boca y las lágrimas cayendo a borbotones, obligo a mis pies a moverse es pesar de parecer un par de gelatinas. El nudo en mi garganta es difícil de sortear, pero me olvido de todo al tener un solo objetivo en mente: comprobar que Gina esté bien. Apenas me acerco a ella, escucho un quejido que brota de su boca y las manos me tiemblan. Los ojos me arden y el nudo en mi garganta se vuelve aún más denso. —Estoy… bien –escucho su dulce voz, que en este momento me parece es el mejor sonido del mundo–. Me… resbalé y caí. Como puedo ayudo a levantarla, justo para comprobar que no tiene un sólo rasguño. No puedo controlarme más y la aprieto contra mí en un apretado abrazo que de seguro la dejará adolorida, pero siento tanto alivio de saberla bien que en éstos momentos no