La casa de Antonio Evans era un caos. Marco tomó el celular y cerró los ojos mientras escuchaba el tono – tenemos un problema, el señor salió sin escolta. Tomó las llaves del jaguar y no sabemos a dónde fue – hizo una pausa, los gritos del otro lado de la línea eran muy fuertes – cerramos el portón, pero él iba a gran velocidad y golpeó el portón. Entiendo – bajó la cabeza en señal de asentimiento – sí, llamaré ahora – tragó saliva. Los demás esperaron sus indicaciones. – Contactaré a la policía para que los agentes de tránsito no lo detengan, hay que llamar a sus contactos, los tres idiotas de Quantum, tal vez vaya con uno de ellos, y tú – miró a Javier – toma el coche y búscalo, ten tu celular a la mano, te llamaré si tenemos noticias. Javier sacó su celular viejo, el que solo servía

