Invitaciones Parte 1

1780 Words
Sarah frunció el ceño – ¿qué haces aquí? – Comprar, supongo, es lo que haces en una tienda, ¿no? Sarah cerró los ojos y respiró profundamente. Supongo que recordó en donde estaba y cuán importante era mantener la compostura – seguro, ¿buscas algo en especial? – Zapatos. – Nuestra sección de calzado está por aquí – dio la vuelta. En realidad, ya conocía el diseño de Princesa, Víctor me envió los planos semanas atrás y vi fotografías de la tienda, sabía en donde estaban los probadores, la sección de cosméticos, la ropa y la sección de calzado, pero no podía decir que tenía esa información, así que la seguí. Sarah mantuvo la espalda recta y una sonrisa de comerciante – aquí estamos, puedo mostrarte la talla que quieras, pero no creo que alguno de estos modelos sea de tu estilo. Tenía muy presente nuestra última conversación, por eso quise asistir a la inauguración, quería arruinarle el día, por suerte no necesité hacer mucho, solo presentarme – me siento halagada, no sabía que conocieras el tipo de zapatos que uso. Noté su selección de calzado desde la primera reunión, especial para diabéticos, mujeres embarazadas, y diseños ortopédicos, incluso había un par de botas plásticas para después de una operación de tobillo. Como ella dijo, nada de mi estilo. Y de pronto, escuché su voz – ¿a qué viniste realmente? Si le dijera que estaba ahí para vigilar mi inversión, ella jamás lo creería, por eso respondí – vine a entregarte esto – abrí mi bolso y saqué la invitación – voy a casarme en junio, espero que no te moleste, recuerdo que te propusieron matrimonio en navidad, pero no has dado una fecha, y yo no quiero esperar a que tú te cases, para planear mi boda, ¡no hay problema!, ¿cierto? Ella ocultó su mano y yo actúe como si no hubiera notado que no llevaba el anillo. – No sabía que te gustaban las bodas relámpago – dijo y guardó la invitación dentro de la carpeta con el logotipo de Princesa que tenía en las manos. – Ya me conoces, soy de las que viven a mil por hora. La boda será en la mansión del abuelo, y si pudieras hacerme un favor – volví a abrir mi bolso para sacar la segunda invitación – no puedo comunicarme con Jorge, dale esto por mí, ¿quieres? – sonreí. Sarah tomó la invitación y la guardó. – Fue un placer, buena suerte con la tienda – me despedí. Cerca de la entrada vi a Víctor, ambos actuamos como si no nos conociéramos, pero justo después de irme, me envió un mensaje para regañarme. ***** Mamá estaba en el casino la primera vez que la llamé, la segunda vez me dijo que estaba en el spa, en la tercera, tuvo un acceso en el dedo índice de la mano derecha debido a una mala pedicura y tomaba antibióticos, la tercera vez se reunió con unas amigas. La cuarta, toqué su puerta y me planté en la entrada hasta que finalmente me abrió. – Deja de fruncir el ceño – me dijo – te sube el estrés y eso afecta la cortisona, envejecerás más pronto. Me asusté un poco, toqué mi frente y me miré en el espejo, ya que no tenía líneas por el estrés, volteé a verla – llevo días buscándote, y antes de que lo digas, no dejaré la invitación para mi boda en tu buzón – abrí mi bolso y le entregué el sobre. Ella lo tomó a regañadientes – aun estás a tiempo, puedes arrepentirte, yo lo entenderé y les explicaré a nuestros conocidos. – Mamá, voy a casarme, es lo que deseas desde hace años, ¿no?, por eso todas las citas a ciegas, las reuniones. Finalmente voy a dejar de estar sola, deberías estar feliz. Fue su turno de fruncir el ceño – lo estaría, si te estuvieras casando con alguien de tu nivel, esto es un error – señaló la invitación y la lanzó sobre la mesa – no me sentiré tranquila hasta que canceles esta tontería. No quería tener esa conversación – dijiste que estabas en deuda conmigo, dejé que organizaras tu fiesta de cumpleaños en la mansión del abuelo, mandé a que cambiaran todo el diseño del jardín, casi destruiste la fuente y yo me quedé callada. – Debí saber que estabas planeando algo – susurró. – Voy a casarme con Leo, y sería increíble que me apoyaras, y hablo de realmente apoyarme, eso incluye; no hacer comentarios despectivos y no aparecerte en la fiesta acompañada del “chico de los Evans” Me miró enfadada y cruzó los brazos – bien, si tanto deseas estrellarte contra un iceberg, adelante. Solo mi mamá compararía mi futuro matrimonio con el Titanic. Entregarle la invitación a papá fue más fácil, llegué a su oficina, esperé a que su secretario me dejara pasar y puse la invitación sobre la mesa. Él se puso los lentes para leer la fecha y me felicitó. Salí de la oficina, entré al elevador y de nuevo, sentí que mi estómago se comprimía, no me pasaba antes y pensé en ir con un gastroenterólogo antes de la boda. Detuve el ascensor e hice una pausa en la cafetería, había gelatina de rompope. Mi abuelo tenía muchas bebidas predilectas, pero el brandy era como su medicina, lo tomaba a todas horas. La abuela prefería el vino y el jerez, le gustaba porque el sabor dulce, o así lo describía. Un día tuvo una reunión como parte de los actos benéficos organizados por la compañía y volvió a casa con una gran botella de rompope. El abuelo dijo que era una bebida vulgar y la abuela lo tomó para hacerlo enfadar, entre más vulgar se viera, más feliz era la abuela. Esa tarde la cafetería tenía una gelatina de rompope y sin pensarlo, la compré para probar a qué sabía esa bebida vulgar que tanto hacía enojar al abuelo. Me gustó bastante. De pronto, una persona se sentó frente a mí, era Jared. Sin querer recordé nuestro primer encuentro, fue exactamente así, yo sentada en ese mismo lugar, tomando un té helado y él, sentándose delante de mí con un largo discurso del que solo recuerdo algunas frases. “Te he estado observando” “Mi nombre es Jared, trabajo en recursos humanos” “Si quieres algo sin compromiso, llámame” Me pareció que era un hombre decidido, confiable y directo. Me impresionaron sus cualidades, pero esa tarde, la única frase que importaba era la que me dijo en el Royale Nocturno. “Toda tuya, no vale tanto” Me levanté. – Espera – dijo Jared y sujetó mi mano, después bajó la mirada y me soltó – solo dame cinco minutos. Tenía muchas razones para irme y dejarlo ahí, pero había muchos recuerdos entrelazados, si bien Jared fue un ser despreciable esa noche, el resto de nuestra relación lo consideré un buen compañero. Por eso me quedé. – Lamento lo de la otra noche. – Te refieres a cuando conociste a mi novio y lo llamaste; “tu nueva víctima”, me sujetaste de la muñeca, me empujaste sobre el sofá cama, insinuaste que querías escucharme gritar y te despediste con un, “toda tuya, no vale tanto” Él se lamentó y cubrió su boca con la mano – estaba muy ebrio. – Lo noté. Había algo en su mirada, me dio la impresión de que realmente estaba arrepentido por lo que pasó, por eso acepté hablar con él. – Supe que vas a casarte. Había personal de la empresa de papá en la fiesta de cumpleaños de mamá, sería extraño que no lo supiera – en junio. – ¡Tan pronto! Asentí. Él me miró sin poder creerlo y soltó un resoplido – no tuve oportunidad, ¿cierto? Parte de esa conversación hizo que mi sangre se helara, habría preferido levantarme desde el comienzo y no estar ahí. – Nuestra relación fue casual, tú lo dijiste desde el comienzo, que sería algo sin compromisos. – ¿Qué otra cosa querías que dijera?, si te hubiera dicho que quería una relación formal me habrías rechazado – habló mientras se inclinaba hacia el frente para no alzar la voz – te vi hacerlo muchas veces, en esta misma cafetería, rechazaste a todos los que te invitaron a salir. Tenía que intentar algo diferente. – ¿De qué estás hablando? – ¿En serio, jamás lo entendiste? – dijo y vi cómo sus ojos se humedecían – te amaba. Estuve esperando el momento perfecto para invitarte a salir, te regalé un anillo en tu cumpleaños, renté una villa junto a la playa para pasar nuestro aniversario, estuve ahí cada vez que tus hermanos, tus padres o tu abuelo te hacían llorar, planeaba pedirte matrimonio, pero tú… Hizo una pausa, yo no pude interrumpirlo, ni siquiera podía creer lo que estaba escuchando. No vi al hombre confiado y decidido con el que solía salir, sino a alguien roto. – Terminaste conmigo. No me diste una razón, solo…, me citaste en el bar y eso fue todo, quise darte tiempo, pero tú cambiaste tu número y dejaste de venir a la cafetería. Sabía que no estabas saliendo con otra persona, por eso pensé en esperarte y de la nada, te veo en el Royale, besando a otro hombre en la habitación donde solíamos vernos. Confieso que después de llegar al bar, giré a la izquierda y descorrí las cortinas sin darme cuenta de que esa era la esquina favorita de Jared. Él se talló los ojos y se levantó – ya no importa. Felicidades por tu boda – se despidió. Yo arruiné todas mis relaciones. “Yo te amo Regina, ¿y tú?” El día en que Rafael me hizo esa pregunta, respondí – no – y me alejé, culpé a sus amistades, sus compañeros de videojuegos que me criticaron por no ser romántica y a su amiga de la infancia quien le dijo que yo no lo amaba porque no era celosa. Culpé a todos y salí de ahí con las manos limpias. “Mi familia es de ascendencia italiana, tienes que saber estas cosas si vamos a vivir juntos” En una de sus conversaciones sin sentido, Adrián, mi segundo novio, habló sobre sus planes a futuro y en ellos, había una casa, una camioneta, un perro, tres hijos y yo, en el papel de su esposa. Dejé de responder sus mensajes, perdí mi celular a propósito y dos meses después, fue evidente que la relación había terminado. Duele saberlo. El problema soy yo.
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