—No olvides que esta es mi casa y que yo decido a quien invito—Dijo Vincent.
Wendy sonrió con amargura y asintió. —Entiendo, ¿Ya has cenado?, puedo prepararte algo, debes de estar cansado.
—Ya hemos cenado, Vincent me llevó a un lujoso restaurante, además, no creo que sepas de alta cocina, Vincent está acostumbrado a lo mejor, y ahora, queremos hacer la digestión con un poco de ejercicio—Dijo Catalina acariciando el brazo de Vincent de un modo tierno.
—Ve a dormir, y no salgas de tu habitación—Ordenó Vincent.
Wendy corrió a su habitación y se encerró mientras se sujetaba el pecho, odiaba a esa mujer, odiaba a Vincent, jamás iba amarlo, pero tenía que esforzarse en ser la esposa perfecta y soportar, solo hasta que su madre saliera del hospital, entonces, podrían empezar de nuevo.
No parecía tan difícil, pero detestaba ver a esa mujer vivir felizmente, sin culpas o castigos, después de lo que hizo, ella solo merecía pudrirse en la cárcel.
Los días siguientes, Wendy tuvo que tragarse su coraje, pues Catalina siempre llagaba con Vincent, y Vincent no respetaba el título que Wendy tenía como la esposa del heredero de la familia Priego.
No importaba, Wendy iba al hospital a ver a su madre y platicarle de cualquier cosa, la madre de Wendy estaba en coma, y había solo una pequeña esperanza de que ella despertara.
Mientras estaba visitándola, el doctor Luis Gonzales, estaba al pendiente de aquella joven, lo había cautivado desde la primera vez que la vio, Wendy era bellísima y muy amable.
Era imposible solo ignorarla.
Se armó de valor y entró al cuarto donde estaba Wendy sujetando la mano de su madre.
—Buenas tardes.
Wendy lo miró y se enderezó, para luego dejar ver una sonrisa. —Buenas tardes doctor.
—Haré los chequeos rutinarios—Dijo Luis acercándose, Wendy solo asintió, por lo regular siempre venía la enfermera a hacerlos, pero era mejor si lo hacía un doctor, así que solo lo dejó trabajar.
Cuando Luis terminó miró a Wendy. —Está todo bien.
—¿Cree…cree que ella despertará pronto?.
—Eso es algo que no sabemos, depende de ella.
Wendy asintió. —Hay esperanza, eso es todo lo que necesito—Dijo tratando de ser fuerte.
—Tú…¿Usted como está?—Preguntó Luis al verla tan delgada.
—¿Yo?, bien.
—¿Puedo revisarte?.
—¿Qué?, ¿Por qué?.
—No me lo tomes a mal, es solo que tu piel está pálida, y tú estás muy delgada, debes de cuidar de tu salud también.
Wendy sintió cierto calor en su corazón, nadie se preocupaba por ella, no desde que su madre cayó en coma, asintió y Luis se acercó, le tomó la presión, la temperatura, la revisó con cuidado, como si ella fuese tan frágil como un pétalo.
—Te vez bien, tu presión es un poco baja, te recetaré unas vitaminas, para que tengas más apetito y recuperes el color de tu piel, eres muy hermosa…
Wendy lo miró fijamente y Luis se dio cuenta de su imprudencia, se puso un poco rojo y sonrió avergonzado. —Lo digo con todo respeto, debes de cuidarte— dijo escribiendo algo en un papel, se lo dio a Wendy y la admiró tanto como pudo. —Si te sientes mal, por cualquier cosa, así sea muy pequeña, ven conmigo, te atenderé a cualquier hora.
—Gracias.
—No hay de que.
Luis salió a toda prisa y Wendy sonrió.
Pasó a la farmacia por las vitaminas y fue directo a casa, el doctor tenía razón, tenía que estar fuerte y sana para cuando su madre despertara.
Al caer la tarde, decidió cocinarse algo decente, así que se metió en la cocina mientras que la cocinera la miraba algo avergonzada.
—Prepararé lo que usted me pida señora, no debe de molestarse—Dijo la empleada, en un principio pensó que Wendy sería caprichosa y difícil de atender, pero era todo lo contrario, era gentil, educada, y ordenada, Wendy provenía de una familia adinerada, pero lo había perdido todo, lo único que le quedó, fueron un par de cambios de ropa y dos pares de zapatos.
—Está bien—Dijo Wendy mientras prendía la estufa. —Puedo hacerlo yo misma.
—Lo siento mucho señora, el señor Priego nos ordenó, no hacerle comidas elaboradas, por eso le servimos solo ensaladas frías, debe de estar harta de eso.
Wendy miró a esa mujer. —¿Él lo ordenó?.