Capítulo 2

1480 Words
Estaba agotada y apenas vamos a miércoles. Las prácticas son hermosas pero requieren mucha energía, aún más trabajando con niños. Realmente me encantó oncología, los pacientes son en su mayor parte divinos con el personal. Si, están luchando con el cáncer, algo terrible y agotador, pero, con todo eso encima, ponen una sonrisa cada vez que nos ven llegar y derriten mi corazón. Además, las enfermeras del área nos recibieron con los brazos abiertos, felices de que estemos allí. Cada duda o consulta que teníamos ellas la contestan sin problema. El primer día me tranqué con una máquina de monitoreo y ellas amablemente me mostraron como hacerlo. Por suerte no se lo contaron a Moreno. Pidió excelencia y lo que menos quería era cometer un error que me dejara de patitas en la calle. Quitando ese problemilla con la máquina, el resto del tiempo todo ha sido perfecto, incluso con el paciente estrella de el doctor Moreno. Resultó ser un niño algo complicado y nada cooperativo. Pero es entendible, el pobre está luchando contra un cáncer agresivo y veloz. Me dolió en el alma ver su pequeño y flaco cuerpo lleno de moretones que aparecen a diario, su palidez y cansancio. Es demasiado para un niño de ocho años. Al menos sonrió conmigo, una pequeña sonrisa pero una sonrisa al fin y al cabo. Estaba auscultando su pecho cuando lo sentí palpar mi bolsillo derecho escuchando el ruido que hacía el papel de los caramelos. Su carita cambió cuando se dio cuenta de qué era lo que había en el bolsillo. Por supuesto me pidió uno y se lo di. Recuerdo el ceño fruncido en el rostro del doctor Moreno al verlo, pero me apuré a explicarle que eran sin azúcar. Un punto para mí. Hoy tocaba noche de vivo y debía prepararme porque en unas horas tendría cientos de hombres esperando verme hermosa y seductora. Salí del hospital corriendo para descansar un poco antes de exponerme. -Dos horas para el vivo –murmuré mirando la hora. Mi celular comenzó a chillar y corrí a contestar. Era Emma. -Hola bella –saludé. -Ábreme perra, estoy afuera. Colgué y miré mi bata pensando en vestirme con algo pero terminé encogiéndome de hombros y abrir la puerta. Emma sabía lo que hacía después de todo. Fue ella quién me dio la idea. -¡Hola perra! –saludó. Me abrazó y sacudió un poco antes de entrar. -Hola nena–saludé. Dejó unas bolsas en la mesa y se quitó el abrigo. -Huele a flores aquí. ¿Tienes un vivo? –preguntó. Asentí. Dio saltitos de punta emocionada. -¡Maravilloso, siempre quise verte realizar uno! Negué totalmente. -Na ah, en dos horas abriré esa puerta y te irás a tu casita o a buscar tu sabor de la noche –dije firme. Si bien me dio la idea de iniciar con esto de los vivos, jamás dejé que me viera en acción. No podría volver a ver su cara otra vez. Nos conocimos en la secundaria y desde entonces hemos sido amigas y, aunque conoce mucho de mí vida, esto es algo en lo que no me siento cómoda involucrándola. Pero Emma es Emma y claramente hace lo que quiere. Se tira al suelo de rodillas y gatea hacia mí juntando sus manos en favor. -Por favor, por favor, por favor amor de mi vida. Déjame verte, prometo que no me excitaré y reservaré los comentarios futuros para mí. Seguí negando. No iba a pasar. Se levantó y abrió la bolsa que trajo sacando una más pequeña mostrándomela. Tenía el logo de la mejor tienda de lencería para chicas plus size. Allí compro todos mis conjuntos para los vivos. -Lo sabías –dije acusándola. Se encogió de hombros sin sentir culpa. -Claro que sí, ya es tiempo de que me dejes ver lo que, para empezar, fue mi idea. Tomé la bolsa de sus manos y la abrí sin decir nada. Observé lo que había dentro y juro que me dieron ganas de estrangularla. -Juegas sucio –dije viendo la prenda. -Claro que sí, no ganaría nunca si jugara limpio. Bufé y lo pensé durante unos segundos. Conocía a Emma lo suficiente para saber que buscaría la manera de verme realizar los vivos. Insistiría una y otra vez hasta cansarme y darme por vencida. Podría ahorrarme todo eso ¿no? Resignada terminé asintiendo. -Te puedes quedar pero nada de interrumpir o hablar. La mayoría de los hombres que se conectan tiene una fantasía de mí que no quiero romper. Es un muy buen dinero, si te ven seguramente me manden al demonio y no vuelvan a conectarse. Asintió. -No te preocupes, me quedaré en la puerta de tu dormitorio y no diré una palabra. ¿La puerta no se ve verdad? -No. Aplaudió y corrió a buscar una silla para colocarla junto allí. Crucé mis brazos y loa miré levantando una ceja. -¿Qué haces? –pregunté. Señaló la silla como si fuera obvio. -Estoy guardando mi lugar, duh. Negué con mis cabeza, ahh, no cambiaría nunca. -Faltan dos horas, tengo que prepararme y la silla allí me complica la situación ya que debo entrar y salir del dormitorio –expliqué y esperé unos segundos a que cayera en su cabecita mis palabras. Abrió la boca. -Oh cierto, sorry. Estoy emocionada. Lo bueno de Emma es que tenía mucho estilo, aunque creció pobre como yo, siempre buscó la manera de destacar su ropa y atraer atención. Ahora se dedicaba a trabajar de estilista para una revista de moda. No de las grandes, que eran su sueño, sino una revista nacional que era conocida en la ciudad. -¿Qué debería hacer con mi cabello para que combine con el conjuntito que trajiste? –pregunté mirándome en el espejo. -Definitivamente un medio recogido, que puedes deshacer para liberar ese pelo y matar de un infarto a los mirones –contestó mientras manipulaba mi cabello -¿Cuándo va a ser el día que me dejes tocar este hermoso y virgen pelo. -Nunca –contesté riendo. -Me duele tu palabra maldita. Soy una profesional que te dejará como diosa. -Sé lo que quieres hacer con mi pelo y ni loca te dejaré. Me encanta tal cual es. Mi cabello era uno de mis mejores atributos, oscuro, brillante, largo y con ondulaciones en las puntas. Lo amaba. Además resaltaba mucho mis ojos claros y, por algún motivo, sentía que no podría cambiarlo, era especial para mí. Me recordaba a ella. -Me gusta tal cual es. Bufó. -Algún día dejarás que mis manos toquen este cabello. “Nunca en esta vida” pensé. Me realizó el medio recogido y también el maquillaje. Estaba muy emocionada por participar del vivo y se esmeró muchísimo dejándome irreconocible con ojos dorados y labios rojo sangre para combinar la lencería. Definitivamente esta noche ganaría unos cuantos dólares. Faltando unos minutos para comenzar me puse el conjunto y salí para darle un vistazo. La traviesa escogió un sostén push up rojo, con seda y encaje, bragas de seda y un negligé transparente del mismo color que iba encima. Desfilé por mi cuarto escuchando los silbidos de mi amiga y aplausos. -Estoy a punto de cambiar de bando. Cualquiera te comería entera, podrías matar al que viniera. Realmente me veía como una traviesa diablita. Tal vez podría realizar un pequeño juego de rol esta noche. Eso les gustaba mucho y hace unas semanas que no lo hago, seguramente estarán complacidos y pagarán extra. -No tengo ningún antifaz rojo –pensé el voz alta. -¿Tienes dorado? –preguntó Emma. Asentí y busqué el antifaz dorado que había comprado un par de meses atrás y jamás usé ya que no tenía prendas que le combinaran. Lo saqué de la caja en donde estaba guardado y dudé un momento si usarlo. -Es algo transparente. No quiero arriesgarme a que alguien me reconozca –dije preocupada. -Olvídalo, nadie te reconocería con ese maquillaje. Además, socialmente no eres la mejor cariño, lamento decirlo, pero dudo muchísimo que cualquier conocido te reconozca así. Es verdad. Nunca me gustó salir mucho, siempre fui hogareña. Prefería un buen libro o serie a tener que salir al exterior. Podría contar con una mano la cantidad de veces que salgo de fiesta en un año, aunque también se debía a que hasta hace unos meses vivía con lo justo. -Tienes razón –respondí. Me coloqué el antifaz y lo até con la cinta dorada que tenía pegada. El reloj de la pared sonó y me apresuré a comenzar con el vivo. Emma tomó su silla y se sentó a lo indio esperando ansiosa el comienzo de la transmisión. Abrí mi laptop y entré en la página. Ya había unos cientos de usuarios esperando así que sin perder más tiempo, hice clic en play y que comience el show.
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