CAPÍTULO 2

1618 Words
Dos años después.     El sonido de la alarma le despertó, ella tantenteó para encontrar y apagar la bulla pero lo que encontró fue el contacto frío con las baldosas. Abrió los ojos desorientada, pero los volvió a cerrar de golpe, la luz. Poco a poco volví a abrirlos y mientras sus ojos se adaptaban recordó donde estaba. En el piso de su baño.     Se incorporó y sintió los dolores consecuentes de haber dormido en el baño, en una mala posición sin recordar que había estado llorando hasta quedarse dormida. Le dolía la cabeza como si dentro de ella se estuviera tocando una batería y el rock metal fuera la especialidad de dicho músico. Se miró al espejo y vio su aspecto pálido y ojeroso, no era algo que le sorprendiera.     Salió del baño y tuvo que tener cuidado de no tropezar con las cosas que estaban esparcidas en el suelo, se regañó internamente de que luego tendría que recoger ese desastre, fue lo más rápido que pudo directo a la alarma que seguía sonando, se sentó en la cama y estuvo a punto de acostarse con la idea que solo sería un ratito, pero era mentira, ella lo sabía, así que se dijo a si misma que era mejor no tentarse, se levantó de la cama de mala gana y fuera al armario sacó su uniforme y se fue de vuelta al baño.     Un cuarto de hora después salió del baño, ya vestida, tomó su cartera y sus llaves. Media hora más tarde Jennell entra por la puerta trasera del bar-restaurant directo a la cocina, sabía de sobra que unos cinco minutos tardes eran más que suficiente para una segunda advertencia y a la tercera era la partida.     Alisando su uniforme, un pantalón negro a juego con su camisa y corbata azul, tomó la lista que llevaba los pedidos de las mesas y acercándose a Will que estaba de espalda sirviendo platos,  pregunto cuál eran los más retardados. —  Esos que están allí— señala con un gesto de cabeza un plato que llevaba una especie de pescado y ensalada —, lleva allí al menos diez minutos, Susana aún no llega y Kenia está haciendo lo mejor que puede. Hoy hay mucha gente. — Vale, gracias Will.     El moreno siguió sirviendo y Jennell después de haber revisado los números, tomó cuantas bandejas pudo sin perder la imagen pulcra que debían de dar. Atravesando la puerta de la cocina a la sala donde las mesas esperaban se dirigió a la cinco, a la dos y la siete, anotando pedidos y recibiendo algunas quejas por nada y por cualquier cosa en el plato. —  Atareado ¿No? — preguntó Will con una sonrisa mientras seguía sirviendo.    Jennell asintió y por un momento pensó en lo paciente que era, y aun cuando el mundo se le caía El no paraba de seguir a por más, ella podía imaginarse lo duro que debía ser responsable de una menor, una menor que se le va la vida en tratamientos.     Recordó el día que la había encontrado con el alma en los pies, no había llorado no por no querer, sino porque su cuerpo no reaccionaba a las emociones del momento, de hecho sintió, sintió su corazón caer y la motivación de seguir en pie. Will pasaba por el parque para tomar el bus que le llevaba cada día  su casa y la veía a esas horas habitualmente, siempre parecía pensar o estar en otro lado lejos del parque, pero ese día su aspecto trasmitía lo que sentía, o al menos Will sintió su tristeza. Dudó de acercarse ese entonces por temor  a molestarle por invadir su espacio, siguió su camino como de costumbre, aun así no tardó en devolverse por un chocolate caliente, se sentó despacio y le tendió el envase. Los primeros minutos todo fue silencio, hasta que Will dijo que pasara lo que pasara todo iría bien, Jennell tomó otro sorbo y con una media mueca empezó  contar, resumió muchas cosas pero dijo que por un motivo, no podía usar sus documentos de identidad  para buscar trabajo, que esa noche era la última en el hotel que pagaba y que sus horros se habían ido al traste. —  ¿Estas bien? — escucha la voz de Will.     Y volviendo a la realidad, toma los platos que ya estaban servidos y sale al ruedo nuevamente, así pasa hasta dar las seis y media de la tarde.     Después de haber limpiado las mesas regresa a la cocina donde Will se quitaba el uniforme, tomando la cartera se pregunta si preguntar o no por Fleur, pero viendo el semblante calmado de Will se atrevió a hacerlo. —  ¿Cómo está ella? — pregunta lo más sutil que puede.     Él se da la vuelta para prestarle atención con una sonrisa amable y un brillo de tristeza en los ojos la mira antes de colocar las palmas de las manos en la encimera. —  Sigue igual, no hay progreso. — su voz casi era un susurro y Jennell sabía cuan destrozado debía estar, pero no quiso preguntar por más. — Pasaré este sábado a visitarle —avisa—,  si te parece.     Él se endereza y aún con su sonrisa asiente. Ella sale por la puerta trasera y consultando la hora en el celular camina hasta el parque más cercano, aún faltaba media hora para que el bar abriera su turno de despacho en la noche, el que no le exigieran documentos no era gratis, su pago era miserable y se veía obligada a tener cuantas horas de trabajo bastaran para cubrir parte de sus gastos.     Viendo como las personas iban y venían se preguntó por la vida de cada una, ¿sería tan miserable como la de ella? o sería quizás una vida normal, quizás el tercer año de alguna carrera universitaria, una familia, algún artista en camino, muchas cosas que para ellos era normal, para ella sería un lujo que no se podía permitir.     Los minutos pasaron hasta que se vio estuvo caminando al bar, era mesonera, y aunque no ganaba como las bailarinas o prostitutas, era de gran ayuda.  Cambiándose los pantalones por una falta pegada a mitad muslo y con top encima se sentó en la barra a esperar que empezara a llenarse, no tuvo que esperar mucho.     La noche iba como cualquiera, bebidas, pedidos y algunos que otros insultos o insinuaciones, callada y con la cabeza en alto Jennell iba y venía.     A eso de unas cuatro horas después, se sentó en la barra para descansar los pies unos segundos, a lo que una rubia llegó a su lado y por la forma en que iba vestida podía confundirse muy fácil con una empleada del bar, de no ser porque las prostitutas llevaran un uniforme, minúsculo pero que siempre tenían encima antes de atender a sus clientes. — Disculpa, tú, ¡llevamos minutos esperando nuestros pedidos y nada que llegan! — El tono altanero en que lo decía hacía a Jennell  perder la paciencia— Quisiera saber el retraso para un simple pedido —Como si hiciera falta añadió—. Conozco el dueño y puedes estar despedido en segundos.     El bar-tender que había estado secando un vaso le miraba sorprendido por aquella rabieta y cuando estaba a punto de decir algo Jennell se paró al lado de la rubia y aunque esta llevara tacones era más baja. —  Disculpe — dijo con voz calmada —, seguro un problema, deme el pedido y ahora mismo se los llevo.     La rubia sorprendida por no haber detallado de la mesonera, no pudo evitar una mueca de sorpresa pero como si de espabilar se tratase, recuperó rápidamente su cara de superior a cualquiera. — Tres coñac Hennessy y una botella de Zapaca, en la mesa 3 VIP. — como si no dudara de que la hubiese escuchado desapareció entre la gente, escaleras arriba.     Jennell vio al bar-tender de turno y sonrió levemente. — Ya lo has odio, apresúrate antes que estemos despedidos. — bromeó.     Este le correspondió con unas pequeñas carcajadas y sirviendo lo más rápido que se podía le entregó en una bandeja el pedido.     Jennell hizo magia para no derramar nada mientras pasaba por el gentío que se apretujaban los unos a los otros con un intento de bailar y acostumbrada a la poca luz aquí y allá parpadear subió las escaleras a la zona VIP.     Ubicando la mesa con la vista y teniendo más espacio para moverse empezó a caminar más rápido y con seguridad, de pronto alguien atravesó su camino de una forma rápida y brusca y aunque ella se tambaleo pero logró mantener el equilibrio para no chocar, la bandeja se volcó contra el pecho de aquel personaje. —  Mierda. — escuchó gruñir a la persona.     Un momento después tenía las manos nerviosas moviéndose en el traje del desconocido quitando el resto de hielo, unas grandes manos le apartaron las suyas. —  No toques que me empapas más —dijo algo bajo— joder…     Se quedó helada porque no sabía cómo reaccionar, en ese momento pudo ver el rostro del rubio con claridad, y vaya que era un hombre bastante guapo echando humo por las orejas si eso era posible, en eso la mira y aunque se ve que el enfado es grande, dice con suavidad: —No te quedes parada, ve a buscarme unas servilletas, por favor. — con eso se fue.     Ella le vio caminar hacia una mesa, la mesa tres, donde dos hombres y la rubia le esperaban sin darse cuenta del desastre de su pedido. — Genial. — susurro para sí misma mientras bajaba a buscar algún paño o servilleta en la barra.      
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