Hijas de la luna.

Antes de leer: Hola diosas bonitas, estamos de vuelta y quiero dejar algunos puntos claros. °Para leer esta historia es necesario leer "Alpha Red" no es una segunda parte pero es importante leerla antes para entender algunas cosas. °En esta historia NO hay omegas, ni betas, si hay una manada y sí hay un Alpha pero nada más. Creo que lo divertido de poder escribir es hacerlo de manera diferente. ? Las que leyeron Alpha Red ya saben de que hablo. °Aún no tengo días específicos para actualizar por que necesito el visto bueno antes. Gia. El olor a bosque inunda mis pulmones cuando tomo una larga respiración, puedo sentir la humedad en el ambiente y el vaho que sale de entre mis labios me hace creer que esta haciendo mucho frío pero mi piel se siente caliente, observo a mi alrededor y solo puedo ver árboles enormes y oscuros, mis pies están descalzos y tengo las manos llenas de lodo. No sé qué estoy haciendo aquí, aunque no sé siente incorrecto este lugar, algo me dice que no debería estar aquí y menos sola. Las hojas crujen bajo algo, alguien camina hacia mi, pronto me doy cuenta de que no es alguien sino un animal, aseguro que lo es porque no había escuchado a un humano gruñir así. Su espeso pelaje gris se asoma entre los arbustos, casi brilla a la luz de la luna, el corazón late con fuerza dentro de mi pecho, las entrañas se me contraen al ver sus blancos colmillos asomándose entre sus fauces, el enorme lobo fija su mirada en mi y los relame. Presiono mis dedos sobre la tela de mi vestido y un gemido aterrado abandona mis labios, sus pasos se detienen y desvía la mirada de mi. El fuerte aullido me eriza la piel de la nuca y un escalofrío recorre mi espina dorsal. Giro mi cara para ver hacia donde sus ojos miran, pero me encuentro conmigo misma. Todo se vuelve extraño y el olor a bosque es reemplazado por un olor metálico parecido al de la sangre, puedo ver a mi reflejo sangrar. —Corre Gia. –murmura antes de lanzarse contra el enorme lobo. ¡Gia, Giaaaaaaa! Corro lo más rápido que puedo sintiendo como toda una jauría de lobos me persigue, todos gruñen y ladran mientras mis pies duelen de tanto correr, tengo miedo de voltear, no quiero ver, pero al parecer mi cuerpo se opone a que no lo haga. Giro mi cabeza y ahí están, tres lobos enormes de distintos colores corren tras de mi. El aire abandona mis pulmones cuando me encuentro cayendo a un lugar oscuro y que al parecer no tiene final. Abro los ojos de golpe y mi cuerpo deja de tensarse. Observo a mi alrededor y me abrazo a mi misma. Otra vez estoy aquí, en pijama y descalza. Ni siquiera ha salido el sol. Camino entre los árboles sintiendo como mis pies se llenan cada vez más de lodo. Mi madre me mataría si me descubre pisando su impecable mármol blanco con los pies sucios, así que deberé limpiarlos antes de ir de nuevo a la cama. Voy hacia el garage y lavo mis pies con un poco de agua, esta helada a esta hora de la mañana pero es necesario. Me pongo ropa decente y calcetines que mantengan mis pies lejos del frío que sienten ahora, observo el reloj en la pared, 5:45 am, resoplo resignada. Llevo aproximadamente un mes haciendo esto día tras día, cuando me di cuenta de donde estaba al despertar, y las condiciones en las que lo hacía, así que decidí prepararme por si volvía a ocurrir, entonces ocurrió desde entonces día con día, hasta hoy. No sé por qué sucede o que este pasando por mi cabeza en este momento. No soy una chica con problemas familiares, o escolares o de romance, ni siquiera tengo novio. No encuentro una razón para tener esa horrible y repetitiva pesadilla que me deja sin aliento antes de despertar. —Otra vez tuviste una pesadilla. –asegura y sin mirarla asiento. —Traje nuestras botellas de agua, vamos a correr un poco. Mis ojos la miran con fijeza y sonríe, yo no puedo evitar hacer lo mismo por que no hay persona que me conozca tanto como ella. Mi hermana Julia, de piel hermosa y grandes ojos, pestañas largas, nariz pequeña y labios gruesos. Cabello lacio, largo y dorado como los rayos del sol. De figura esbelta y bien proporcionada y lo único que nos diferencia a la una de la otra es el nombre, por que somos idénticas. Julia, o lía como solo yo ya llamo, es mi hermana gemela. Nacida justo cinco minutos antes que yo una noche de octubre, cuando la luna era rosa según mamá. He leído acerca de ese fenómeno y no hay meses específicos para que pase, hay datos de junio y abril, pero no de octubre así que no sé que tanto creerle. —Gracias por hacer esto conmigo Lía. —No tienes absolutamente nada que agradecer. No sabes la angustia que siento cuando no te veo en tu habitación. Tengo miedo de que un día llegue hasta aquí y tú no estés. –asegura llegando hasta mi. Lia se sienta a mi lado y entrelaza sus dedos con los míos. —¿Y a dónde más iría? Jamás he despertado en un lugar que no fuese en medio del bosque, junto a ese gran árbol de secuoya. —¿El enorme árbol que se ve desde nuestro balcón? —Sí, ese mismo. Ahí es donde todo inicia y donde yo despierto. —¿No has pensado en ir ahí despierta? Es decir, consciente de que vas hacia allá y observas todo. Quizás tus sueños te están dando una señal Gia. Ya sabes lo que dice el abuelo. —El abuelo está delirando y vio muchas películas durante toda su vida. ¿Realmente crees que vivió en una reserva con Criaturas jamás vistas? —No lo sé, es muy viejo para tener tanta acertividad en sus palabras. Además, los abuelos a esa edad olvidan todo pero él recuerda cada detalle cada que nos cuenta sobre ese lugar. —Golden Spears ni siquiera figura en el mapa Lía. No hay registro ni señales de ella. —Tal vez esta oculta. –asegura y se encoge de hombros. —¿Por qué estarían oculta si se supone que es importante? —No lo sé, la gente de ahora se asusta con todo y juzga lo que se ve diferente, podríamos preguntarle al abuelo donde esta e ir a ver. –sugiere y algo dentro de mi pica. La curiosidad que siento por descubrir todo esto es muy grande, necesito la respuesta a todo lo que me causa curiosidad y esta vez no es la excepción, pero tengo miedo de lo que pueda descubrir. —Ven, vamos a correr. Tal vez llegando hasta ese lugar descubramos que ocurre. —¿Crees que con eso sea suficiente? —Funcionó cuando descubrimos que un conejo estaba atrapado en el ático. ¿Recuerdas que también tuviste Pesadilla con eso? —Sí, lo recuerdo muy bien. —Bueno, pues tal vez esta pesadilla también te esta avisando algo. —Pero, ¿lobos? —Puede ser, este bosque es enorme, aún no sabemos que tantos animales habiten aquí junto con nosotras. Si te hace sentir más tranquila, hablaremos con papá para que ponga una cerca y así evitar que cualquier animal llegue a nosotras. ¿Si? —De acuerdo. Gracias por estar haciendo esto por mi, Lía. —Haría cualquier cosa por ti, Gia. —¿Incluso tomar ese aburrido examen de matemáticas que reprobé? —Todo excepto matemáticas. Ven, vamos a preparar algo rico para el desayuno. ¿Quieres? —Me encantaría. Lia toma mi mano y caminamos hasta el interior de nuestra casa. Mi nombre es Georgia Matthews, veintitrés años de edad, del signo libra, amante de la naturaleza, curiosa y mala para las matemáticas. Hija menor de Adilene y Sebastián, hermana gemela de Julia, quien es mayor que yo por cinco minutos. Julia y yo somos gemelas idénticas, tan iguales que por mucho tiempo cambiamos de rol, ella era yo y yo ella, algo común que hacen los gemelos idénticos. Ni siquiera mamá era capaz de saber quién era cual, no hay nada diferente que logre distinguirnos, a los ojos de cualquier persona somos iguales, excepto a los de mi abuelo, él sabe reconocernos, tiene esa habilidad y siempre que vamos a verlo dice que somos hijas de la luna, por que ella nos vio nacer, una luna rosa y enorme y que nosotras hemos traido con nuestro nacimiento mucha felicidad pero también algo que todos esperaban desde hace muchos años atrás, aun no nos dice que es, pero siempre asegura que el día está cerca. Nuestras visitas terminan siempre con la misma conversación. —Cihuametztli, diosa de la luna, aguarda por ustedes, y sólo una será capaz de mantener el legado de Golden Spears. —¿Por qué no podemos ambas mantenerla? –cuestiona Lia con una sonrisa burlona en sus labios–, Gia y yo hacemos todo juntas. —Esta vez tendrán que hacerlo por separado, aunque se sigan viendo como dos gotas de agua, hay algo en su interior que las hace diferentes. —¿Y qué es eso que nos vuelve diferentes abuelo? —La sangre del Alpha. —¿Crees que el abuelo este loco? –cuestiono viendo como Lía se mueve por la cocina. —No creo, solo es viejo. Los abuelitos siempre inventan historias. ¿Acaso es por la leyenda de la diosa esa? —Cihuametztli. –le recuerdo y ella hace un mohín–, no es solo eso, es todo lo que dice y todo lo que sueño. —Nunca voy a permitir que una jauría de lobos te obligue a saltar al precipicio. Yo saltaría contigo, por que prefiero morir por ti o contigo antes de quedarme sola. —Nunca te alejes de mi, Lía. —Jamás, lo juro.