7. FUEGO DE MUJER

2096 Words
Aleksei —¿Seguro no quieres que vaya contigo? —preguntó Vicky en una cautivadora sensualidad que quiso camuflar con inocencia, aunque el provocativo movimiento de su cuerpo, después de colocarse una de las botas, desprendió una reacción en mi pantalón. —Quedamos en que confiarías en mí —hice una señal para que se acercara y le ayudé a poner la otra bota, solo que ella no dejaba de juguetear con sus dedos entre mis piernas—. Compórtate, no eres una niña —le reñí divertido sacándole una sonrisa. —Eso quedó claro anoche y también temprano en la mañana, señor Morozov —la miré inquisidor sin dejar de introducir su pie en la bota— y sí, también confiaré más en ti, pero avísame si necesitas algo. —Lo haré, no te preocupes, mejor ocúpate de las reuniones pendientes y en dos semanas, o antes de ser posible, nos reuniremos con Nika para los informes. —Gracias —la suavidad de su voz me sorprendió—. Al comienzo no estaba segura de estar contigo, pero quizás no sea mala idea. —Nunca he ido contra ti, Vicky, de ser el caso, te aseguro que tu padre jamás te habría dado este puesto si supiera todas tus locas hazañas. La senté con delicadeza en mi regazo, ella subió las piernas en el brazo de la silla y subí la cremallera en cada bota, pero en vez de apartar mi mano, continué el recorrido con mis dedos hasta su cintura. No iba con segundas intenciones, solo era afecto lo que quería darle, y la sonrisa que se trazaba en ella a medida que subía, aceleraba mis ganas de besarla, de tenerla así conmigo y olvidarme de Ivanov, la mafia y todo lo que conlleva esta vida. —Ten mucho cuidado —murmuré sobre sus labios mientras dejaba una caricia en su delicada mejilla—. Llámame si necesitas cualquier cosa y mantente en contacto con Nika. —Lo haré, ya deja de actuar como mi padre —se quejó risueña, lo que me impulsó a besarla casto—. ¿Sabes? Me gusta tu barba así, creo que tan larga no se veía muy bien. —¿Ah sí? —Sí, y también deberías cortarte un poco el cabello. Es bueno que lo tengas largo, pero no mucho. No quisiera que te lo quemaran en una explosión y toque ponerte injertos —eso me encanta de ella, en medio de sus bromas siempre busca el bien del otro. —Lo tendré en cuenta y te aseguro que en la próxima reunión tendré otro corte, si quieres puedes enviarme ideas. —¿Lo cortarás a mi gusto? —Puedo analizar las opciones que envíes, pero sé que tienes buen gusto, por algo está conmigo, señorita Romanov. Su abrazo me dio la fortaleza que necesitaba para enfrentar el camino que me aguardaba, así como su calor me dio la tranquilidad de saber que nuestra relación podría mejorar y sacaríamos adelante la organización en nombre de su padre. (…) Pavlodar, Kazajistán – Días después Serik Un día más en Sublime; un sitio que alberga todo tipo de fantasías, una discoteca inmensa llena de salones dispuestos para todos los gustos en medio de mi territorio: Pavlodar, Kazajistán. A pesar de ser pleno mediodía, el sitio está a reventar y la diversidad de las personas que le concurren siempre es amplia: estudiantes, oficinistas, deportistas, empresarios… el único requisito es el dinero o estar dispuestos a dejar hasta la vida si es necesario, ya que solo es pedir y cualquier fantasía se hará realidad, por eso el antro nunca está desprovisto de clientes y el alcohol abunda al igual que las sustancias y el sexo, siendo este el real motor de muchos de los que pisan Sublime y por ese mismo motivo he venido aquí. Para mí, este tipo de cacería es solo cuestión de fijar a la presa y el resto es historia, pues solo con chasquear mis dedos tengo a cualquiera en mi mano. Sin duda, este un lugar donde no existe control de ninguna índole, donde la pista de baile se curte de gente, morbo, calor y perversión, una la cual toma vida propia en una electrizante gama de colores haciendo todo posible. Es así que, mientras recorro el lugar con la vista, la veo, es mi presa, una mujer de piernas torneadas y cabello corto de oro cuyas puntas se abren amenazantes en curva, una presa que baila con alevosía, que prende como una diosa con su traje ceñido y corto, exuberante y sensual, moviendo sus caderas al ritmo de la música convirtiéndose en viagra puro, en una fuerza que deja atontados a los que se atreven a acercársele, pero que, a leguas, no le dan la talla. Sin evitarlo, sigo devorándomela con la mirada, es como una diabla desfilando por el infierno sobre unos tacones rojos en medio de las incesantes llamas del averno, así como es sumamente despreciable para mí que un montón de ebrios desesperados traten de hincarle el diente sin medir el calor que desprende. —Hola —le saludo encantador consiguiendo su atención—. ¿Sería atrevido de mi parte invitarte un trago? La mujer de fuego me regala una preciosa sonrisa, entonces me quedo prendado de un par de ojos de miel que destellan tanta malicia como ingenuidad. —Seguro, ¿por qué no? —respondió el corderito sin ser consciente de que con ello firma su ida al matadero. Si bien verla bailar era un fuerte estímulo, invitarla a la pista y devorarme con ella cada centímetro del piso al ritmo de sus caderas, me lleva al límite. —¿Cómo te llamas, gatita? —Pauline —un nombre tan sumiso que me gusta. Sin duda voy a disfrutar comerme a esta ovejita—. ¿Y puedo saber el tuyo? —me mira con inocencia y con su cuerpo al punto del temblor. —Dussan —respondí rápido, mencionando el primer nombre que se me cruzó en la mente. —¿Y a qué se dedica mi acompañante de hoy? —musitó en mi oído sin dejar de menearse sobre mí. —Soy un simple empleado de banca —susurré sobre su oído—. ¿Y tú? —Solo soy una chica de mostrador —su sonrisa inocente se mezcla con una expresión demencial que me hace aferrar mi agarre en su nuca y estamparle un dominante beso que ella recibe dócil. Los VIP de Sublime siempre van a estar disponibles para lo que yo quiera y esta vez no es la excepción, tan solo fue cuestión de hacer una seña y nos dirigimos al lugar en cuestión, quedando atrapado con la oveja de mirada perversa. —Desnúdate —ordené. La diabla se rio, levantando desafiante una de sus cejas. —¿Acaso no escuchaste, ovejita? Quiero que te desnudes. Al ver su reticencia a mis órdenes, intuyo que es el tipo de sumisa difícil y me gusta, de hecho, esa alevosía dispara mi excitación al punto de tomarla fuerte y arrodillarla frente a mí, aun así, no abandona su expresión diabólica. —¿Qué quieres que haga? —dice en un tono tan sensual, que mi polla salta dentro de mi pantalón. —Si no quieres que te castigue, dame placer —farfullo. Su sonrisa demencial se ensancha y desabrocha mi cinturón, luego sus pequeñas manos pasan por encima de mi pantalón encendiéndome aún más, contornean mi abdomen y se deshace de mi camiseta lentamente, levantando mis brazos para ello. Pauline se sitúa detrás de mí pasando lasciva su lengua por mi cuello y sus manos siguen delineando mis brazos hasta que estos quedan atrapados por… ¿mi cinturón? —¿Qué haces, corderito? —¿Corderito? —soltó una risilla perversa—. No… Dale la bienvenida al lobo, cariño —su voz cambió completamente abandonando su inocencia para sacar a la diabla que llevaba dentro, o quizás, que siempre estuvo en ella. Su porte que hasta ahora parecía obediente se torna autoritario, nadie pensaría que ese cuerpo tan delgado tuviese la fuerza y agilidad suficiente para doblegarme de la forma en que lo hizo porque, sin que pudiera evitarlo, ahora era yo quien estaba arrodillado frente a ella con mis brazos atados al punto del dolor y a merced de sus ojos miel. Detallé sus hermosas piernas y aquellos muslos firmes que terminaban en una minifalda que dejaba todo marcado, mas ella se deshizo de su pequeño vestido que se deslizaba suavemente, deleitándome con su vientre plano y trabajado y un par de preciosas tetas con pezones erectos, todo un espectáculo a la vista. Finalmente anudó sus cabellos dorados en una coleta que me mostraba su lado sádico, pero mi cuerpo se quedó quieto, expectante, entonces pude sentir su tacón lastimándome el pecho hasta arrancarme gruñidos. No puedo creer que el dolor pudiese generarme tanto placer y más con su actitud arrogante sabiéndose dueña de la situación. —¿Qué deseas? —dije en un hilo de voz, y su delicado dedo tocó mis labios mientras desnudaba uno de sus pies ante mí. —Lame dedo por dedo —pronunció con una maldad que no he conocido que ninguna mujer hasta ahora—. Chúpalos como si fuesen dulces. Quiero sentir tus labios. En principio creo que enloqueció, jamás me arrastraría de esa forma, pero la fuerza que ella ejercía sobre mi cuerpo al enterrar sus uñas en mi piel, generando un extraño placer mezclado con mi sangre que emanaba de su castigo, hizo que empezara a adorarla como se me había ordenado. Lamí y chupe dedo por dedo, pase mi lengua por la planta de su pie y lo besé como si del manjar más delicioso del mundo se tratara. Nunca en mi vida me había sentido tan humillado como hasta ese día, pero lo estaba disfrutando y más cuando su centro se situó en mi cara. A pesar de la molestia en mis rodillas, me deleité en su mirada y la forma en que se ofrecía, entonces supe lo que debía hacer. Introduje mi lengua en tan exquisita carne y como todo un maestro devoré ansioso aquello que se me brindó, a lo que ella empezó a retorcerse, no pudo evitar disfrutarlo y eso lo supe por los pequeños gemidos que no podía controlar, sobre todo porque eran cada vez más fuertes e imposibles de contener, así como yo empezaba a convertirme en su perro amaestrado, uno que por primera vez disfrutaba estar de este lado del juego. Cuando sus ojos perdieron el control y su centro bañó mi boca con un elixir que jamás había probado, me embriagué de su sabor y no dejé que mis labios pararan de hacer su labor. Esa era su perversión, eso era lo que deseaba, pero me levanté con mi falo erecto acerándome a ella y por la forma como se tumbó en la cama abriéndome las piernas con lascivia, sentí que por fin iba a tener su cuerpo —¿Quién te dio permiso? —dijo mientras tomaba mi hombría con su mano infringiendo dolor y necesidad, una que aún se encontraba bajo mi pantalón abierto y apretaba fuerte—. ¿Crees que voy a permitir que me cojas tan fácil? Me encontraba de pie ante ella, aún atado y con la mente embotada en deseo. Ella me desnudó como si fuese un esclavo al que tenían que determinar su valía. Su mano entre palabras soeces bombeaba mi falo de tal manera que, entre su trabajo mental y la maestría de su mano, sus nalgadas y sus uñas que se encargaban de marcar mi carne, me llevaron a un orgasmo que nunca había sentido. —Así es, cariño, tal como me gusta —recitó gustosa mientras lleva lascivamente mi leche a su boca degustando mi sabor. Suavemente me desató y con ello liberó a la bestia, porque no hubo forma que no llegase a poseer su cuerpo, porque la empalé hasta que la hiciera sentirse adorada, que supiera que era una diosa, una dómina que ordenaba y al instante se hacía a su voluntad, ¿y yo?, yo era simplemente aquel que había nacido para ser su esclavo, un esclavo agradecido por el premio inmerecido pues el placer de su cuerpo era glorioso, adictivo, pero más temprano que tarde ella se fue, pues en el instante en que abrí mis ojos, tras esa increíble faena, aquella diabla había desaparecido, entonces me hice una promesa: así me costase la vida, volvería a encontrarla.
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