1: Mi Realidad

1069 Words
[ZEHRA] Dos semanas después de la boda – 10 de junio Desde el momento en que mi sentencia se hizo pública, los regalos no han parado de llegar. El mundo celebra lo que llaman el casamiento del año, pero ninguno sabe que, para mí, casarme con Leonardo fue como recibir una condena perpetua por un crimen que no cometí. Trabajar se ha vuelto mi adicción. Estiro las horas lo más que puedo antes de regresar a esa casa que, se supone, ahora es mi hogar. No sé cómo hacer para detener la llegada de la noche, para no tener que compartir su cama, o ceder a ser suya solo por mantener en pie este teatro. Este infierno. Hoy todo debería ser diferente. El calendario marca mi cumpleaños. Treinta años… debería estar celebrando en grande. En cambio, aquí estoy, sola, en esta desolada oficina, abriendo otro de los muchos regalos que han llegado por la boda… o por mi cumpleaños. Pero este es distinto. Al quitar la tapa de la enorme caja, me sorprendo al encontrar un pequeño sobre en su interior. ¿Quién envolvería algo tan diminuto en semejante caja? Lo tomo entre mis manos, y al moverlo, escucho un leve sonido metálico. Lo abro con curiosidad, pero al ver su contenido, un estremecimiento me recorre el cuerpo. Me asusto. Camino directo hacia la puerta de la oficina, decidida a preguntar quién recibió esto. Pero me detengo en seco al encontrarme con él. Jordán. Su altura, sus hombros, esos brazos que tantas noches fueron mi refugio, ahora me resultan dolorosamente lejanos. Sus ojos negros se clavan en los míos, y hago un esfuerzo enorme por no derrumbarme. —¿Por qué nos soltaste… cuando nuestro inmenso amor cabía en algo tan pequeño como ese llavero? —me pregunta. Su voz es tristeza pura. —Jordán… ¿cómo fue que llegaste hasta aquí? —digo, intentando sonar firme. —¿Eso es lo único que vas a decir? Zehra, por si lo has olvidado, yo tenía acceso a todo lo relacionado contigo. Incluida esta oficina —responde sin apartar su mirada. Cierro los ojos, intentando evadir esos ojos que aún me queman el alma. —Mírame. No huyas más de mí. Por favor… necesito entender qué pasó —su voz tiembla y sus manos se posan sobre mis hombros. Las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas. Abro los ojos, y me encuentro con su rostro tan confundido, tan herido… —Es mejor que no lo sepas. Perdóname… no quise lastimarte, te lo juro —mi voz se quiebra. —¿Que no quieres lastimarme? ¡Zehra, me has hecho la herida más grande de mi vida! Al menos… al menos dime qué ocurrió. ¿Por qué te casaste con él? ¡Tantas veces te oí decir cuánto lo odiabas! Y ahora… No termina su frase. Mi nombre resuena en la voz de quien ahora es mi esposo, haciendo que la adrenalina se dispare en mi pecho. —¡Escóndete! ¡Él no puede verte aquí! —le suplico, empujándolo hacia el baño que está dentro de la oficina. —¿De verdad? ¿Me vas a esconder de él? —pregunta, pero yo ya le cubro la boca con mi mano. —No puedo lidiar contigo ahora. Haz lo que te pido, por favor —insisto mientras cierro con llave. Me arreglo como puedo frente al espejo, escondo el llavero con el que Jordán me pidió matrimonio, y cierro la caja justo cuando Leonardo entra. —Mi muñequita, aquí estás —dice con esa forma que tanto detesto. —Aquí estoy, corazón. ¿Por qué estás tan preocupado? —respondo fingiendo dulzura mientras él me toma de la cintura y me acerca a su cuerpo. —No volvías a casa y me preocupé. Es tu cumpleaños… tenemos que celebrarlo como se debe, ¿no? —susurra, con un tono sugestivo que me revuelve el estómago. —Perdón, se me hizo tarde resolviendo asuntos de la empresa —miento. Él desliza una mano por mi abdomen. Mi cuerpo se tensa. —Ya es hora de celebrar. Te tengo una sorpresa increíble. ¿Y quién dice que esta noche no encargamos un pequeño Leonardo? —dice con una sonrisa torcida. Y yo no puedo imaginar lo que Jordán debe estar sintiendo al oír eso desde el baño. —Ya hablamos de eso. No quiero un hijo todavía. Tengo demasiadas responsabilidades como para encargarme de una más —respondo con frialdad. Él cambia el tono. —Zehra, esto no es un juego. Es un matrimonio. Con el dinero que tenemos puedes contratar a quien quieras. Pero te exijo que tengamos un hijo. ¿Lo entiendes? Lo miro fijamente, conteniéndome. —Eso no estaba en nuestro trato. ¿Acaso es una cláusula nueva que has agregado? —No juegues conmigo, Zehra. Sabes de lo que soy capaz. Ahora vámonos… antes de que decida celebrar aquí mismo —dice, tomándome del brazo. Me resisto. —Dame un momento. Quiero retocar el maquillaje —miento con firmeza, y camino hacia el baño. Abro la puerta con cuidado, entro y vuelvo a cerrar con llave. —¿Qué rayos está pasando, Zeh? ¿Qué fue todo eso? —susurra Jordán, tomándome el rostro —No puedes tener un hijo con él… no cuando… Pongo mis dedos sobre sus labios. —Shhh… te va a escuchar. Lo siento. Todo esto es más difícil de lo que imaginas —susurro. —¿Por qué no confías en mí? ¿Por qué no me lo cuentas? —insiste. —Ahora no. Hoy no… te juro que te contaré todo cuando pueda —le prometo, intentando salir. Pero él me detiene, tomándome de la mano, jalándome hacia su pecho. —Zeh, yo te amo. ¿Lo sabes? Soy capaz de dar mi vida por ti si me lo pides —dice, bajito. Le acaricio el rostro, con un nudo en el alma. —Yo también te amo, mi vida… —susurro. Cuando intento alejarme, me toma del rostro y me besa. Un beso que me recuerda todo lo que fuimos, todo lo que aún somos. —Feliz cumpleaños… no te olvides de mí, por favor —dice sobre mis labios. —No lo hago. Nunca lo hago. Cierro con llave. Sabes cómo salir —le digo, y salgo. Afuera me espera la pesadilla que se convirtió en mi realidad.
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