Las campanas de la puerta tintinean suavemente cuando entramos en la floristería, un pequeño establecimiento perfumado con el dulce aroma de las flores recién cortadas. Mi madre camina a mi lado con verdadero entusiasmo, mientras Kate, con su elegante porte, observa los arreglos expuestos con una mirada crítica pero aprobatoria. Laura, la organizadora de bodas, nos esperaba con una sonrisa ensayada y un iPad en mano. —Miranda, qué gusto verte —me saluda, estrechando mi mano. —Lo mismo digo, te presento a mi madre y la madre de King —hago un gesto hacia ellos. —Qué honor conocer a tu madre y a tu futura suegra. —El placer es nuestro —responde Kate con una sonrisa cálida, tomando la mano de Laura con amabilidad. Mi madre asiente con entusiasmo y con una sonrisa débil. Laura nos conduce