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1983 Words
Desde pequeña mis padres me han animado a disfrutar la vida porque solo hay una; a mi padre siempre le ha dado igual si estudiaba o no, no dejes que tu futuro se guíe por una nota en la esquina de un simple folio, me decía, tal vez fue su espíritu libre lo que le había llevado a una costa Australiana a ganarse la vida en un club de surf como profesor. Mi madre, sin embargo, ha sido algo más firme con mis estudios, yo sé que no puedo irme a ninguna playa e intentar sobrevivir a base de un estilo de vida hippie.  Hoy es algo así a como el primer día del resto de mi vida. Y no va muy bien, es mi primer día en la Universidad y casi no he dormido por los nervios;  mucho menos lo es cuando, después de desayunar, mi madre me dice que el viejo Land Rover que conducimos se ha estropeado. Adoro ese coche con toda mi vida, pero el motor se estropea cada dos por tres. —No pasa nada, he llamado a Miranda, Dustin puede llevarte —dice, y sigue fregando lo poco que ha ensuciado por hacerme las tostadas. Bueno, vamos a la misma Universidad, y es una gran forma de que se de cuenta de que existo.  — ¿Él está de acuerdo?   Mi madre me mira sobre el hombro y entreabre la boca sin decir nada. Sus finas cejas oscuras se fruncen, y cierra la llave del grifo secándose las manos con un viejo trapo de cocina.  —Me ha dicho que a y media está aquí. Me encojo de hombros, aunque no lo niego, quiero sonreír a lo grande. Dustin Hicks es mi crush desde primaria, él es dos años mayor que yo y era ese superhéroe al que admiraba; siempre defendía a otros, hasta que un día me tocó a mí ser la chica que necesitaba ayuda.  —Está bien —asiento.  De espaldas, mi madre es exáctamente igual que yo, con el  pelo rojizo largo y ondulado cayéndole por la espalda, y hasta es de mi misma altura; con los años ha cogido algunos kilos, pero mi madre siempre había sido preciosa, o eso dice mi padre cada vez que habla de ella.  —Yo hoy salgo pronto del trabajo, llevaré el coche al taller y buscaré mientras uno, lo necesitamos para hacer la compra, no vamos a recurrir todos los días al vecino.  A mi no me importa, pero quiero que sepa que existo, no que soy su acosadora y lo uso como chófer.  Miro mi reloj de muñeca, y después a través de la ventana de la cocina. La casa de Dustin está justo delante. ¿Debo esperarle fuera? ¿Él llamará a mi casa? ¿Va a tocar el claxon? Tampoco sé cómo voy a saludarle o que tan incómodo va a ser el viaje.  —Vale, pero intenta que lo arreglen lo antes posible, ¿si? —suplico.  —En algún momento debemos jubilar ese coche, Lea.  Hago una mueca. Ya lo habíamos hablado, y tengo muy claro que no va a durar mucho más yendo al paso con todas las reparaciones que hay que hacerle, pero fue algo que mi padre dejó en casa para que yo lo usara, y sólo lo he estrenado unas pocas veces desde que tengo el carné.  —Pero por lo menos deberá aguantar hasta que podamos permitirnos otro.    —Aguantará —asegura.  Reconozco el claxon del Mazda rojo de Dustin cuando pita. Él está dentro del coche y mira hacia casa esperándome. —Me voy ya, mamá.  Está pasando un trapo húmedo por la barra americana y me mira diciéndome:  —Pórtate bien, y me llamas si pasa algo.   A veces quiero gritarla que ¡tengo dieciocho años!, no necesito que mi madre me siga recordando como debo comportarme. Nunca he roto un plato, me he saltado las clases o he ido a una fiesta llena de drogas.  Salto del taburete y agarro la mochila del suelo. Hace tres días que me habían mandado por correo los horarios y el reglamento junto con un pequeño mapa del campus, a si que llevo sólo lo necesario para este primer día.  Al salir de casa y cerrar la puerta, no evito mirar con pena nuestro Land Rover aparcado frente a la puerta del garaje. Las altas temperaturas del verano lo han acabado de matar.  Giro sobre los talones preparándome mentalmente para ver a Dustin. No he levantado la vista de mis Adidas, pero sé que me mira. —Vamos Lea, sube de una vez que no muerdo.  A ver, sí me conoce, claramente él sabe que yo existo, nuestras madres son amigas desde pequeñas, fueron al mismo colegio, siempre han vivido en el mismo lugar, siempre han tenido el mismo círculo de amistades, estudiaron la misma carrera... lo que eran las mejores amigas para siempre. De vez en cuando hacen comidas o cenas, pero se redujeron cuando mis padres se divorciaron y mi madre empezó a preocuparse más por el dinero.  En cuanto me siento en el asiento del copiloto puedo oler la exquisita colonia que Dustin usa, parece que la ha rociado por el coche en lugar de echársela él. Dejo la mochila entre mis piernas, y dándole un saludo que daba pena, me abrocho el cinturón.  — ¿Te vistes así de bien siempre o es por eso de que es tu primer día? —se burla. Tal vez sí he seguido un poco la tradición de vestirse bien el primer día, pero la realidad es que yo siempre me visto lo mejor que puedo.  —Siempre me visto así —contesto—. ¿Tu siempre eres así, o sólo hoy que es el primer día?  — ¿Y tu siempre estás a la defensiva o sólo es conmigo?  —No estoy a la defensiva —aseguro. No lo estaba.  Dustin se ríe arrancando y asegura: —Estás a la defensiva, pero lo ignoro porque prefiero pensar que estás nerviosa por tu primer día en la Universidad. Porque estarás sola con tu amiga y os perderéis por los pasillos... —Cierra la boca, Dustin —espeto colocándome el pelo sobre el hombro —. Para ti es fácil decirlo, eres deportista, ¡todo el mundo adora a los deportistas! Seguramente tardaste menos de un día en hacerte el guay de un grupo de imbéciles.  —Varias objeciones: la primera, es que no todos adoran a los deportistas; la segunda, es que todo el mundo se hace amigos el primer día; y la tercera, es que mis amigos no son imbéciles.  Su última objeción era una mierda; había tenido el placer de conocer a un chico de su grupo, Max Cooper, era un capullo de primera que me quiso llevar a los baños de un bar sin conocerme.  Cuando salimos del barrio son las ocho menos veinticinco, el camino a la Universidad es de diez minutos. Me gustaría vivir más lejos, así podría tener una charla más larga con Dustin.  —Vale, muy bien Dustin, tu ganas —asiento—. Cuando vea a una persona sola por el campus te la envío para que te hagas su amigo, ¿vale?. Y tu amigo Max, es un capullo busca vaginas.   Dustin estalla en carcajadas mientras reduce la velocidad parando en un semáforo. —Muy bien, no puedo remediar lo de que haya gente poco social... —A la mayoría las personas les excluyen, no ellos solos —le interrumpo.  —Vale, aquí se acaba esta parte de la conversación porque veo que cada cosa que diga tú me harás ver que está mal dicha —dice—. Respecto a Max, no puedo hacer nada, es así.   —Pues es tu mejor amigo —contraataco.  Veo como se encoge de hombros sonriendo. Tiene una bonita sonrisa torcida, una de esas que te hacen temblar y te preguntas si él lo habrá notado.   —Tal vez lo sea por lo capullo es. *** — ¿Te llevo yo después? —me pregunta.  Detrás de él, a unos coches de distancia está Allie despidiéndose de sus padres. Se está intentando tapar la cara y que sus padres se metan en el coche.  —No, me llevará Allie.    Asiente y cierra el coche yéndose como si nada, como si no me conociera ni me hubiera llevado. Le veo llegar hasta sus amigos y hacer esos típicos saludos de machos dominantes del lugar.  Suspirando, camino hacia Allie.  Ella y yo somos amigas desde que entró en mi instituto en sexto grado, mi otra amiga, Taissa Castro, se fue a vivir a Denver a los dos meses de que Allie llegara, y me empecé a juntar con ella. Nuestra amistad nunca ha tenido rupturas, nunca hemos discutido ni tenido problemas. Pero creo que los tendríamos si tuviéramos una vida de adolescentes normales yendo a fiestas y estando con chicos, pero eso no es así. Cómo mucho podemos debatir sobre los realities que vemos.   Allie me mira y se despide con rapidez de sus padres:  —Adiós, adiós.  Yo los despido con la mano. — ¿Lista para nuestro primer día? —pregunto.   Allie infla su pecho y con una mueca niega:  —No estoy muy segura, de todas formas ya he aprendido a ignorar y respirar.  Puedo decir con seguridad que desde que la conozco, Allie es la chica más insegura que conozco. Tampoco conozco a muchas más. Se lleva avergonzando de su peso desde hace unos años, pero a mí me parece que sus kilitos de más la hacen ser ella.  Y no, ella no ha aprendido a ignorar y respirar.  —Sí, seguro que lo has hecho —ironizo. Para suerte de la otra, las dos estamos estudiando literatura y tenemos todas las clases juntas.  Se estira y mira hacia atrás cuando estamos a punto de entrar por las puertas de la Universidad.  — ¿Te ha traído Dustin?  —Sí.  — ¿Y...?  Aprovechamos que un grupo de chicos entran al edificio y nosotras vamos detrás.  Esto impone mucho más que la vez que vinimos sólo a verlo por las puertas abiertas. Ahora los pasillos parecen más estrechos abarrotados de gente.  Miro a Allie para responderla, pero un chico con gafas pasa entre nosotras casi corriendo.  —Y nada, hemos hablado como siempre que nos vemos. Oh, y luego se ha ido como si nada. —Déjalo, es un tonto, y todavía te queda Evan como opción.  Suelto un ligero suspiro y me imagino lo que debe de estar haciendo Evan en este momento. Seguro que está en la cafetería de sus padres trabajando.  Evan McAllen es  el único chico que no ha pasado de mí. Le conocí en una cafetería cerca de la playa hace dos veranos, él trabaja allí todo el año porque es de sus padres, y después del primer día en que le vi empecé a ir más de seguido. Creía que él era el chico que sí me correspondería los sentimientos y así olvidaría a Dustin. No es así. Sigo perdidamente enamorada de Dustin Hicks.  —A lo mejor Evan es opción para ti. —Ójala, la que le gusta eres tú, no yo.  Estoy recordando la de veces que Evan y yo hemos quedado e, inevitablemente, he acabado imaginándome sentada dónde estuviéramos pero con Dustin y no con él. Y me molesta que no sea Evan del que estoy enamorada, lo hemos intentado un par de veces, pero no hay esa chispa que me hace decir quiero esto. — ¿Podemos dejar de hablar de Evan y Dustin, y buscar nuestra clase?    Claro que podemos, pero yo nunca voy a ser capaz de dejar de habla de Dustin. Dustin es todo lo que hay en mi cabeza en los ratos libres, e incluso cuando estoy ocupada pienso en él. 
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