Paso una noche realmente mala, entre el orgasmo interrumpido y el dolor de mi pierna, duermo unas cuantas horas. Escucho que tocan la puerta y no me quiero ni mover de la cama, en eso escucho que alguien entra. —Buenos días, señorita Montiel, vengo a traerle el desayuno —comenta una chica asomándose a mi habitación. —Buenos días —la saludo. Acomoda la mesa junto a la cama y pone el desayuno ahí. —¿Necesita algo más? —me pregunta amable. —No, muchas gracias —le respondo y me siento para desayunar. —¡Señorita tiene sangre! —exclama la chica preocupada señalando la cama. Me reviso y es cierto, parece que con todo lo de anoche, la herida sangro más. Me pongo de pie y entro al baño, empiezo a quitarme la ropa y abro el agua, me doy un baño rápido e intento dejar limpia la herida. Salgo