Adam Seldwyn marcó por quinceava vez y nadie le respondió, era normal que su tía lo ignorara, el abuelo le dijo una vez que, a menos que le estén informando de su muerte, esa mujer no le contestaría la llamada, sin embargo, esa noche ni ella ni el coleccionista Dominick Kilian respondían. A mitad de la montaña detuvo su coche y miró hacia abajo, al terreno de Gladys, había lámparas encendidas y las luces de dos coches, resopló y continúo conduciendo, en la salida de la carretera había una desviación hasta el letrero que anunciaba la construcción de un complejo habitacional, ya no llovía, bajó del coche y miró las sombras de los trabajadores – la fecha para la construcción es dentro de cuatro meses, no tienen permiso para estar aquí – dio un paso y se congeló al ver la figura de una criatu