En la terraza seleccionada por el conde Ivanov para impresionar al duque, Nadia sonrió mostrando los dientes y su madre la empujó ligeramente para que se moviera o dijera una palabra que cubriera su enorme entusiasmo, al no ver reacción la condesa se sintió molesta y miró a su esposo.
– Por favor, pueden sentarse, gracias al dios celestial tendremos un día cálido – dijo el conde.
Una mariposa voló desde el saco de Narciso y rodeó la mesa, al completar su trayecto regresó a su escondite sin dar la señal de alarma.
En una mesa secundaria William se sentó y soltó un resoplido como hacía cada vez que veía el intento de un noble por hacer que su hija, sobrina o nieta entrara por los ojos del duque, cada una de ellas tenía la misma posibilidad de una hormiga de llegar a la luna, a menos que p
