Gabriel me besa con intensidad y yo le correspondo, muy emocionada de que ya al fin soy su esposa, la señora Mía Fermonsel de Hoffman festejo que al fin había tomado una decisión correcta.
Nos reunimos con nuestros familiares. Todos nos felicitan por el gran paso que hemos decidido dar. Aunque sea un matrimonio arreglado, no me arrepiento de haberme casado con Gabriel.
—Hola, mi reina —saluda Paolo con un beso en la mejilla.
—Me alegra que estés aquí.
—¿Cómo no iba a estarlo, mi reina, aunque no lleves el modelo que te probaste la vez pasada? Tenía que ver cómo te quedaría este nuevo que confeccioné yo mismo.
—¿En serio lo confeccionaste tú mismo?
—Claro que sí. Tenías que brillar, aunque eso sí, eh, fue muy difícil hacerlo por este pequeño que está dentro de ti.
—Ay, gracias, Paolo
