Tiro el periódico al suelo al leer las patrañas que afirman. Claro, después de lo que pasó exageraron todo para dar de que hablar. Gabriel tiene razón. Estoy más que molesta. Ahora tendré reporteros a mi salida y entrada en mi trabajo. Son capaces de averiguar lo que pasó hace cinco años; será un escándalo para mi familia. Agarro mi celular para saber si todo está bien en el edificio, pero Griselda no responde. Reviso mi reloj; aún falta para ser las siete. Insisto.
—¿A quién llamas? —se atreve a preguntar al sentir mi desesperación.
—¿Acaso no te das cuenta? Si esto salió, es obvio que habrá más reporteros cuando lleguemos al trabajo.
Cuando cae en cuenta, saca su celular y responde una llamada. No obtengo respuesta con la mía.
—Oficina presidencial de industrias Fermonsel.
—¡Griseld
