—Está bien.
Limpia las lágrimas de su rostro para que no las vea.
Caminamos en silencio. No quiero molestar a mi hermana, de modo que decido decirle después sobre el viaje.
—¿Estás bien?
Solo asiente.
Llegamos a la sala.
Él se queda en una esquina. Nuestros padres ya están sentados en el sofá grande.
—Para empezar, quiero disculparme con ustedes, señor y señora Fermonsel, por los inconvenientes.
—Nosotros comprendemos lo que sucedió. —dijo el padre de Mía con decepción— Así que tranquilo.
—Bueno, quiero decirles que Mía y yo haremos un viaje hasta que ella se recupere y se sienta mejor.
—Creo que es lo mejor —opina mi madre y les echa un vistazo a los padres de Mía.
—También pienso que es lo mejor, cielo —articula la madre de Mía y coloca su mano sobre el hombro de su esposo.
