Dylan O’ Conell. —Soy una estúpida, ¿no? —reclama Annabelle, con tono triste, resignado y molesto—. A pesar de toda la humillación de hace un año, regresé porque pensaba que estaba siendo injusta. Pero ya veo que hice bien en irme. Levanto mi cabeza y veo sus ojos claros, cristalinos, con las lágrimas no derramadas. Sus mejillas están rojas y en su boca, un puchero tembloroso se forma. —No digas eso. Que te fueras fue un golpe duro para mí. Anna suelta una carcajada. —Eso se nota, Dylan —declara, con evidente sarcasmo. Doy un paso adelante, para tratar de acercarme, pero ella da un paso atrás. Espero una reacción dolorosa en mi cuerpo ante su rechazo, pero solo siento culpa. Culpa por saber que tiene razones para estar molesta. —Lo siento, ¿vale? —declaro, medio desesperado. Soy un