Me quedé callada, mirando la ventana que quedaba detrás y luego volví mi vista hacia él, tomando una resolución de la que no sabía si me arrepentiría.
—Estaba pensando… —miré
hacia abajo y balancee mis piernas de manera nerviosa—, en invitarte a salir.
—¿Salir? —se puso de pie y yo
mojé mis labios, nerviosa. — ¿A dónde?
—No lo sé —noté que se había acercado y ahora estábamos muy cerca. — A caminar... por ejemplo.
Tragué en seco y levanté mi cabeza para mirarlo a los ojos, deteniendo el balanceo de mis estúpidas piernas.
—Caminar… —su voz se hizo más ronca y asentí con la cabeza. Él apoyó sus brazos en ambos costados del escritorio, dejándome completamente acorralada. — ¿Algo más?
—Pues... no lo sé —dije, perdiéndome en sus labios — no... no lo pensé.
Podía sentir su perfume y su
