Ragnar Escuché un suave ruido de fondo que me obligó a abrir mis pesados ojos y a su vez me hizo recordar lo ocurrido con Oz, pero aun cuando seguía doliendo, no sentía en la misma intensidad el suplicio que me había invadido en medio de esa discusión. Levanté la vista encontrándolo aún dormido, se notaba que tenía una pesadilla, pero lo extraño es que esta vez no me lastimaba como en pasadas ocasiones, sino que su mano temblaba como si algo impidiera que lo hiciera o más bien, alguien. —Eres tú ¿cierto? —Así es nena, por fin logré domar a la bestia. —¿Es muy fuerte su pesadilla? —Me temo que sí y esto se vuelve doloroso, pero no más de lo que sería para ti. Escabullí mis manos en su cuerpo hasta dejarlo bocarriba y me coloqué a horcajadas sobre él, acomodé sus manos en mis muslos