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Casada con mi Jefe

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Blurb

Ella necesita dinero para salvar la vida de su padre, y él un acuerdo matrimonial para salvaguardar el patrimonio de su familia.

Christine Reynolds es una mujer luchadora y ha sabido sobrellevar los sinsabores que la vida le ha dejado, pero cuando una terrible enfermedad amenaza con tambalear su mundo, se siente perdida y agobiada.

Desesperada por salvar la vida de su padre, acepta a regañadientes la propuesta de su jefe; un espécimen elegante y guapo como un dios, pero frío como el hielo, un hombre que haría cualquier cosa para tenerla en su cama.

Solo era una diversión para Xander Stone; un contrato con ciertos derechos para tener a Christine a sus pies y en su cama, pero ella estaba reacia a ceder ante sus poderosos encantos e intentos de seducción.

Él nunca había sido rechazado por una mujer, y ella era un hueso duro de roer… pero la tentación siempre estaba presente entre ambos, despertando una electrizante tensión que quizás pondría en peligro los términos de su acuerdo temporal.

Después de ceder ante el deseo y la pasión desenfrenada y que su matrimonio llegara a su final, ninguno de los dos se imaginó que habría un lazo que los mantendría unidos para siempre.

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Malas noticias
A Christine no le gustaba la expresión del hombre que tenía delante, aunque este cargaba una bata blanca y en su pared había un certificado de un doctorado en medicina. Quizás ese era el problema; su rostro solo refleja malas noticias, unas que tenían que ver con la salud de su padre. —Señorita Reynolds… su padre tiene cáncer de colon —dijo de manera seria. La noticia le cayó como un balde de agua fría. Se mordió los labios y sus ojos se llenaron de lágrimas a una velocidad alarmante. Miró fijamente al galeno, sin siquiera saber si era porque estaba esperando que le dijera que era una broma o porque se había quedado en shock. Su cerebro parecía haberse desconectado de su cuerpo. —Doctor… ¿está seguro? —era una pregunta tonta y lo sabía, pero no pudo evitar hacerla. Su voz había salido en un tono de voz tan bajo, que por un momento dudó que la hubiera escuchado. —Lamento ser portador de tan malas noticias —dijo el profesional y un sollozo abandonó la garganta de la chica—. Necesita empezar un tratamiento de manera urgente… Christine perdió el aliento cuando escuchó el monto necesario. ¿En dónde iba a conseguir semejante cantidad de dinero? “Esto es una pesadilla, ¿qué vamos a hacer ahora?,” pensó con agobio. Intentó ponerle atención a lo que le decía el médico, lo que hablaba era prácticamente en chino para ella, aunque el destello de compasión en los ojos del hombre solo partía aún más su corazón. Christine salió de la oficina con los resultados en la mano arrugados en su puño, sintiendo que sus pies pensaban más que nunca, mientras caminaba con desánimo hacia donde se encontraba su progenitor. El aspecto del hombre mayor; agotado y adolorido, le anudaba el pecho. Trató de colocar una sonrisa, aunque no logró el éxito que esperaba. —¿Qué te dijo el doctor, Christie? —le preguntó su padre de manera cariñosa. El nudo en la garganta de ella parecía ir creciendo a la par con la angustia en su pecho. —Estás… tú… ¿Cómo podría decirle que estaba muy enfermo y que además, el tratamiento era prácticamente imposible de pagar? Sentía que las piernas le flaqueaban. —¿Es tan malo así? —expresó el hombre, logrando leer las facciones de su hija—. Podía intuir que algo no andaba bien, pero no quería ponerme a elucubrar… —Lo resolveremos —dijo ella intentando sonreír, colocando una mano en el hombro de su padre—. Siempre logramos salir adelante a pesar de todo, ¿verdad? Eso era un hecho irrefutable, desde muy joven había tenido que hacerse cargo de la casa, ya que lo que ganaba su padre no era suficiente, además tenía un hermano al que debía mantener cuando su madre los había abandonado por irse con su amante. —No quiero ser una carga, Christie… Ella se volvió a él con el ceño fruncido. —No digas eso ni en broma, papá —la voz se le quebró en la última palabra—. ¿Quién te dijo que eras una carga? Sabes que tú y Matty son la única familia que me queda, me haré cargo de la situación, ya verás… —¡Oye! Se interrumpió, no solo por la exclamación sino por el firme bulto con el que chocó y le derramó algo medio caliente sobre el brazo. Ese “bulto” tenía la mirada furiosa y miraba incrédulo su propia indumentaria, manchada de café. —Oh, disculpe… —Fíjate por dónde vas, ¿quieres? —espetó irritado el hombre alto, tratando de sacar la mancha de su ropa—. Esto es genial, ¡perfecto! —¿Se-señor Stone? —balbuceó la chica, mirando al hombre delante de ella con ojos como platos. Este frunció el ceño al alzar la mirada y luego alzó una ceja al notar de quién se trataba. ¿Qué hacía ella en el hospital? ¿Estaría enferma? Sacudió la cabeza rápidamente para espantar esos pensamientos, que dijo para sí mismo; no eran de su incumbencia, sin embargo, la duda seguía latente en su cabeza. —Chris… Señorita Reynolds —se apresuró a corregir. Notó que su secretaria estaba con los ojos enrojecidos y además, la acompañaba un hombre mayor que miraba la escena con creciente curiosidad. —Lo lamento —Christine mordió su labio inferior, tratando de ser amable con él a pesar de su usual pedantería—. No lo había visto. “Dijo casi lo mismo cuando nos conocimos,” pensó el hombre, alzando una ceja. Su primer encuentro no había sido convencional, ambos estaban en un bar siendo extraños todavía y habían tropezado de manera accidental. Él le había coqueteado abiertamente, deseando una noche de pasión con ella que incluso estaba dispuesto a pagar. Quizás ese fue su error, la chica le había gritado que no era una prostituta que podía comprar y se había marchado furiosa, logrando sacarle una sonrisa socarrona al hombre frío, acostumbrado a tener a sus pies a muchas mujeres. El destino le había jugado a favor y solo una semana después, Christine había entrado a trabajar a su empresa, quedando como secretaria del hombre que le había ofrecido dinero a cambio de sex'o. —¿Qué hace aquí? —carraspeó ella al notar su mutismo, haciéndolo volver a la realidad. Se había dado cuenta del tono rudo que no había planeado usar, pero que no podía evitar con su molesto y cínico jefe. —Vine por… por exámenes de rutina —esa pregunta le dio pie para indagar también—. ¿Y usted por qué está aquí, señorita Reynolds? Ella mordió su labio, luciendo algo incómoda. Sin embargo, señaló al hombre mayor a su lado. —Vine con mi padre… también por unos exámenes —su tono algo apagado llamó la atención—. Papá, él es mi jefe, el señor Xander Stone. —Un placer, señor —dijo el padre de Christine, extendiendo su mano—. Soy Gabriel Reynolds. —El placer es todo mío, señor Reynolds —dijo amablemente, estrechando su mano—. Espero que todo haya salido bien en sus exámenes. —Pues… —Claro que sí, jefe —carraspeó Christine, apresurándose a salir de allí para no tener que hablar más con ese hombre—. Si nos disculpa… —¿Ya se van? —Xander alzó una ceja, adelantando un paso—. Puedo llevarlos si lo desean. —¡No! —exclamó la chica, en un tono de voz muy alto, llamando la atención de su padre—. Quiero decir, no queremos que se moleste, señor Stone. Nos iremos en taxi. —Perfectamente puedo… —Le agradezco su ofrecimiento, pero ya tenemos que irnos —ella se despidió con la mano, tomando a su padre del brazo y saliendo rápidamente del hospital, sintiendo una urgencia casi desquiciada por alejarse de ese hombre. No podía evitarlo, solo lo toleraba en la oficina porque no le quedaba de otra, pero frente a su padre quería incluso portarse como todo un caballero, cuando ella sabía perfectamente cuáles eran sus intenciones. Su padre estaba asombrado y desconcertado por el actuar de su hija, que lucía bastante fuera de sí. —Christine, ¿qué rayos fue eso? —le preguntó, algo agitado por el esfuerzo—. ¿Por qué saliste huyendo de tu jefe de esa manera? ----- N/A: Bienvenidas a una nueva historia *-* Agradezco a que puedan agregarla a su biblioteca, voten y comenten muuucho para ayudarla a crecer y si gustan, pueden darles boletos lunares :v ¡Gracias por el apoyo! <3

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