El palacio celebraba la llegada del marqués Alberto Mares, futuro esposo de la princesa Esmeralda, a quien todos amaban y le deseaba una vida plena y maravillosa.
Vladimir miró los caballos aproximándose, en el fondo, no creía que esa fuera una buena decisión, aunque su hermana fuera molesta, enviarla con un hombre al que no conocían, no se sentía correcto.
Las puertas del palacio se abrieron, el marqués Alberto caminó al frente, miró los adornos, a los invitados que intentaban demostrar la riqueza del reino, y finalmente, a su futura esposa.
Esmeralda levantó la mirada y su piel se erizó, algo que su padre había olvidado decirle, era que su prometido tenía el doble de su edad.
– Magnifico momento – dijo el rey – llegaron en una fecha muy especial, esta boda, será mi regalo de cumpleaños – sonrió.
Esmeralda también esbozó una sonrisa y se esforzó en mantener ese gesto.
De pronto, el cielo se oscureció. Eran las cuatro de la tarde, pero súbitamente, el día se convirtió en noche gracias a nubes negras que se instalaron sobre el castillo, desde dónde estaban, podían ver claramente, cómo, en el resto de la ciudad, se veía la luz del sol, esas nubes solo cubrían el cielo sobre el castillo.
El rey miró hacia atrás, al grupo de magos que servían en la corte y ellos enviaron hechizos para revisar el cielo.
Casandra corrió – alteza, será mejor que entre, hasta que descubramos qué está pasando.
Con un eco, Esmeralda escuchó su nombre, miró hacia arriba, y vio una sombra que se dirigía hacia ella, gritó, casi enseguida sintió algo extraño aferrándose a su cintura y levantándola del suelo, detrás suyo quedaron los gritos, no podía ver, tampoco podía sentir el piso, no sabía en dónde estaba y al intentar apartar la neblina, vio la figura de una mujer con el cabello plateado volando por el cielo.
Todos en el palacio alzaron la vista, después de que la neblina bajará y los golpeará, notaron que la princesa no estaba y que la neblina negra se había convertido en una nube que bajó muy lentamente, en su lugar, un hombre con el cabello largo y oscuro los miró.
– La princesa – gritó Casandra – ¿a dónde llevaste a la princesa?
Todos miraron al demonio, poco después, una mujer cayó del cielo, siendo llevada por la neblina no se lastimó, esa mujer era la reina, antes encerrada en el palacio por orden del rey.
– Alteza – dijo el rey demonio mirando a la reina – como le prometí, vine a tomar una de sus posesiones.
La reina se levantó – no te lo lleves, por favor, ese no fue nuestro trato.
– ¡Trato! – repitió el rey y miró a su esposa – ¿qué fue lo que hiciste?
La reina Amatista tuvo miedo, sabía que en los últimos años se encargó de asesinar a todos los hijos varones del rey para que no hubiera más herederos y su hijo gobernará, temió, que ahora que su hijo se había ido, no la perdonarán y al mirar más detenidamente, notó a Vladimir y no pudo entenderlo – ¿qué fue lo que te llevaste?
El rey demonio sonrió, agitó su túnica y desapareció.
Los magos intentaron detenerlo, pero no era posible, los súbditos alrededor repitieron lo que habían escuchado, la reina Amatista había hecho un trato con un demonio, el pago fue su hija, pero, ¿qué fue lo que la reina obtuvo a cambio?
El rey se alejó y Vladimir corrió hacia dónde antes estaba su hermana, y ahora, nada quedaba – mamá, ¿qué quiso decir esa criatura?, ¿cuál fue el trato? – la sujetó de los hombros – ¿qué fue lo que hiciste?
Amatista sonrió – todo está bien, tú estás bien, lo que se haya llevado, no importa – sonrió.
Después de un viaje corto, Esmeralda fue soltada, cayó al suelo y la criatura que la llevó, aterrizó, segundos después sus alas se transformaron en brazos.
Esmeralda gritó – ¿qué eres? – la señaló.
– Me llamo Alicia – dijo ella, aclarando que no era una cosa, sino una persona.
Por la ventana, entró el rey demonio y Esmeralda siguió retrocediendo, arrastrándose por el suelo.
El rey demonio la miró – hace diecisiete años tu madre hizo un trato, me pidió tener un hijo y yo cumplí su deseo, a cambio, le pedí algo que ella amará, tú eres el pago por ese trato.
La voz de Esmeralda se cortó – tú…
– Alicia, muéstrale el castillo a nuestra invitada y llévala a su habitación – ordenó el rey demonio.
La joven de cabello plateado asintió – como ordené, majestad – dio la vuelta y cargó a Esmeralda usando la neblina que salía de su vestido, visto de lejos, Alicia parecía una criatura con alas y una larga cola.
Esmeralda gritó todo el camino, no podía equilibrarse, sentía que se caía y después de un rato, terminó aferrada a esa neblina para no golpearse.
Alicia se detuvo en una habitación, convirtió sus alas en brazos y bajó su cola para dejar a Esmeralda sobre el suelo – esta es tu habitación. La cena es a las siete, no llegues tarde.
– Espera – pidió Esmeralda, se levantó y las puertas de la habitación se cerraron.
Ese cuarto oscuro, con luces que venían de las plantas, tenía una gran cama en el centro, estaba cubierta por sábanas muy blancas y suaves, en la parte de arriba caía una tela con un ligero color rosado, la segunda capa de tela era más gruesa y de color guinda, ideal para obstruir la luz, abajo sintió la textura de la alfombra tejida y al seguir mirando, descubrió una ventana, corrió hacia ella, pero la encontró cerrada y no reconoció las montañas en la distancia, sin embargo, tuvo la sensación de que se estaban moviendo.
Esa mañana, pensó que conocería a su futuro esposo y para no caer en la locura, escondió en su falda, el libro que Casandra le regaló.
Lo que no esperaba, era que terminaría el día en el castillo del rey demonio.
En un parpadeo, el reloj marcó la siete.
– Ya es hora, te dije que no llegarás tarde – dijo Alicia, despertándola.
Esmeralda se levantó del suelo, tomó su libro y al segundo siguiente, fue levantada por la cola de Alicia y cargada a un metro por encima del suelo – disculpa, yo, ¡ah! – luchó contra la neblina y al final, se mantuvo enderezada para no torcerse la espalda y esperó, llegaron a un comedor tan grande, que cabían veinticuatro personas, y solo había tres platillos.
– Es la cena – le explicó Alicia.
Esmeralda miró el otro costado de la mesa – él, ¿se sentará allá? – preguntó, le daba un poco de esperanza saber que el demonio estaría tan apartado.
– Él no cena – explicó Alicia y cerró las puertas con su cola.
Esmeralda miró el comedor, caminó de un extremo al otro, revisó debajo de la mesa, escuchó el sonido de un búho y al final, se sentó a comer, porque tenía hambre.
Treinta minutos después, Alicia volvió – es hora del baño.
Esmeralda no actúo sorprendida, se retiró de la mesa y miró a Alicia – prometo que caminaré, no me desviaré o intentaré escapar, no podría, aunque lo intentará, por favor, no me cargues.
Alicia asintió y caminó.
Esmeralda se sintió feliz por esa pequeña victoria, se aferró a su libro y caminó detrás de Alicia, a su lado, un conejo blanco pasó dando saltos, Esmeralda sonrió e intentó tocarlo, pero la cola de Alicia se lo impidió.
– Aquí es.
El baño era un cuarto muy amplio, con una bañera redonda, toallas y varios vestidos.
Nuevamente, Alicia salió de la habitación y Esmeralda revisó todos los muebles, la ropa, las ventanas y el interior de la bañera, cuando entendió que era la única persona en ese cuarto, se quitó el vestido, entró al agua, tomó los jabones para bañarse y volvió a ponerse el vestido que traía puesto.
Alicia entró, la miró y no hizo comentarios – es hora de ir a dormir.
Esmeralda caminó detrás suyo, volvieron a la habitación, Esmeralda entró, corrió a la cama, bajó las dos capas de tela, se envolvió y esperó lo inevitable.
Alicia bostezó, en su habitación tenía una hamaca – Iker – llamó a su conejo, lo cargó en brazos y subió a la hamaca para recostarse – buenas noches.
A la mañana siguiente Esmeralda escuchó un fuerte sonido.
– Es hora del desayuno – anunció Alicia.
Esmeralda no había podido dormir en toda la noche, se levantó pesadamente, bajó de la cama y fue al comedor.
El horario era estricto, todas las mañanas Alicia iba por ella, la llevaba a desayunar, la regresaba a su habitación, iba por ella a la hora de la comida, la cena, el baño diario y después a dormir.
– ¿Cuándo vendrá? – preguntó al tercer día.
– ¿Quién?
Esmeralda se mordió el labio – el rey demonio, ¿cuándo vendrá a mi habitación?
Alicia la miró sin comprender – ¿quieres que el rey vaya a tu habitación?
– No, quiero decir – se atoró con las palabras – se supone que me trajo para – y no pudo decirlo porque era muy vergonzoso – sí no es para eso, ¿para qué me trajo?
– No lo sé, él no nos da explicaciones, él nos da órdenes.
Esmeralda estaba más confundida – ¿qué quiere de mí?, o, es de mi familia, me está usando para lastimar a mis padres, por favor, ¿qué se supone que tengo que hacer?
– Lo que quieras – respondió Alicia – es lo que yo hago.
Esmeralda no pudo creerlo – sí puedo hacer lo que quiera, ¿por qué me tratas como a una prisionera?, no me dejas ir a otro lado, todo tiene que ser de acuerdo al horario.
Alicia cruzó los brazos – sí no te llevo, te morirás de hambre.
– ¿Por qué dices eso?
– Te di el horario de comida, estás viva, tienes que comer tres veces o te morirás, pero tú no vas, tengo que ir por ti, tampoco te pones la ropa que te dejamos, sí no estoy al tanto, te dejarás morir de hambre y el rey estará molesto conmigo.
– Yo – dudó Esmeralda – puedo ir al comedor por mi cuenta.
– Entonces, ¿por qué?, ¿por qué no lo haces?
Era una pregunta con mucho sentido, Esmeralda entendió que había comprendido mal la dinámica y la clave estaba en la forma en que el rey demonio la presentó, no como una prisionera, sino como una invitada – lo siento – bajó la cabeza – a partir de ahora, iré al comedor a tiempo, lamento mucho los problemas que causé.
– Ya era hora – dijo Alicia.
La rutina de Esmeralda cambió.
Sus noches fueron más tranquilas, ya no dormía con miedo, despertaba con energía, llegaba al comedor a tiempo para el desayuno y después, caminaba por el castillo usando uno de los vestidos que el rey demonio preparó para ella.
Los techos del palacio eran muy altos, sin importar a qué habitación entrará, el techo parecía ser el equivalente a tres pisos normales y las ventanas eran muy altas, iban desde el piso hasta el techo, solo había un comedor, un salón y una recámara, el resto de las habitaciones eran depósitos o invernaderos.
Era muy común ver árboles creciendo dentro del palacio, también ver venados en las habitaciones, aves entrando por las ventanas, o conejos.
A primera vista, Esmeralda entendió que, en todo ese palacio, solo había dos personas, una era ella, la otra, era Alicia. No había más sirvientes, caballeros, soldados, hechiceros o consejeros, tampoco estaba el rey demonio.
Sin embargo…, no había forma de escapar.
De todos los depósitos, había uno en especial que lucía diferente, tenía demasiados muebles y objetos apilados, casi parecía ser el resultado de una recolección apresurada, alguien, no iba a decir quién, pero era bastante obvio, recogió todos los objetos y los lanzó desde la entrada sin importarle la forma en que caían, era por eso que un librero apareció boca arriba, una pintura estaba inclinada y había una mesa de lado.
– Está prohibida – dijo Alicia en el tercer día en que Esmeralda vagaba por el castillo – esta habitación, está prohibida – la arrastró del brazo y cerró las puertas.
– Pero…
– Lo dijo el rey.
Era la primera vez que Esmeralda descubría una habitación a la que no podía acceder y su curiosidad creció.