La doncella, la montaña y el lobo Parte2

2020 Words
Esa tarde, Olga, la dueña del mercado notó que la anciana Fernia no estaba, pero no se preocupó, no era la primera vez, debido a su edad y su condición física, muchas veces la anciana se quedaba dormida y aparecía por la tarde para comprar comida con una gran sonrisa y el gesto de siempre. Sin embargo, esa tarde Fernia no apareció. A la mañana siguiente preguntó a los comerciantes y descubrió que el día anterior nadie vio a la anciana Fernia, preocupada, tomó un recipiente, metió los platillos favoritos de Fernia y entró al bosque para dar con la cabaña donde vivía la anciana. El lugar se veía solitario y vacío, Olga gritó desde afuera, pero sospechó que Fernia estaba en el bosque buscando setas, así que la esperó. Las horas pasaban y el bosque se sentía más silencioso de lo normal. Olga no quería admitirlo en voz alta, pero en el fondo lo sabía, algo estaba mal. Muy mal, pero siendo la encargada del mercado, debía volver y asegurarse de que todo estuviera en orden. Con un largo suspiro, Olga dejó la comida sobre la mesa y se fue. A la mañana siguiente, nadie vio a la anciana Fernia y la comida no había sido tocada. Las campanas del mercado sonaron, Olga citó a todos en el pueblo para darles la noticia, la anciana Fernia no estaba en casa, nadie la había visto y podría estar perdida en el bosque. Las labores de rescate dieron comienzo. – Nos dividiremos en grupos – dijo Olga, en conjunto con el jefe del pueblo – si ven algo sospechoso deben reportarlo, todos llevarán una cinta amarilla en el hombro, tengan cuidado, podría haber cazadores. Las personas optimistas, pensaban que la anciana Fernia estaba descansando en el bosque y que había olvidado llevar las setas al mercado, las menos optimistas, sabían que debían moverse rápidamente. – Es una mujer de ochenta años, sufre dolores en las rodillas, debe tener sed, denle agua si la encuentran y repórtense con nosotros – fueron las indicaciones. Llegó la tarde y nadie podía encontrarla, pronto el sol se ocultó y las personas que realizaban la búsqueda necesitaron llevar antorchas. Las manos de Olga temblaban, antes pensó en enviar a un cuidador con la señora Fernia, alguien que estuviera al tanto de su salud, solo para saber cómo estaba, pero tenía muchos pendientes, muchas preocupaciones, problemas con los comerciantes, familias que se disputaban puntos de venta, el matrimonio de su hija. Todo y nada. Se olvidó de la señora Fernia y ahora se lamentaba. Un grupo notó un aroma extraño, bajó por la colina y tras el descubrimiento, gritó. La visión de su cuerpo hizo que todos se estremecieran, algunos aldeanos se llevaron las manos a la boca, otros retrocedieron como si el suelo pudiera tragarlos. Pero todos lo comprendieron en ese instante, Fernia no regresaría. Olga se cubrió la boca, sus ojos lagrimaron – ayúdenme a cubrirla, la moveremos con cuidado. Las personas morían, era una realidad que no podía cambiarse y aún en un pueblo tan pequeño como el suyo, mes a mes, la carroza fúnebre avanzaba, seguida de un séquito de dolientes. Olga fue al frente, ocupando el lugar que habría tomado la hija de Fernia, si hubiera tenido hijos, los aldeanos enterraron la caja con lo poco que quedaba, cubrieron la tumba con tierra y erigieron una cruz con un hermoso pensamiento. “Aquí yace el cuerpo de Fernia, su alma, vuela con el espíritu guardián de la montaña” Sebastián, líder de los cazadores del pueblo e hijo del alcalde, se acercó a Olga cuando la mayor parte de las personas ya se habían ido – señora. – Dame un minuto – pidió Olga, segundos después, terminó de rezar – dime. – Sobre las marcas de mordidas, revisamos el cuerpo y eran muy extensas. – No quiero hablar sobre eso – lo interrumpió Olga – ella está descansando – sus ojos se humedecieron – debí enviar a alguien a cuidarla, alguien que le hiciera compañía, visitaba el bosque todos los días. Sebastián se paró delante de ella para atraer su atención – señora, no creo que haya sido un accidente. Olga frunció el ceño – ¿qué quieres decir? – Las marcas de mordida son muy profundas, pienso que esto lo hicieron los lobos. Olga negó con la cabeza – no hemos tenido lobos en años, el guardián de la montaña no lo permitiría. – No me gusta hablar de las bestias mágicas, señora, hablo de lobos reales. Y si no hacemos algo, no será la última víctima. – El guardián protege a los nuestros. – No protegieron a señora Fernia. Olga agrandó los ojos y sintió el dolor de esas palabras, miró el valle, las personas se alejaban del cementerio y volvía a la paz de sus hogares, debía seguir así, en silencio y en paz. Pero, llevar cazadores a la montaña sin el permiso del guardián era muy arriesgado – deme tiempo, necesito pensarlo – dijo Olga. El día siguiente el rumor se esparció, la anciana Fernia fue devorada por lobos y por seguridad, nadie debía subir a la montaña hasta que la amenaza fuera eliminada, entre más personas lo repetían, más corría el miedo y muchos cazadores y recolectores decidían no subir la montaña. Sin embargo, todos ellos necesitaban hacerlo, para recoger raíces, frutas o leña, y entre más días pasaban, más molestos estaban con la dueña del mercado, por no aceptar la misión de los cazadores y ponerle fin al miedo. Olga supo que Sebastián estaba detrás de ese rumor y se molestó. Joana tocó la puerta y vio al padre de Natalia – buenos días, ¿está Naty? – Atrás, fue por huevos. Joana rodeó la casa y entró al granero, un cerdo pasó frente a ella y se detuvo un instante, luego siguió adelante para encontrar a su amiga – Naty. Natalia gritó, agitó la canasta y todos los huevos subieron, bajaron, y le cayeron en la cabeza. Joana trató de no reírse – ¿estás bien? – Sí, estoy bien, ayúdame a limpiarme. Joana se quitó el trozo de tela que cubría su falda y dónde a veces amarraba las canastas para no perderlas, ayudó a Natalia a limpiarse y después recogieron más huevos para el desayuno, al final, la esperó en el camino que conducía al pueblo. – Hay toda clase de rumores – dijo Joana – dicen que fueron los lobos, también dicen que el espíritu guardián de la montaña la quería a su lado y que su cuerpo no se lo comieron los lobos, sino las raíces de los árboles, dicen que sacarla de la montaña fue una herejía, que debimos dejarla ahí, para que todo su ser se consumiera y a cambio, tendríamos siglos de abundancia. Eso era lo que el exceso de fantasía provocaba en las personas, les hacía imposible distinguir la ficción de la realidad. – Fueron los lobos – dijo Natalia. – Podría ser – aceptó Joana – el hijo del jefe dice que llevará a sus hombres a la montaña para cazarlos. – ¿Cuándo? Joana se encogió de hombros – primero tienen que tener la aprobación del consejo y hay un empate, el jefe dice que sí, el comisario también, pero el sacerdote y la dueña del mercado dicen que no, nadie subirá a la montaña hasta que se tome una decisión – suspiró – mi padre está muy molesto, no podemos ir por leña, tenemos que comprarla y la gente en el mercado la está dando más cara, ¡es leña!, crece en todas partes, ¡deberían sentirse avergonzados! Natalia siguió caminando, su mente trabajaba rápidamente y no entendía – ¿por qué la señora Olga está en contra? Joana miró el camino, se acercó a Natalia y bajó la voz antes de responder – lo escuché en el mercado el otro día, no se lo digas a nadie. Ella no cree que hayan sido los lobos, piensa que el cazador lo está inventando para conseguir pieles, y tiene mucho sentido. Natalia dejó a Joana y salió corriendo. El mercado no estaba muy lejos, quince minutos caminando, siete corriendo, los puestos ya estaban en su lugar y muchas personas vendían, a esa hora de la mañana la señora Olga hacía su recorrido, Natalia lo sabía, siguió corriendo, casi sin aliento y no se detuvo hasta que la encontró – señora Olga, señora Olga, yo los vi. Vi a los lobos – alzó la voz. Las miradas de los aldeanos se clavaron en Natalia, el murmullo se transformó en un sonido denso, como si el aire del mercado pesara sobre ella. Olga la miró fijamente – ¿qué has dicho? – Yo estaba con ella, la acompañé porque noté que le costaba trabaja caminar, pero no me quedaba a su lado, me daba miedo que las personas creyeran que quería robarle, ella buscaba setas por su lado, yo desenterraba raíces y nos veíamos al final, para regresar a su cabaña, ese día la perdí de vista, la busqué y entonces – sus manos se apretaron. – ¿Necesitas algo? – preguntó un comerciante esa mañana. – Carne y un litro de sangre de cerdo – respondió Natalia, pagó y tomó tres tiras de carne mientras ocultaba su rostro y modificaba su voz. Después de esa compra impulsiva, volvió a la montaña, ubicó el cuerpo de la señora Fernia y rompió sus ropas. Aplastó la carne en las zonas más importantes; el rostro, el pecho y el torso, luego vació la sangre y se alejó. Los lobos hicieron el resto. – Vi a los lobos – continuó Natalia. Olga le sujetó los hombros – ¿por qué no lo dijiste antes? Los ojos de Natalia se llenaron de lágrimas – tenía miedo, pensé que vendrían por mí si decía algo – en su mente, esos segundos se reproducían una y otra vez, veía la mano de la señora Fernia, la veía caer y sentía que era ella la que caía profundamente. La señora Olga la soltó. – ¿Por qué no los han atrapado? – ¿Cuánto tiempo nos harán esperar? – Todos necesitamos ir a la montaña. – Encargarse de los lobos es parte de su trabajo. Los aldeanos estallaron en contra de la señora Olga e ignoraron a Natalia, ella volvió a su casa, corriendo sin detenerse. Esa misma noche, el cazador Sebastián subió la montaña con sus hombres, rastrearon la manada de lobos, colocaron trampas, los arrinconaron y llevaron perros de caza. Los lobos corrieron, pero no había escapatoria, las flechas cortaban el aire, los aullidos se mezclaban con el sonido de la muerte. Al amanecer la montaña estaba en silencio, los catorce lobos que formaron parte de la manada, bajaron la montaña convertidos en pieles Fue una larga noche, pero una vez más, los aldeanos se sentían seguros de subir la montaña y tomar todo lo que necesitaban. Natalia despertó con los hombros ligeros, sonrió, preparó el desayuno, persiguió a un cerdo, tomó sus cosas y como hacía todos los días, fue a la cabaña de la señora Fernia para intentar robar su secreto y conseguir las setas mágicas. En el claro del bosque, donde estaba la cabaña, vio a un gran lobo mirándola puerta, el lobo la notó, giró la cabeza y se fue tranquilamente. Natalia despertó. Aquellas imágenes no fueron un sueño, eran un recuerdo, más de una vez en el tiempo en que fue a visitar a la señora Fernia, vio a ese lobo, por eso sabía que había una manada en la montaña, por eso fue por carne y sangre, y ahora que su plan estaba completo, podía descansar, nadie sabría que ella estuvo implicada, todo lo hicieron los lobos. Estaba a salvo. Sonrió con alivio, se acomodó en la cama, buscó sus zapatos y entonces, vio a un inmenso lobo en su habitación. El alivio en su pecho se desmoronó de golpe, sus pulmones se cerraron, su piel se erizó. No era una visión, el lobo estaba ahí y a miraba como si supiera la verdad. Despertó gritando.
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