Lorenzo La noche anterior no había visto a Uriel, ya que al parecer, el trabajo había sido mucho más complicado de lo que espero. Lo último que recuerdo es ver a Jorge hablar por teléfono con él, antes de llevar a Azul a la cama. Pero parece que el primero en caer rendido fui yo. Ahora, mientras veía la luz del sol entrar por la ventana, no dejaba de escuchar los ruidos en la cocina. Con pocas ganas me puse de pie y miré a mi hija, quien seguía dormida boca a bajo, cubierta por la manta gris. Envidiaba tener su edad y ser ajeno a cada problema que la vida se encargaba de poner a cada maldito paso que daba. Lentamente caminé hasta el lugar de donde procedían los ruidos, encontrando a Uriel, rodeado de cuatro enormes maletas. —¿Saldrás de viaje? —pregunté, sintiendo una pequeña i