Gael —Yo. Yo te cuidaré. —y estaba convencido de que haría todo lo que este en mi poder para cumplirlo. Cuando Uriel había llamado para pedirme que nos encontráramos para tratar un nuevo caso, no se me pasó por la cabeza, ni siquiera por un momento, que esto se volvería algo personal. Pero en cuanto la pequeña rubia ingresó a la oficina, con expresión molesta y dando bufidos a diestra y siniestra, nada más importó. No cuando llegó a mi con ese olor dulce, tentador y delicioso de la pera. A pesar de haberla observado de soslayo, tratando de descifrar la razón de su molestia, no fue hasta que la olí que no pude apartar la mirada de su rostro. Evaluaba cada característica en ella, su recta nariz, su mentón estrecho, tenía unos labios llamativos en el cual el inferior era un poco má