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1522 Words
—¿Qué pasa? —preguntó al notar que lo estaba mirando raro. —Nada, nada. Yo soy Noelia. —Mucho gusto —dijo, extendiéndome la mano. Yo se la estreché con un poco de timidez. No pude dejar de ver su cuerpo esculpido. Tenía un pantalón de cuero apretado, el pecho súper marcado al aire y sus brazos eran tan fuertes que se le marcaban sus músculos. No me gustaban los hombres así, pero vaya que este estaba bueno. Su cabello rizado y dorado le llegaba hasta los hombros, tenía un poco de barba y, como pude notar esa noche, sus ojos eran de un color azul grisáceo. Creo que en la oscuridad podía hacerse pasar por un vagabundo, pero con esta luz… nada que ver. Me parecía que él notaba que lo miraba como si fuese una especie de Dios, porque sonreía cada vez que me miraba. O quizás estaba siendo amable. ¿O será que me recordaba de esa vez y no quería decir nada? Se puso una musculosa blanca y una campera de jean mientras hablaba. —El show es así. Yo salgo al escenario, hablo un par de tonterías y digo que necesito una voluntaria para que me ayude a sacar la ropa. Ahí te voy a buscar y venís conmigo. Lo único que tenés que hacer es desabrocharme los botones, si te sentís incómoda me decís y empiezo a interactuar con otras minas para subir a una de ellas y que vos te puedas ir. ¿Sí? —asentí con la cabeza. El solo hecho de pensar en sacarle la ropa me hacía poner roja como un tomate, pero tenía que intentarlo. Mis amigas se iban a volver locas en cuanto me vieran con este bombón—. Decime, ¿estás acá por tu despedida de soltera, o por alguna razón parecida? ¿Alguna de tus amigas se casa? —No, todo lo contrario —contesté—. De hecho, mi despedida de soltera fue la semana pasada, pero el idiota con el que me iba a casar me dejó en el altar, así que se supone que estamos festejando la soltería. Matías abrió los ojos como platos cuando escuchó tal cosa. Me miró de arriba abajo, cosa que me hizo sentir más vergüenza, y negó con la cabeza. —Realmente un idiota —susurró—. Bueno, en cinco salimos. ¿Estás preparada? Debo admitir que sos bastante tímida, eso está bueno. Siempre cuando suben a las chicas con las que tengo que estar, apenas pasan la puerta se me tiran encima. Pero ellas están solteras hace rato —se rio—. Vos todavía estás haciendo el duelo, pero tenés unas buenas amigas que te están ayudando a divertirte. Raúl entró al cuarto y avisó que faltaban dos minutos para salir al escenario. —Genial. ¿Querés que te de un incentivo? Hacé de cuenta que tu ex te está mirando, y que te estás vengando con un tipo que está mucho más bueno que él —me dijo, guiñándome un ojo. —Gracias por el consejo —respondí. Tenía razón. Todo lo que estaba haciendo era para vengarme de Damián y, por más que él no estaba ahí, me iba a servir para relajarme. El tema es que yo no había tocado a otro hombre en mi vida aparte de él. ¿Cómo se hacía para ser seductora? Nos dirigimos al costado del escenario y nos quedamos viendo los últimos momentos del show anterior. Un muchacho muy parecido a Taylor Lautner estaba completamente desnudo mientras una chica no paraba de tocarlo. —Tranquila, yo no me desnudo por completo —comentó Matías al notar mi cara de pánico. Suspiré de alivio. Finalizó ese espectáculo, el presentador salió mientras el otro chico venía hacia nosotros. Apenas salió de la vista del público se puso un calzoncillo. —Hoy están todas locas —le dijo a mi acompañante chocando un puño, y luego desapareció de nuestra vista. —Señoras, señoritas… —decía el presentador— Hoy es una noche muy especial. Después de dos semanas de descanso vuelve su favorito… ¡Matías Villegas! —se escuchó un griterío imposible de calmar y me agarraron los peores nervios de mi vida, peor que los que tenía cuando tuve que rendir el último parcial de mi carrera—. ¿Están listas? —¡SÍIIII! —Con ustedes… ¡Matías Villegas! El hombre, el cual pude notar que era Raúl cuando se acercó a nosotros, hizo señas para que el muchacho salga. Me percaté que se había puesto la máscara de nuevo y salió corriendo al escenario. El bullicio fue peor. Tengo miedoooo, pensé. Creo que ya era mi turno, porque noté que Matías me extendía la mano desde el otro lado. Raúl me  empujó cuando se dio cuenta que estaba paralizada.  La luz que me apuntaba me cegó por completo y me guié por el camino que hacía mi compañero. Entrecerré los ojos y busqué a mis amigas entre el público. Las encontré. Estaban completamente locas. Gritaban, saltaban, aplaudían y coreaban mi nombre. Me hicieron reír y me di cuenta que estaba allí para disfrutar y olvidarme un poco de mi mala suerte. ¿Quién más que este bombonazo para hacerme olvidar de mi desgracia? Sus manos me sacaron de mi ensoñación. Rodeó mi cintura y me atrajo hacia él. En el oído me iba susurrando lo que tenía que hacer y lo que él tenía que hacerme a mí. Me pedía que le dijera si me sentía cómoda y si le gustaba lo que estaba haciendo. En sus brazos me sentía protegida y de repente me di cuenta que él estaba siendo muy educado y respetuoso, que ese era su trabajo y que yo tenía que ayudarlo a dar un buen show. No necesité más sus instrucciones. Mis dedos volaron a su chaqueta y comencé a desabrochar cada botón lentamente, pero le saqué la prenda de un tirón. Las chicas gritaron y me sentí como si yo las representara a todas ellas. Me había agarrado una valentía impresionante y tenía que aprovecharla antes de que se fuera. Metí mis manos por debajo de su camiseta y estuve a punto de derretirme cuando sentí sus abdominales y pectorales marcados. Su piel estaba caliente y suave. —Así está muy bien, soltate un poco más —aconsejó en mi oído. Sentí su aliento caliente en mi cuello y sus brazos recorriendo mi cuerpo—. Ahora los pantalones. Admito que mis manos temblaron un poco en ese momento y que me costó bajarle el cierre del pantalón porque había algo bastante duro, pero lo logré. Se alejó de mí y aprecié su baile. Movía su cintura mejor que yo y hacía piruetas que me daban risa. El piso estaba lleno de billetes y me sorprendí con la cantidad de dinero que había y que seguían tirando. Incluso había un corpiño cerca del borde y me di cuenta de quién lo tiró, ya que estaba en la primera fila tratando de alcanzarlo. Lo pateé hacía ella para que lo pueda agarrar y vi cómo se lo volvía a poner. Cuando volví a ver a Matías estaba sin pantalón y sin musculosa. ¿En qué momento se sacó las prendas? Tenía una zunga puesta y la verdad es que quedé completamente sorprendida con lo que se llegaba a notar respecto a “sus partes”. Me sonrojé mientras se acercaba a mí moviendo la pelvis. Me tapé la cara y escuché su risa masculina. Adiós a mi dignidad, mi valentía y a mis ovarios. —Ya terminamos —volvió a susurrarme—. Solamente falta que me saques la máscara. Asentí con la cabeza y procedí a sacarle de a poco lo que me pidió. Primero dejé a la vista sus labios. Eran tan carnosos y lindos. Las mujeres aullaron y él sonrió. Hasta sus dientes eran perfectos. Finalmente tiré con fuerza y le dejé su cara al descubierto. Sus rulos saltaron de forma rebelde, las luces se reflejaban en sus ojos y les daba un efecto brillante. El hombre más lindo que jamás había visto. Y yo pensaba que Damián era la creación perfecta del universo. ¿De qué me estuve perdiendo todo este tiempo? Rozó su nariz con la mía y por un momento me quedé paralizada esperando un beso que nunca llegó. Y lo peor es que sentí alivio cuando se alejó de mí. Al finalizar el espectáculo comencé a dirigirme hacia mis amigas, pero Matías me detuvo. —Noelia… —dijo, poniéndose una bata—. Gracias. Estuviste muy bien por ser tu primera vez. Y fuiste la mejor secretaria que tuve. Sonreí, no pude decir nada más. La vergüenza me estaba matando y tenía ganas de salir corriendo. —Fue un gusto —respondí finalmente—. Supongo que no nos vamos a ver nunca más, porque no soy de frecuentar estos lugares, así que… suerte. Le di un beso en la mejilla y al fin llegué con mi grupo. —¡Nena, eso estuvo genial! ¡Decime que le pediste el número! —gritó Ana. —No, ni loca. Y me llevan ya mismo a casa, que no tengo cara para seguir acá. Ellas bufaron, pero no dijeron nada. En el camino no pararon de hablar y tuve que contarles toda mi experiencia. Hasta parecía que Laura conducía lento para que yo siga contando. Ni bien llegué a mi hogar me fui a dar una ducha y me acosté. Esa noche fue la primera vez que soñé con un hombre que no era Damián. Y me sentí libre.
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