Todo me da vueltas y sé que debo centrarme y salvar a Martia que se encuentra llorando detrás de mí. Tenemos que ir a la cocina que es lo que pilla más cerca y escondernos. — Eh, eh —pongo mis manos en sus mejillas y obligo a que ella me mire—. Tenemos que gatear lo más rápido que podamos hacia la cocina. — Estás sangrando —chilla y mira mi brazo. Miro hacia él y me doy cuenta que lleva razón, estoy sangrando y ni siquiera me he dado cuenta, ni siquiera me ha dolido hasta que ella me ha avisado. — Gatea hacia la cocina y no te pares —le digo—. Venga, vamos. Ella gatea a toda prisa y yo la sigo rezando porque ninguna de las balas nos dé o a alguien se le ocurra entrar. Cuando llegamos a la cocina, todo el personal está allí escondido y me escondo detrás de un mueble con Martia,

