Verde, como siempre

2384 Words
— Nos parece correcto, formar un compromiso entre Cristian Alcozer y tú –contengo la respiración por un minuto mirando a la nada, era un balde agua helada cayendo por mi cuerpo-. Su familia tiene una reputación intachable y los negocios entre ambas compañías, serían un éxito en todo el sentido de la palab… — ¿Negocios? Papá ¿Está en juego mi felicidad y tú solo piensas en negocios? –estaba indignada, hasta las lágrimas caían de impotencia- Negocios para mí, son mis estudios. Si quieres más dinero para tu compañía pues yo te lo daré pero con mi inteligencia no como un objeto con el precio en la frente. Ambos inhalan profundo, sé cuánto le cuesta a mi madre mantenerse al margen para dejar a mi padre manejar la situación. Aunque poco a poco se le escapa de las manos como siempre ha sido conmigo. Su carácter tranquilo, conciliador y demasiado sincero era un problema adorable en él. — Princesa, trata de comprender la situación. Estamos atravesando un momento de crisis y… — Y nada papá. Si necesitas de alguien pues dile a Roberto, puedes comprometer a mi hermano. — Créeme que lo intenté. Pero en esa familia no hay mujeres –me río amargamente por la sinceridad y el derrotismo de mi padre- y no encontré una mejor solución. — Yo no pienso casarme con Cristian y si ustedes insisten con este disparate, no dudaré en irme lo más lejos posible –me alejo de ellos con los ojos llorosos — Princesa… -insiste mi padre — ¡Princesa nada! Yo no me casaré –no me importa si lo lastimo, no me importa más si él sufre o si la empresa se va a la quiebra La responsabilidad debe ser asumida por los responsables. Y aquí, es él y mi hermano, no yo. — ¿Con Sebastián te casarías? –mi madre, no puede mantenerse callada– En ese caso ni te importaría si es por negocios o si te vendemos, solo eres una niña caprichosa usando todo a su favor. — ¿Y qué mamá? Yo quiero a Sebas, todos lo saben y no, no me importaría si fuese él –admito tocando la puerta a mi espalda. A la espera para salir despavorida, solo esperando el momento preciso en que la mujer frente a mí, suelte las palabras más crueles y sin piedad. Como suele ser. — Pero él no te quiere, no creo que seas incapaz de ver la verdad frente a tus ojos. — Él s-si… -bajo la cabeza, avergonzada y sin poder terminar mi frase. ¡Maldita sea! No puedo afirmar algo sin tener pruebas contundentes y menos después de aquello que presencié hace dos años. — ¿Si qué? Dilo –su tono tranquilo pero retador me mata- ¿Te ha confesado sus sentimientos una sola vez en estos años o tan siquiera te ha escrito un mensaje? — Todo tiene una justificación coherente, y si él no me ha contactado en este tiempo es porque simplemente está ocupado con los negocios de su familia. — ¡Por favor hija! Se publica foto tras foto de sus conquistas y tú ni enterada porque la verdad es esa, te ha bloqueado de toda su vida Alexandra. No existes. — N-No… -las palabras se me anudan o simplemente me he quedado sin justificaciones tontas para seguir engañándome. Y solo me queda llorar odiando no tener el control de la situación. — Alex, lo siento –se disculpa mi padre, dando dos pasos hacia mí. Y como salida fácil, elijo huir de ahí. Camino a paso rápido hasta mi auto pensando en la única persona que ha encandilado toda mi juventud con ilusiones tontas, pero ilusiones al fin y al cabo. Sebastián era todo para mí y yo para él era… Tal vez no era nada para él. * Me estaciono frente a unas enormes rejas, saludo al vigilante de la entrada abriendo la puerta para dejarme pasar a la mansión. Dejo mi auto en el enorme jardín y bajo a lo que vine. Sin demostrar cuanto me afecta la noticia recibida instantes atrás. — Buen día señorita Alexandra –saluda Toña al verme entrar — Buen día Toña –le doy un beso en la frente a la señora que por tanto tiempo nos cuidó de nuestras propias travesuras-. ¿Dónde está? — En su habitación, esperando por usted… -un gran rugido de un vehículo resuena en el patio y ella se corrige- por ustedes Me asomo por la ventana y del gran auto rosa, mal estacionado en medio del jardín, baja una rubia despampanante. Se pone sus lentes de sol y con una sexy sonrisa camina hasta la casa. — Llegué –anuncia Lía moviendo su rubio y largo cabello- ¿Sirenita no estás feliz de verme? –levanta sus lentes y se acerca a saludar a la encantadora morocha a mi lado. La rubia exhibicionista decidió ser modelo, los estudios y ella no congeniaron desde la primera semana en la universidad más cara que pagaron sus padres. Ella quería una vida llena de comodidades con sus propias reglas, disfrutando de los beneficios de los excesos de su carrera. No una supeditada al régimen autoritario de su familia. Al parecer todo estaba de maravilla, era una de las modelos más codiciadas de la temporada, con su belleza lograba encandilar en cada pasarela convirtiéndose en el rostro de muchas marcas reconocidas. Incluyendo una que apenas estaba empezando: Beauty Marca propia de Valentina, de sus diseños inusuales y hermosos que han logrado destacar en el medio de la moda y de los que yo, también formo parte. — ¡¿¡Cómo no estarlo!?! Hace uff que no te veo –la abrazo como puedo, emocionada. — Subamos por Vale o me matará por retenerte –la rubia ha mordido su lengua para no hablar demás, la conozco. Las escaleras se hacen demasiado largas y como solíamos hacerlo de pequeñas, competimos por llegar primera hasta la habitación. Abrimos la puerta sin tocar y sin darle tregua a la castaña para defenderse de nuestra abalanza sobre ella de nuestro abrazo. Tan radiante, hermosa y con esa sonrisa cálida que siempre la ha caracterizado. Lleva su cabello corto hasta los hombros y un vestido floreado hecho por ella misma. — ¡Vale! — ¡Es bueno volver a verlas chicas! –la rubia se sienta sobre la cama dejando que la primera fase del interrogatorio se lleve a cabo. — Alex ¿Cómo estás? –sus manos toman las mías y con su cálida sonrisa me tienta a confesar la verdad. Siempre fueron mis mejores confidentes en los momentos más críticos de mi vida, mi paño de lágrimas y mi apoyo cuando las necesité. Sobre todo fueron las mejores compañeras de locuras, travesuras y desmadres. FLASHBACK Diciembre - hace dos años Después de una fuerte y típica discusión con mi madre, decido pasar el fin de semana en casa de Valentina. Necesitaba hablar con mi mejor amiga, la necesitaba para llorar, patalear y dejar salir mis problemas. — Alex ¿Cómo estás? –sus manos toman las mías y con su cálida sonrisa me hace dudar de mis palabras. No pude decir ni “pio”, entre sus brazos me derrumbé mientras ella, con sus dulces y no tan sabias palabras, me alentaba a cometer la peor locura de mi vida. Asistiríamos a una de las mejores fiestas de disfraces privadas (a la que sin duda no estábamos invitadas) solo porque Sebastián estaría allí. Todo estaba listo y planeado. Todo a escondidas de nuestros padres. Gracias a una prima de Lía logramos conseguir las entradas. La misma que nos advirtió sobre la indumentaria obligatoria del evento, o simplemente no lograríamos poner ni un pie dentro del lugar. Valentina se ofreció a buscar los trajes y por un momento pensamos que los compraría en alguna tienda pero no, no lo hizo. Decidió hacerlos ella misma. Nos preocupaba de sobremanera cual sería la temática de las tres para el evento, si solo nos mostraba retazos de tela imposibles de adivinar si eran basura o parte de nuestro disfraz. Cabe mencionar que, hasta ese momento no conocíamos la habilidad de la castaña para el diseño. — ¿Todo listo? –ruedo los ojos al ver salir del baño a la rubia con una toalla enredada en su cabello y la otra cubriendo su cuerpo. Ignorando por completo mi cara descompuesta. — Eso creo –me siento sobre la cama y limpio el resto de lágrimas, mientras Vale sale de la habitación. Lía odia vernos llorar, puede ser fría e indiferente, pero por dentro solo se desespera al no encontrar la forma para consolarnos. Odiaría verla insistiendo en saber el motivo de mi llanto tanto como ella odiaría si yo lo hiciera, en eso nos parecemos. — ¿Los viste? ¿Alguna pista? –pinta sus labios de fucsia y empieza aplicar rímel sobre sus pestañas — Rosa, verde y rojo — No entiendo –parpadea un rato mirándome a través del espejo — Son los colores, Vale solo mencionó los colores –me encojo de hombros y antes de escucharla replicar, la castaña entra a la habitación. Permanecemos atentas a cada uno de sus movimientos, llenas de emoción y expectativas por el contenido de las tres pequeñas cajas que recibe de las manos de Toña. — Antes de abrir la caja –advierte, dejando una sobre mis piernas- elegí una temática diferente, inocente y sexy, cada una a su estilo. — ¡Dime que me gustará! –se queja Lía — ¡Por supuesto! –Vale abre los ojos, ofendiéndose- jamás hago las cosas mal. Te lo pones y me dices tus quejas, si tienes alguna –la reta. Ambas conversan poniéndose de acuerdo, mientras yo me limito a quitar el lazo de la caja sobre mi regazo. Por lo visto mi color es el verde. Quito la tapa y ahora sé cuál es la temática elegida, aunque no sé si sea la mejor para esta fiesta o para mis propósitos. * — Alex ¡Alex! –despejo el aturdimiento y regreso al mundo real- te pregunté algo — No sigas –la corta Lía, respirando profundamente- no podemos fingir con ella. Se pone de pie y se acerca a nosotras– Te casarás Alexandra Blanc, tu compromiso con Cristian es un hecho y estamos al tanto –me deja boquiabierta — ¿C-Cómo lo saben? Y-Yo acabo de enterarme –les aclaro y veo el rostro acongojado de Vale incapaz de hablar. — El que se maneje en el mundo de los negocios lo sabe –la castaña asiente ante la franqueza de Lía y yo no puedo salir del shock-. Tu padre ha perdido mucho dinero y la única forma de salvar la empresa es con este compromiso. Alex… — Dejémoslo así –la interrumpe la castaña-, tus padres te pueden informar sobre los detalles. La rubia tuerce los ojos y se voltea con fastidio por la irritación de sentirse molesta y preocupada por mí. O sabe algo más, algo necesario e importante, tanto como para que Vale me insinúe preguntárselo a mis padres directamente mientras logra con una mueca callar a la rubia. — ¿Hay algo más? –insisto porque la boca enojada de Lía puede soltar toda la verdad sin importarle el daño a causar. — Alexandra Blanc, deberías olvidarte de la empresa –rueda los ojos con fastidio por mi terquedad y taconea alejándose un poco-, mira donde estás parada por tratar de encajar en ese mundo, ni siquiera en el tuyo sino en el del idiota ese. Por su culpa estas así, como si fueses el mejor negocio de tu familia. — Te equivocas –replico sin pensar, guiada por la indignación de su comparación. Si ella siendo una de mis mejores amigas no parece entenderme, que puedo esperar del resto-, es por mí que estoy donde estoy. Yo decido, yo me supero y yo logro sobresalir en este “mundo” de negocios vetado para chicas. Porque usar ropa diminuta y ajustada no es lo mío, mi cuerpo no es mercancía barata. Escucho un bufido de sus labios y todo el coraje baja lentamente al ser consciente de mis ofensivas palabras hacia Lía. Quien está a punto de asesinarme con la mirada. — Alex no quiso decir eso –se disculpa Vale, intentando controlar ese enfrentamiento de bienvenida-, no fueron las palabras indicadas para argumentar su posición. Ni las tuyas ni las de ella. — Déjame aclararte las cosas sirenita. Nosotras, esas mujeres que salimos con ropa diminuta y ajustada, nos suelen llamar modelos y no somos baratas, no chiquita ¡Costamos bastante! Porque sin personas como yo, rostro de sus productos, publicidad infalible… las empresas no venden y si no venden, no hay ganancias. Creí que lo sabrías cerebrito. — Lo siento Lía, no quise ofenderte. — No Alex, esta vez fuiste demasiado lejos. — No medí mis palabras, solo lo dije sin pensar… — Te quejas de tu padre y eres igual a él, una retrógrada menospreciando mi trabajo. — No es así, jamás lo haría. — Así sonó –bufa y de inmediato miro a Vale y ella asiente, apoyando a Lía — Sé lo que piensas, dime… ¿Qué hago para tragarme mis palabras? — ¡Te pondrás en sus zapatos! –interviene Vale, emocionada, con el éxtasis reflejado en su mirada aprovechando su mejor oportunidad- modelarás para mí marca en la nueva temporada, junto a Lía. — Me parece bien, si quieres mi perdón Alexandra –enarca una ceja y dobla sus brazos, retándome como suele hacerlo — ¿Es en serio? –he perdido contra ellas-. Siempre y cuando no sea ropa interior –lo digo con dolor, arrepentida desde el fondo de mi corazón. — Hecho –cierra el trato la castaña- en verde como siempre Los gritillos y saltos de Vale son un espectáculo, sintiendo como la mano de Lía toma la mía en silencio mientras me sonríe como solía hacerlo. Todo vale si se trata de ellas, de las personas a quienes más quiero en la vida y son como mi familia. — Eres un jodido dolor de cabeza sirenita –bufo, odiando ese sobrenombre.
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