El lunes por la mañana cuando desperté, me sentía tan cansada por estar trabajando hasta tarde y comer tan poco el día anterior. Jalo mi manta y me acurruco en ella deseando no salir de aquí en todo el día. Disfruté de la tranquilidad, del confort y calidez por un micromomento, si al abrir y cerrar los ojos su imponente figura aparecía frente a mí. — Buenos días –dice, sin mostrar expresión alguna Mi corazón late a toda prisa por el susto y al prever que ha venido a reclamar por no salir el día de ayer. — Traje el desayuno –miro con asombro la bandeja en sus manos y no reacciono, no sé cómo hacerlo-. ¿Podrías sentarte? pesa un poco Largo un bufido al no esperar atención de su parte mientras voy adoptando la posición de loto para permitirle depositar la bandeja. — ¿Magda está enfe