Ya habían pasado varios días en el mar desde la subasta en Felgar, y Amelia se había vuelto la sirvienta personal del príncipe Garrick, limpiaba su habitación, ordenaba todo allí, le servía la comida, le llevaba sus cosas, y le hubiera lavado la ropa si no fuera porque el agua era preciada en el barco, dormía en una habitación pequeña, con una cama con un colchón de paja dura, pero era mejor que estar en la parte baja del barco, donde los demás esclavos remaban cuando no había viento y las velas eran inútiles, y donde dormían y comían como animales, la situación de esos esclavos era deplorable, pero Amelia solo los ignoraba, para ella ese no era su problema, solo pensaba en como volver a la máquina del tiempo, que cada vez se hacía más y más lejana.
Al inicio de la travesía Amelia sintió mucho miedo, pensaba que iban a hacerle cosas indecentes, pero resultó ser un trabajo más, uno sin paga, exigente, que le había hecho tener las manos con callos, pero un trabajo al fin y al cabo. El príncipe a pesar de ser una persona orgullosa y prepotente, no la maltrataba, la había comprado por capricho así que luego de la emoción de la compra dejo de importarle, solo la ignoraba y dejaba que el capitán de ese barco le diera sus trabajos, que al final era hacer todo lo que ese príncipe no hacía, lo que era cierto es que entrenaba de forma diligente, lo hacía solo o con la tripulación practicando con él, pero siempre lo hacía, movía su estaba una y otra vez con posiciones que Amelia suponía eran técnicas que se aprendían en su reino, y en las practicas con los tripulantes jamás lo hacía en un uno versus uno, siempre pedía más de uno al mismo tiempo, y la mayoría del tiempo el ganaba, hasta que lucho contra cuatro al mismo tiempo y no pudo manejarlo, aun así no recrimino a ninguno y los felicito por lograr vencerlo.
El viaje había sido muy tranquilo hasta que se toparon con una gran tormenta, los cielos se tornaron muy negros, el viento soplaba con fuerza, tanto así que silbaba, hasta llegabas a sentir que podría cortarte, la lluvia tampoco ayudaba a ver nada, pero los marineros estaban tranquilos, habían visto tormentas similares en innumerables ocasiones, el problema fue lo que pasaría después, ya que eso no lo habían experimentado, aunque historias habían oído eso no te prepara para ver un mito echo carne.
De la nada una densa neblina los envolvió, todos y cada uno de ellos a excepción de Amelia habían escuchado las historias, y gracias a ello entendieron donde se habían metido, al parecer habían llegado ahí impulsados por la tormenta, todos se asustaron, todos menos el príncipe que si alguien lo hubiera podido observar hubiera visto una expresión de diversión en su rostro, pero antes de que pudieran hacer nada para alejarse de ese lugar, una bestia ataco el barco, lo hizo mecerse de lado a lado lanzando a algunos despistados al océano, no sabían lo que era, aunque las historias dijeran algunas cosas nunca era concluyente, pero por lo que se veía en el agua era muy grande, con forma de serpiente gigante.
—¡Todos, a cubierta, prepárense, vamos a luchar contra esa cosa! —decía el príncipe sacando una espada curva con símbolos extraños, estos brillaron y la espada se volvió mucho más larga de lo que era, ridículamente grande y gruesa, la espada parecía hecha para un gigante en ese momento ya que si Amelia no calculaba mal tendría tres metros, pero no parecía pesarle al príncipe, se hizo tan grande que era obvio que fuese humanamente imposible que alguien pudiera empuñarla, pero el príncipe lo estaba haciendo, este hecho sorprendió mucho a Amelia que estaba en cubierta agarrándose de lo que sea para no salir volando por el viento, la tormenta, y ahora las embestidas de una bestia desconocida, no podía entender cómo era posible lo que veía, pero antes de que formulara una teoría, la bestia marina ataco el barco otra vez, el príncipe que estaba parado al borde del barco contrataco a la bestia haciendo un corte hacia abajo, pero solo la roso, y con otro choque la bestia logro destruir parte del barco, algunos marineros agarraron arpones y los lanzaron hacia la bestia marina, pero aunque algunos acertaron no lograron hacer gran daño.
El barco se hundía poco a poco por los ataques causados por la bestia, pero aún se podía arreglar, o eso creían todos hasta que otro ataque llego, el príncipe corrió por la cubierta y salto hacia el océano atacando a la bestia moviendo su gigantesca espada de arriba a abajo a una gran velocidad, Garrick logro cortar a su enemigo haciéndole daño real, pero la piel era muy dura y por ende no logro matar a esa bestia marina, en respuesta la bestia le lanzo un coletazo al príncipe, por suerte para él se protegió con la espada pero este coletazo lo lanzo muy lejos apartando al príncipe del barco.
El último golpe que le dio la bestia al barco hizo que el hundimiento fuese rápido, además por el fuerte oleaje el agua entraba a raudales, al ver que el naufragio era inminente todos trataron de huir, los esclavos no podían por estar encadenados, así que se estaban ahogando lentamente, Amelia vio esto con tristeza, pero temblando decide ignorarlos e ir a tomar un bote que estaba cerca de ella, con suma dificultad logro desamarrar el bote antes de que el barco lo hundiera, por completo empapada y llena de miedo, agarro un remo y remo hacia alguna dirección desesperada por alejarse lo más que podía de ese desastre, al hacerlo pensó que cualquier dirección a la que fuera la llevaría lejos de esa calamidad, Amelia pudo observar como muchos morían, algunos ahogados y otros siendo devorados por la bestia, aun así desvió la mirada con desesperación para no ver e ignorar lo que pasaba, pero sea donde sea que mirara había uno que moría.
Amelia en medio del alta mar, sin comida ni agua no supo qué hacer, por primera vez sentía un terror tal que le hacía temblar sin parar, en ese estado y sin conocer cómo mantener un bote a flote en esas circunstancias, por la tormenta y el oleaje el bote volcó, Amelia cayó al agua, contuvo la respiración tanto como le fue posible, pero por la fuerza del oleaje la había mandado muy hondo, nado con todo lo que pudo pero no le fue posible llegar a superficie, sintiendo como se le iba el aire se desmayó en el agua creyendo morir, pero en ese momento algo la tomo lanzándola lejos de forma continua.
El sonido de las olas yendo y viniendo despertaron a Amelia, al abrir los ojos vio que se encontraba en una playa, no sabía cómo había llegado o como había sobrevivido a la tormenta, si, su bote se había volcado, pero por primera vez no le importo el cómo o el por qué, estaba agradecida de estar viva, pero al recordar a los demás que vio morir en la tormenta, se sintió terrible, se consoló pensando que nada podía hacer, tenía todo el cuerpo adolorido, además de rapones y cortes, pero nada grave. Después de un rato de revisarse se levantó y empezó a inspeccionar donde estaba, camino por la playa un buen tramo hasta que vio a una persona acercarse.
—Hola niña, ¿Cómo llegaste a esta isla? —decía el hombre de barba blanca y cabellos de plata.
—No se señor, mi barco fue atacado por una bestia, naufrago, y solo aparecí aquí —decía Amelia algo débil, desconcertada y algo a la defensiva.
—Pues tuviste mucha suerte, ese leviatán es muy duro, además tiene un apetito voraz, vamos te llevare a mi aldea, ahí descansaras —decía el hombre de cabellos plateados, cerró los ojos un rato y luego espero, Amelia se quedó extrañada por esto hasta que de pronto una sombra grande paso sobre ella y del cielo llego un ser gigantesco, con grandes alas, escamas de color azul, cuatro patas y una cabeza alargada.
—Sube jovencita, Baticor no hace nada, es muy amable, de hecho es demasiado amable —decía el hombre acariciando a la bestia, era un dragón. Al ver esto Amelia se desmayó, el hombre suspiro pensando que eso sería un problema, aun así la tomo y fue llevada al dragón, la puso en el lomo de Batidor y luego él se subió para así ir a su aldea.