CAPÍTULO VI

2253 Words
Bajo la acusadora mirada de mis compañeras prejuiciosas, salí de la habitación con dirección a la oficina de la rectora. Suspirando bajé las escaleras, mis pasos eran inseguros y muy lentos. Tenía suficiente dolor de cabeza producto de la resaca de ayer, como para soportar gritos o regaños. Toque la puerta con mis nudillos, esperaba que no me atendieran y pudiera retirarme. Pero no fue así, la horrible nariz chueca de la fría mujer vestida con ropa barata. Me recibió, le di una sonrisa sarcástica y me dejo pasar. —Buenos días, señorita Aria—saludo Amanda, la directora. Se sentó en su silla giratoria, mientras divise a sor Patri y al profesor Jace sentados en una esquina de la oficina—, ¡¿Dónde están tus modales que ni respondes?! —inquirió molesta, al verme como miraba mis uñas sin prestarle atención. —En el mismo lugar donde están mis ganas de estar aquí. —respondí indiferente. —¡Niña insolente! —regañó, mirándome fúrica. —Aria…—advirtió precavida sor Patri, rodee mis ojos y cruce mis brazos. —¿Sabes por qué estás aquí? —preguntó suspirando el profesor, su sarcasmo e ironía me causaban gracia. Así que negué con cinismo. —¿Por qué son xenofóbicos? —respondí con una sonrisa burlona—, ¿Por qué soy dolor de cabeza solo por ser americana? —¡No puedo soportarla! Su insolencia es infinita—respondió Amanda, golpeando la mesa fuerte. —, ¿Puedes explicarme donde estabas ayer? —Durmiendo, como todas. ¿Acaso no es obvio? —respondí fingiendo desconcierto, es decir soy la puta ama de las mentiras y actuación, por años siempre me ha resultado. —¡Mientes! —exclamo molesta, dándole un manotazo a la mesa—, Ayer hicimos el chequeo nocturno y no estaba en su dormitorio, señorita Aria—respondió esta vez sor Patri. —Si eso fuera cierto, no solo yo estaría aquí. Si no también mi compañera María—respondí a la defensiva. —¿Y por qué tendría que estar aquí su compañera? —preguntó Amanda. —Porque ella también salió conmigo anoche, fuimos por agua juntas…—alargue fingiendo inocencia, sus rostros parecieron sorprendidos. Estaba consiguiendo justo lo que deseaba, los tenía donde quería—, Entonces sería justo que ambas estuviésemos aquí, pero como ustedes son regionalistas y xenófobos, solo llamaron a la americana y no a la inglesa… —¡Suficiente! —reclamo la directora perdiendo sus estribos, eso había sido muy fácil—, Sor Patri, como consejera estudiantil, ¿Qué propone que se haga en este caso? —La niña Aria es una jovencita errante, no tuvo formación religiosa. —comenzó mi querida defensora, solucionando todo con la religión. Tan linda y adorable como siempre—, Quizá su actitud rebelde, es por eso. La ausencia de Dios en su vida, recuerde que el señor no castiga a sus ovejas rebeldes, si no las educa con amor. Le pido por favor que la perdone, ella es una buena niña, de buen corazón… por favor no la castigue, más bien permita que se guie en el camino del señor. —¿Y qué propone? ¿Qué cree que sea necesario? —pregunta la directora, mientras yo solo las miraba con desdén. —Educación religiosa extra y cumplimiento de los sacramentos—responde seria, luego se gira hacia mí—, ¿Aria, fuiste bautizada de pequeña? —¿Bautizada? ¿Qué es eso? —pregunte confundida. —¿Ya ve directora? Ella necesita encontrar su camino en el rebaño de las seguidoras del señor—responde comprensiva sor Patri—, Aria necesita ser bautizada y seguir todos los lineamientos como, confesión, comunión y confirmación. El señor va a ver su bondad y sabrá guiarla en el camino del bien. Amanda asiente, alzando su mentón y colocando su dedo en el botón del botón. —María Smith es solicitada en la oficina de la directora… María Smith es solicitada en la oficina de la directora —hablo aquella mujer remilgada a través del altavoz. Unos segundos después, unos toques en la puerta se escuchan, y es cuando después de un ligero “Pase” ella entra. —Buenos días, señorita Amanda, Sor Patricia, Maestro Jace —los saluda aquella tipeja hipócrita y doble cara, mientras yo ruedo los ojos y me cruzo de brazos. —Buenos días, señorita Smith, ¡Por fin alguien con modales! —celebra—, Evítese tanta tontería señorita Smith, ya sabemos lo que ustedes hicieron. —Señorita, pero… —ella hace una pausa—, Aria me obligo. —Eso es mentira, ¡no seas mentirosa! ¡¿Por qué carajos llevaría a alguien tan mojigata a una fiesta por decisión propia!? —Di la verdad señorita Smith, última oportunidad —ordena en un tono militar aquella mujer, tanto que yo me hubiese levantado a darle respetos con la mano en la frente. —Yo… le dije que me llevara, ella estaba muy rara y quise seguirla e ir con ella. —Así que…, ¿Querías que solo Aria Johnson tuviese problemas por romper las reglas y tú no? —pregunta Amanda, casi gritando—, Aquí no hay excepciones, ni xenofobia —al decir la última palabra ella me mira atentamente y yo miro hacia un lado rodando los ojos—, Esta vez el castigo será impuesto por el consejero sustituto y profesor de religión. —Yo creo que lo mejor es: 100 aves maría, 50 padre nuestros y 1000 Jesús… y recorrer la cancha de futbol 100 veces. Y tanto Aria como María se tienen que confesar. —¡Me parece perfecto! —ella acepta aplaudiendo—, Ya se pueden ir niñas, se dan un baño y a clases. ¡Ahora! Yo me levanto a regañadientes, pasado a un lado de María, veo como ella me tiene tanto miedo que retrocede, yo sigo caminando sin mirar atrás, hasta salir de aquella oficina. —¡Aria! Espera… —escucho la voz de María detrás de mí—, Por favor espera. En ese momento siento como me toma del hombro haciéndome detener. —¡Sé que estás enojada conmigo! Yo también lo estaría en tu lugar, te di una puñalada, has sido la persona que más me ha entendido y me ha hecho no solo hablar de cosas religiosas… Me encanta esta amistad contigo, pero tuve miedo de que mi papá se enterara… Él es un hombre demandante y prepotente, sé que si se entera de la escapada vendrá al instituto a golpearme hasta el cansancio. —Él no puede hacer eso. —Claro que sí, tiene mucho dinero e influencias. Ayer, fue el primer día donde me sentí libre, donde estaba feliz de la vida que tenía… todo gracias a ti, mi loca amiga americana. —¿A qué te refieres, María? Si estaba molesta contigo, pero ahora que me cuentas lo de tu padre, lo entiendo un poco—respondí sincera. —Es una historia muy personal… Pero te la contaré—dijo suspirando, asentí y le indiqué que me siguiera. Hasta el ala abandonada donde solía ir a fumar. Caminamos hasta el sitio y me senté encima del viejo pupitre. —Cuéntamelo todo—la incité. —Bueno, para empezar mi padre es un cerdo capitalista asqueroso… desde niña siempre fue abusivo y muy agresivo, cuando sacaba una mala calificación me golpeaba con su cinturón hasta el cansancio—comenzó a contarme y me dolió el corazón, no es que la conociera de toda la vida, pero a simple vista podía ver en ella una buena chica—, Todo empeoró cuando mi madre huyó de él y me dejo atrás, me dejo con el monstruo. Mi padre me culpaba del abandono de su mujer, así que… me exigía complacer sus necesidades y cuando digo necesidades, me refiero a todas en general…—alargó suspirando mientras una lágrima traicionera salía de su ojo derecho, el que alargara tanto me daba entender lo mucho que le dolía y costaba hablar del tema. —¡Es un hijo de puta! ¡Debería estar tras las rejas! ¡Maldito bastardo! —respondí enfurecida, odiaba ese tipo de abusos—, ¿Y por qué no lo demandaste? Sé que es tu padre, pero esa clase de escorias deberían estar pagando cadenas perpetuas. —Lo hice, Aria. Pero mi padre tiene muchas influencias y dinero, se encargó de eliminar todas las evidencias y ocultar todos los cargos de los cuales fue acusado—respondió triste—, Es por eso que cuando logre convencerlo de entrar en este internado, me asegure de volverme la mejor y más ejemplar alumna. Porque su advertencia era clara, una sola mala calificación y de regreso al infierno. —Vaya… ahora comprendo mejor, María—respondí dándole una sonrisa triste, me acerque a ella y la abrace con cautela. Su llanto me rompía el corazón, era una niña asustadiza y abusada, no podía culparla de nada —, Te juro por Dios, aunque no crea mucho en él, que nos vengaremos de ese excremento humano de tu padre. —¿De verdad? —preguntó con sus ojos brillosos, llena de esperanza. —Pero claro que sí, mi padre también tiene sus contactos. Claro que, en América, pero podría usar su influencia para hacerlo pagar aquí—respondí convincente—, María, cuenta conmigo siempre. —Y tú conmigo, Aria—respondió sonriente. Salimos juntas abrazadas por los pasillos, mientras hacía bromas para que María dejara de estar triste, la mayoría ya se encontraban yendo al comedor. Así que apresuramos nuestro paso hasta la habitación, cada una entró a la ducha y media hora después estábamos uniformadas. Bajamos al comedor y recogimos nuestros desayunos en las bandejas, nos sentamos en una mesa en el fondo y comíamos mientras nos burlábamos de las chicas que llevaban su falta hasta los talones. Dana y Rebecca se acercaron con sus brazos cruzados hasta nosotras. —¿No que ella era la que, hacia esas cosas, María? — acusó Dana, la mire mal y rodee mis ojos. María bajo su cabeza. —¿Y a ti que más te da, Danna? —pregunte mirándola con los ojos entrecerrados—, Ustedes no son más que unas hipócritas, estoy segura de que se murieron de envidia cuando María si fue capaz de arriesgarse y ustedes no. —¿Qué? ¡Ni de chiste! ¡No somos como tú, promiscua de cuarta! —defendió Dana. —Me halaga saberlo, porque al menos no soy una falsa santa—respondí mirándola de arriba abajo—, Soy lo que soy y estoy orgullosa de ello. Pero, ¿Tú? Dudo que te sientas a gusto con quién eres—su rostro estaba rojo, pero se quedó callada y bajo su cabeza, rebeca me fulminó con su mirada y la tomó del brazo arrastrándola fuera del comedor—, ¡¿Sabes qué?! No voy a perder mi tiempo ni mi voz con ustedes, así que ¡shu, shu! Largo. Ellas me miraron enojadas y se fueron. —Sí que las hiciste enojar —me dice riéndose María. —¡Con lo mucho que me interesa! En ese momento me vuelvo a sentar en la mesa y terminamos de comer, dejamos la bandeja de comida en el lugar correspondiente y continuamos con nuestras clases. Cuando llego el momento de mi clase favorita, María se encontraba ayudándome a sacar los moldes para empezar a coser lo uniformes. —Estoy segura de que cuando te echen el agua bendita, te vas a quemar —se burla María. —Ja, ja, ja —me rio de forma sarcástica. En ese momento, una presencia se posa a nuestro lado, la primera en ver de quien se trata es María quien pone una mueca de susto y preocupación. Cuando volteo a ver quien era, me encuentro con un Nicolás golpeado. —¡¿Pero ¡¿qué te paso?! —Que qué me paso dices… —murmura riéndose falsamente—, ¡La bestia de tu profesor me hizo esto! —intento no gritar apretando sus dientes—, Él fue a mi internado antes de que entrara, me dijo que no era más que un problema, y no dejaba de repetir: “Mía”, parecía un lunático, tenía los ojos rojos y una súper fuerza. Yo frunzo el ceño, detallo un poco más a Nicolás, quien tiene un moretón en un ojo, en la zona de las ojeras un morado hinchado, marcas de rasguños… ¡Jace acaso era una bestia! En ese momento me levanto de la silla, hago que Nicolás se siente en la silla donde me encontraba sentada. —María, trae una compresa fría y yodo. Ella asiente saliendo corriendo, unos minutos vuelve con las cosas que le pedí, le pongo la compresa sobre uno de los tantos moretones de Nicolás y desinfecto sus heridas con un algodón. —¿Qué les dijiste a los superiores de tu instituto? —pregunto curiosa. —Que me había caído... No iba a decir que el respetado profesor de religión de este lugar me hizo esto, ¡no me creerían! Justo en ese momento, siento su presencia, su olor a moras, bosque y a hombre de Jace, mi vista se fija en la puerta sin poder evitarlo y lo veo, con los ojos rojos mirándome fijamente, en ese momento noto como sus manos están vendadas.
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