-Abi- — Adelante señorita –me alienta con un gesto lleno de amabilidad. — G-Gracias –debería perder ese tonto tartamudeo. Me sentí sobre los cómodos asientos de cuero claro mirando como las personas a mi alrededor observaban aquella escena que no me había percatado con anterioridad: era una limosina. Uno de los compartimientos del costado se abrió y una copa apareció. — Disculpe señorita por no servirle personalmente, pero debo continuar manejando como se me ordenó — No se preocupe –agregue nerviosa- yo puedo hacerlo Tomé dos tragos de Champaña cuando la ventanilla de separación entre el conductor se cierra por completo y el auto empieza a desacelerar hasta estacionarse. — Hemos llegado –abrió mi puerta extendiendo su mano para ayudarme a bajar. El gran y lujoso hotel frent

