2. Las Condiciones

867 Words
Este contrato es uno de los más importantes que tenemos en Innovation Enterprises, y mantenerlo, es una de las responsabilidades que me han dado mis padres, y, por ende, no quiero fallarles. Lucio es el dueño de una de las más grandes empresas de alquiler de aviones privados en Europa, y también quien puede mover las fichas del tablero a su antojo. Escucho atentamente las dudas de Lucio y respondo a cada una de ellas con el profesionalismo que se merece. Vine preparado para hacerlo y no pienso fallar. —¿Usted cree que pueda tener el pedido antes de fin de año?— Intercede la hija de Lucio y la miro fijamente. —Si firman el contrato antes de finalizar el mes, podemos producir los aviones que han pedido antes del 31 de diciembre— Respondo. Ella entrecierra sus ojos como retándome —Son diez aeronaves en seis meses, ¿no le parece arriesgado hacer ese tipo de afirmación?— Presiona y sonrió. —La empresa de mi familia es una de las más importantes en fabricación de aeronaves. Trabajamos con el ejército, el gobierno, aerolíneas y por supuesto empresas como las de su familia. No escatimamos en materiales, ni en producción, créame que cuando lanzamos al mercado una nueva aeronave, es porque tenemos la capacidad de producción inmediata y un número suficiente para poder ofrecerla a nuestros clientes— Expongo y sonríe. Trato de no distraerme ante este gesto y es que tengo la leve impresión de que busca llamar mi atención para desviarme de esta reunión —Interesante— Pronuncia ella. Me quedo callado y observo al señor Casas —Confiamos en ustedes, nuestra empresa necesita esas aeronaves lo antes posible— Declara él. —Perfecto, aquí tiene el contrato— Menciono mientras que acerco la carpeta que contiene el documento, pero él niega. —Tengo algunas reglas a la hora de firmar, tal vez no lo sepa porque hasta ahora siempre fue su padre quien vino a cerrar los contratos— Advierte. Asiento —Él menciono que a usted le gusta dar fiestas cuando vienen sus promovedores del extranjero— Adelanto recordando las palabras que me dijo mi padre. El señor Casas sonríe —Veo que su padre lo ha capacitado muy bien, pero además de la fiesta a la que está invitado mañana, tenemos la costumbre de que los extranjeros conozcan la ciudad. Antes era yo quien llevaba a su padre por Madrid, pero supongo que se aburrirá conmigo, así que le he encomendado esa misión a mi hija— Expone y mira a Aziel. —No tiene que hacerlo— Intercede, pero niega. —No es una opción, es una obligación de nuestra parte— Insiste y le hace una señal a Aziel —Hija, ve por favor— Le pide y al encontrarme sin opciones más que aceptar, me pongo de pie. —Nos veremos mañana entonces— Me limito a decirle y me despido de quienes se encuentran alrededor de la mesa mientras que ella se adelanta a esperarme en la puerta. —Un gusto hacer negocios contigo Mateo— Concluye Lucio. —Lo mismo digo— Declaro y acerco a Aziel —Tu guías— Le dejo saber y ella solo sonríe segura para después salir de la sala de juntas mientras que yo le sigo. —¿Has venido antes a Madrid?— Me pregunta cuando vamos llegando al elevador. La miro detenidamente y aprecio la manera en que ese vestido color negro se ajusta a su figura, de verdad es muy hermosa, pero también un peligro si deseo cerrar este trato —Si, he venido un par de veces— Respondo subiendo con ella al reducido espacio. —¿Y qué conociste?— Presiona mientras que sus dedos aprietan el botón con la letra “G”. —Lo típico, la plaza mayor, el parque el retiro, el museo Del Prado, el palacio real… ya sabe, lo que dice el libro— Expongo y sonríe. —Predecible— Susurra. —Un poco, ¿Qué me llevaras a conocer tú?— Averiguo mirándola fijamente y se muerde los labios. —Lo mejor de Madrid, sus calles llenas de vida y por supuesto, su noche. Espero que no sea de esos empresarios que se van a dormir a las ocho para despertarse a las cuatro de la mañana— Bromea. —No, no soy de esos.— Respondo seguro. —Bueno, entonces comencemos con esto— Concluye cuando las puertas se abren y no sé muy bien que esperar de esto que tiene preparado esta mujer. —¿Debería cambiarme de ropa?— Cuestiono un tanto preocupado. Ella niega con la cabeza y sonríe —Así está muy bien, no te preocupes— Me asegura y asiento. —De acuerdo, que sepas que no es necesario, pero el cliente siempre tiene la razón, al menos eso dicen— Bromeo. —Eso es verdad, además no aceptamos desplantes— Asegura. —Y yo no los voy a hacer— Rebato y hace un gesto de esos que podrían decirlo todo sin pronunciar palabra alguna, pero prefiero no confundirme y seguir la corriente de esta costumbre que ellos tienen.
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