Ella no podía creerlo, le había demostrado a Johann que si podía recordar cada imagen que había visto en aquella carpeta, y aunque fingió estar decepcionado porque Sara había sabido acallar sus palabras, se sentía orgulloso de que así hubiera sido y a sus espaldas sonreía con picardía, su aprendiz era lista. Se encontraban en el lujoso salón de su apartamento, Sara ya vestía sus prendas. — Debo admitir que tienes un cuerpo que agrada mucho a la vista, señorita... — dijo él acercándose a paso lento. Ella levantó la vista, escondiendo su inseguridad, lo miro a los ojos. — Se lo agradezco, señor. — respondió ella con seguridad. Johann giró su rostro hacía un costado, reprimiendo sus instintos dominantes. — ¿Sucede algo? — pregunto Sara con el ceño levemente fruncido. — Suceden muchas cos