— Dilo. — ordenó el gran jefe con voz firme. Ella levantó una ceja con aire desafiante. — Decir, ¿El qué? — pregunto Sara haciéndose la tonta. — Bien, Sara Brown. Así quieres jugar. — amenazó dándole una mirada seria. Ella sonrió y se echó a la boca el último bocado de su desayuno. Johann suspiro agotado, era domingo, hoy tenían el día libre y que mejor que practicar juntos, aunque ella fuese una rebelde. Johann rodeó la barra que los dividía, se encontraban en la casa de campo de los Davidson, nadie de la prensa tenía conocimiento de que era de su propiedad. Él se acercó a ella con un gesto delicado, se inclinó un poco dejándola desconcertada, y en rápido movimiento la tomo por detrás de sus rodillas y la subió en su hombro como a un costal de patatas. Sara pegó un fuerte grito, so